domingo, 28 de enero de 2018

En el 165 aniversario del natalicio de José Martí

Mario J. Viera




Amanece en La Habana. Una mañana como cualquier otra de cualquier otro día, cargada de bostezos y ahíta de la monotonía de lo cotidiano. Tal vez alguien, al despertar se percate que hoy es domingo y se pregunte ¿por qué diablos se despertó tan temprano? ¿Se habrá percatado que hoy, este día 28 de enero posee un significado especial? Tal vez no, o tal vez sí, enterado por lo que escuchó la noche anterior sobre la conmemoración del día en el noticiero de televisión... ¡Nada de particular! ¡Que un día como este nació en La Habana José Martí!, pero a él, todavía soñoliento, nada le dice la reseña, no se emociona, le da igual si conmemora el 165 aniversario del ¿Apóstol o Héroe Nacional? o el 903 aniversario.

Pero en La Habana, temprano en la mañana, ya hay algunos cuantos o muchos, o tal vez no tantos, que salieron detrás de los gerifaltes desfilando con antorchas, que nada tienen de martianas y sí mucho de hitlerianas... ¡Ah, y de castrista! Pero no importa, se marcha con antorchas en memoria de Martí. Luego viene el acto principal. El castrismo conmemora a Martí a un Martí petrificado en monumentos, rígido en mármoles o en bronce, un Martí muerto y reducida su obra a un simple epitafio o a una simple frase recogida en la Constitución ¿socialista, comunista? que el castrismo confeccionó con retazos soviéticos y con tímidas alusiones de la Constitución que derogara por decreto. Guiados, dice el castrismo por “el ideario de José Martí” pero mezclado con “las ideas político-sociales de Marx, Engels y Lenin”.

Ahora van frente al edificio de estilo clásico-ecléctico que un día albergara al Ejecutivo Nacional, residencia del Presidente de la República y en la gran plazoleta que se abre desde la fachada norte del Palacio Presidencial hasta la entrada del Túnel de La Habana que ahora se denomina Plaza del 13 de Marzo, toman asiento Raúl Castro, su delfín Miguel Díaz-Canel Bermúdez y el Presidente de la, siempre bien dispuesta a decir sí a lo que propongan los jefes, Asamblea Nacional, el Tío Tom del castrismo Esteban Lazo Hernández junto al designado Bruno Rodríguez Parrilla para las relaciones exteriores y todos escuchan al gringo Joseph Mizzi presidente de la Junta de Fideicomisarios del Museo de Arte del Bronx, quien presenta la obra de la escultora estadounidense Anna Hyatt Huntington, una estatua ecuestre de José Marti que en 1950 se erigiera en el Parque Central de New York donde también se levantan las de Simón Bolívar y José de San Martín, en el inicio de la Avenida de las Américas. Anna Hyatt Huntington realizó la obra original a petición del Gobierno de Carlos Prío a mediados de 1950.

En la Plaza 13 de Marzo desde ahora se yergue la réplica “fiel y exacta” del Martí ecuestre original que se levanta en New York inaugurada oficialmente en el día de hoy en La Habana.

Anna Vaughn Hyatt, amiga de Cuba, de la Cuba republicana, nació el 10 de marzo de 1876 en Cambridge, Massachusetts. Estudió en el Art Students League de New York y en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Syracuse y se formó con varios escultores. Vivió en Europa de 1906 a 1908 y en 1910 obtuvo una mención de honor en el Salón de París con la estatua ecuestre de Juana de Arco, que se erigió en Riverside Drive, Nueva York, en 1915. Las estatuas ecuestres heroicas constituyen de hecho una parte importante y reconocida en su trayectoria artística. Su obra cuenta con numerosos premios y distinciones. Entre los monumentos públicos ecuestres de esta escultora se encuentra su José Martí, 1950, Central Park, New York. Además de esta estatua ecuestre de Martí, cuya réplica ahora se inaugura en La Habana, existe en la capital cubana otra obra ecuestre de Anna Hyatt Huntington. Es el grupo escultórico denominado “Los portadores de la Antorcha” que ella donara en 1956 a la ciudad y se levanta en la confluencia de la Avenida 20 de mayo y la Calzada de Ayestarán. 



La colosal réplica que se ha erigido frente al antiguo Palacio Presidencial se levanta sobre una base de granito negro, exactamente igual que la original, y con las mismas inscripciones en español e inglés: “Apóstol de la independencia de Cuba, guía de los pueblos americanos y paladín de la libertad humana, su genio literario rivaliza con su clarividencia política. Nació en La Habana el 28 de enero de 1853. Vivió quince años de su destierro en la ciudad de Nueva York. Murió en combate en Dos Ríos, el 19 de mayo de 1895”.

Hoy el Granma, órgano oficial del Partido Comunista que controla el poder en Cuba, hace un reportaje describiendo la ceremonia oficial de inauguración con una nota significativa empleando, para referirse a José Martí, el apelativo, que ya antes se había desechado, de “Apóstol” en lugar del copiado de los soviéticos de “Héroe Nacional”.

El soñoliento que despertó esta mañana, tendrá de Martí la imagen que el régimen castrista le hiciera cimentar en su mente, la de un Martí cercano al marxismo y al comunismo y partidario del estado regido por solo un partido. Conocerá de Martí solo algunas dispersas frases suyas sacadas de contexto y le importará por tanto un cipote si hoy celebramos el 165 aniversario de su nacimiento. Conocerá a un Martí de cartón, no al Martí vibrante y vivo, el Martí que todavía tiene mucho que hacer, el que compartía el mismo modo de ver que Herbert Spencer, de quien Lenin decía que era un filisteo, y que con Spencer consideró sobre el peligro del socialismo que vendría sobre el hombre libre: “De ser siervo de sí mismo, pasaría el hombre a ser siervo del Estado. De ser esclavo de los capitalistas, como se llama ahora, iría a ser esclavo de los funcionarios. Esclavo es todo aquel que trabaja para otro que tiene dominio sobre él”.

El Martí que no comulgó con el Manifiesto Comunista de Marx y Engels cuando dijo, refiriéndose a Marx: “Karl Marx ha muerto. Como se puso del lado de los débiles merece honor. Pero no hace bien el que señala el daño y arde en ansias temerosas de ponerle remedio, sino el que enseña remedio blanco al daño. Espanta la tarea de echar a los hombres sobre los hombres. Indigna el forzoso abestiamiento de unos hombres en provecho de otros. Mas se ha de encontrar salida a la indignación de modo que la bestia cese sin que se desborde y espante. (...) Karl Marx estudió los modos de enseñar al mundo sobre nuevas bases, y despertó a los dormidos, y les enseñó el modo de echar a tierra los puntales rotos. Pero anduvo de prisa; y un tanto en la sombra, sin ver que no nacen viables, ni de senos de pueblos en la historia, ni de senos de mujer en el hogar, los hijos que no han tenido la gestación natural y laboriosa.

El Martí que le reclama a Máximo Gómez diciendo: “Un pueblo no se funda, General, como se manda un campamento (...) ¿Qué somos, General?, ¿los servidores heroicos y modestos de una idea que nos calienta el corazón, los amigos leales de un pueblo en desventura, o los caudillos valientes y afortunados que con el látigo en la mano y la espuela en el tacón se disponen a llevar la guerra a un pueblo, para enseñorearse después de él? (...) tal como es admirable el que da su vida por servir a una gran idea, es abominable el que se vale de una gran idea para servir a sus esperanzas personales de gloria o de poder, aunque por ellas exponga su vida. El dar la vida solo constituye un derecho cuando se la da desinteresadamente”.

El Martí que hoy le reclamaría a los Castros diciendo: “Todo poder amplia y prolongadamente ejercido, degenera en casta. Con la casta, vienen los intereses, las altas posiciones, los miedos de perderlas, las intrigas para sostenerlas. Las castas se entrebuscan, y se hombrean unas a otras”. O les recriminaría diciendo: “La tiranía es una misma en sus varias formas, aunque se vista en algunas de ellas de nombres hermosos y de hechos grandes”. Es Martí quien reclama: “Los odiadores debieran ser declarados traidores a la república. El odio no construye. La libertad cuesta muy cara, y es necesario, o resignarse a vivir sin ella, o decidirse a comprarla por su precio”. Es Martí que define a la libertad con estas palabras tremendas: “Libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado, y a pensar y a hablar sin hipocresía”.


El gobierno de Raúl Castro conmemora a José Martí con una estatua de bronce. Hagamos distintos, conmemoremos a Martí como hombre presente que no ha visto realizada su obra. Conmemoremos a Martí negándole el derecho al descanso porque Martí todavía tiene mucho que hacer por Cuba.

Lula y la corrupción

Carlos Alberto Montaner. El Blog de Montaner



Muy poca gente en Brasil piensa que Lula es inocente. Menos gente aún cree que el poder judicial forma parte de un siniestro grupo de golpistas. Ésa es sólo la coartada para protestar por la “injusta” o “selectiva” persecución al caudillo metalúrgico. No obstante, todavía es menor el grupo de brasileños dispuesto a descartar a Lula por haberse beneficiado ilegalmente del poder. Esos son muy pocos.

Lula sigue siendo el político más popular del país. A la mayor parte de los brasileños, sencillamente, no les importa que Lula haya recibido un apartamento en usufructo de la empresa OAS por propiciar los negocios entre esta compañía y Petrobrás. Eso es peccata minuta. ¿Por qué Lula no podía vivir como todo un señor, se preguntan sus partidarios sotto voce?


Eso es gravísimo. Es no entender que un estado de derecho real depende de que el poder se coloque bajo la autoridad de la ley. Es no darse cuenta que las sociedades en las que no existe una sanción moral contra quienes violan las normas están condenadas al fracaso y el atraso.

Recuerdo la historia de la líder socialdemócrata sueca Mónica Sahlin. Ocurrió a mediados de los noventa. Entonces era una mujer agradable y bien formada. Todos esperaban que fuera jefa de gobierno. Su fulgurante carrera política se dislocó cuando se supo que había utilizado la tarjeta de crédito oficial para adquirir unas pastillas de chocolate Toblerone y un vestido de cincuenta dólares. Tuvo que pedir perdón, pagó una multa abultada y estuvo varios años fuera de las actividades políticas. Regresó a la arena pública, pero nunca pudo llegar a Premier por ese episodio.

Por la misma y corrompida regla de tres que exculpa a Lula, a las enormes huestes justicialistas les trae sin cuidado que Perón, el matrimonio Kirchner o Carlos Menem hayan robado sin el menor pudor en Argentina. Algo que sucede en todos los países de América, con la excepción parcial de Chile, Uruguay y Costa Rica, donde apenas hay tolerancia con el peculado.

En Cuba, la Asamblea Nacional del Poder Popular (el Parlamento, conocido como los “Niños Cantores de La Habana” por su perfecto afinamiento coral durante medio siglo sin una nota discordante), le regaló a Fidel Castro un yate de lujo para que practicara la pesca submarina, junto al medio centenar de residencias oficiales que acumuló a lo largo de su prolongada vida, incluido un coto de caza como los que poseían los reyes medievales.

Lo que muchas personas esperaban de Lula no es que fuera honrado, sino que “hiciera cosas”, que disminuyera la pobreza, que repartiera bienes y asignara servicios a los desamparados. Como le tocó el periodo expansivo y vorazmente importador de la economía china, y como no rechazó las líneas maestras sociales trazadas por su predecesor Fernando Henrique Cardoso, pudo sacar de la miseria a treinta millones de sus compatriotas.

El ensayista argentino Juan Bautista Alberdi le atribuía a la tradición romana la propensión al peculado que mostraban los latinos. En Roma, suponía Alberdi, nunca se supo con precisión lo que era o no del César. Los Cónsules y los emperadores mezclaban en sus augustas personas los bienes propios y los de la nación. (Por eso Alberdi proponía poblar a la Argentina con anglosajones y rechazaba a los hispano-latinos).

Es muy posible, no obstante, que la labor del poder judicial está cambiando las formas tradicionales de comportarse. Todo comenzó en Italia en 1992, cuando el fiscal Antonio di Pietro dio comienzo a Tangentópoli, una operación destinada a adecentar la vida pública del país que terminó por liquidar a la clase política.


En Brasil Sergio Moro ha hecho más o menos lo mismo con Lava Jato, colocando contra las cuerdas a Lula da Silva y a Dilma Rousseff, pero sin descuidar a Michel Temer, el actual presidente. Es importante que tenga éxito. Sin honradez, a largo plazo se hunde el Estado.

miércoles, 24 de enero de 2018

El Mito, el Diálogo y las Primarias

Fernando Mires. Blog POLIS



Sobre el asesinato cometido a Óscar Pérez y a sus acompañantes por militares y delincuentes para-militares, es casi imposible agregar otra palabra. Fue un crimen horroroso. La noticia, las fotos, los videos, han traspasado los límites del país y quienes creían que la de Maduro no pertenece a la galería de las dictaduras militares, han debido callar. Su aislamiento internacional ya es casi total. Ni los gobiernos de izquierda que ayer vitorearon a Chávez se atreven a pronunciar una palabra a favor del régimen dirigido por la siniestra trilogía formada por Padrino, Maduro y Cabello (en ese orden).

Como suele suceder en casos similares, la figura de Óscar Pérez pasará a ocupar un lugar dentro de la mitología popular. Muchos lo venerarán como héroe de la patria. Sus últimas palabras serán citadas con devoción. Su retrato aparecerá en las demostraciones venezolanas. Y después que la dictadura caiga o se vaya, más de una calle llevará su nombre, más de una plaza se llamará Oscar Pérez y su breve gesta será narrada en los libros de historia de las escuelas primarias. No, no estoy jugando con ironías. Se trata de un hecho objetivo.

Todo proceso histórico crea mitos y símbolos. Ellos cumplen incluso un rol político. Gracias a los mitos, miles se reconocen como partes de un ideal común. No las complejas teorías, no tratados académicos, no sesudos análisis, movilizan a las grandes multitudes. Pero sí los mitos. Fenómeno que hace mucho tiempo descubrieron Georges Sorel en Francia y José Carlos Mariátegui en Perú. Sin mito revolucionario, escribieron ambos, no hay revolución. Hoy diríamos –dado el descrédito de la palabra revolución- no hay cambio.

El historiador (sea el del pasado lejano o el del inmediato) debe entender la fuerza del mito, pero sin seguirlo, del mismo modo como el analista que se interna en la locura del paciente no se hace parte de ella. Por lo mismo debe alertar sobre los peligros del mito cuando este es sacado fuera de su contexto originario o, aún peor, cuando el mito sustituye a ese contexto.

El mito del aviador Pérez surgió desde sus audaces sobrevuelos durante las grandes demostraciones del 2017. Pero terminó en un contexto muy distinto, en uno caracterizado por el aplastamiento militar de esas demostraciones, con el diálogo entre la oposición democrática y la dictadura en la República Dominicana, y con los preparativos para las candidaturas primarias en los partidos de esa oposición.

Razones suficientes para que grupos divisionistas, los llamados opositores a la oposición, hayan utilizado el asesinato a Pérez como un arma en contra del diálogo y de las primarias. Para ellos todo diálogo es traición. Y las primarias, una ofensa a la memoria de Óscar Pérez.

La dictadura en cambio sí entendió perfectamente el contexto histórico en el cual ella se encuentra situada.

El asesinato a Pérez fue cuidadosamente planificado y sus objetivos fueron claros: militarizar el conflicto político, imponer la lógica de la guerra, dinamitar el diálogo dominicano, culpar a la oposición del crimen a Pérez (Reverol) e impedir todo acuerdo que conduzca a las primarias pre-presidenciales para después llamar a elecciones frente a una oposición diezmada por ella misma. De más está decir, gracias a la ayuda de los divisionistas militantes, la dictadura está consiguiendo esos objetivos.

Han seguido otra vez el juego de la dictadura. Según los divisionistas, la oposición si dialoga traicionará el legado de Pérez y si convoca a primarias, continuará por la vía del entreguismo electoralista que rechazaba Pérez. Óscar Pérez se ha convertido para ellos en el estandarte de la anti-MUD. Por cierto, las alternativas que ofrecerán en su nombre no podrán ser más descabelladas. Entre otras, una invasión internacional que ningún gobierno democrático ha imaginado (calificada incluso de delirante por el canciller de Brasil), un golpe de estado perpetrado por generales democráticos o un regreso a los tiempos de Carmona con la promoción electoral (¡hecha por abstencionistas!) del empresario Lorenzo Mendoza. De más está decir, las tres alternativas favorecen al régimen: la primera, porque otorga un toque “antimperialista” a la dictadura. La segunda porque legitima a la dictadura para que continúe sus labores de limpieza al interior del ejército. Y la tercera, porque frente a un candidato empresario, Maduro podrá presentarse ante los suyos como representante de la “lucha de clases” en nombre del pueblo. ¿Qué mejores manjares para la casta en el poder?

El diálogo, por lo demás, no fue convocado por la dictadura. La oposición decidió asistir debido a las exigencias de una fuerte presión internacional. Si no asistía, la dictadura iba a presentarse ante el mundo como la única “fuerza dialogante” frente a una oposición anti-política. Había que impedirlo y por lo mismo, la oposición envió sus representantes a la República Dominicana.

Negociaciones, no diálogo, fue lo que establecieron desde un primer momento sus dirigentes. Aunque si bien es cierto nunca especificaron con claridad qué es lo que se iba a dialogar o negociar o, lo que es aún más importante, cuáles iban a ser los puntos no-negociables del diálogo. No fue en consecuencia solo la labor de zapa del divisionismo ni el evidente proyecto de la dictadura para hacer fracasar el diálogo lo que puede llevar a su fracaso. La oposición democrática –salvo uno que otro comunicado de Borges o de Florido- no ha sabido defender a ese diálogo frente a sus enemigos internos y externos.

Frente al argumento divisionista “con una dictadura no se dialoga”, la oposición debió haber respondido: Solo con una dictadura se dialoga fuera del país. En una democracia no se dialoga con el gobierno y mucho menos fuera del país porque el diálogo en una democracia transcurre a través de canales institucionales Nadie va a pedir un diálogo extraterritorial a Merkel, Macron, Bachelet o Macri. Se va a un diálogo fuera del país solo cuando los canales de la política interna se encuentran cerrados, es decir, bajo un estado de excepción, bajo una dictadura.

¿Se va a negociar en el diálogo?  Por supuesto, a eso se va. Pero –y eso es lo que la oposición debió haber aclarado- hay materias no negociables. ¿Cuáles son esas materias? Nadie pedía una lista detallada. Solo habría bastado una frase. Una sola. Una que dijera: Nada que sea constitucional puede ser negociable.

Ni la AN, ni las elecciones, ni los derechos humanos son negociables. Negociable puede ser en cambio la composición del CNE, el papel del Ejército y, sobre todo, esa Asamblea Constituyente, no solo anti-constitucional sino, además, producto de uno de los más grandes fraudes electorales de la historia universal. Bajo ese bienentendido el único que puede perder con una negociación es el régimen. Solo así se explica por qué Maduro intentó reventar el diálogo usando al general Reverol. Hizo bien la oposición entonces al no asistir a las sesiones de enero, e hizo mejor al no abandonar el diálogo. Puede ser incluso que ese llamado diálogo no tenga destino, pero la patada final la debe dar Maduro, no la oposición.

Si la oposición se esmera, el diálogo puede ser convertido en un foro público. Un lugar en donde quede más claro que el sol que todos los puntos que defiende la oposición son constitucionales y los que defiende el régimen, anticonstitucionales. La mayoría de la ciudadanía, si se explican bien los alcances de ese diálogo, entenderá. El asesinato a Pérez, en consecuencia, no es ninguna razón para terminar, pero si es una razón para continuar el diálogo. Ante la presencia de los delegados internacionales la oposición puede encontrar incluso en ese mal llamado diálogo – en verdad es un espacio de confrontación verbal ─  el momento adecuado para revelar las violaciones a los derechos humanos cometidos por la dictadura.

Debido a razones similares la oposición no debe dejarse presionar por los divisionistas que intentan impedir el proceso de las primarias en nombre de un supuesto legado de Óscar Pérez. Las primarias tienen una importancia existencial para designar al candidato unitario que deberá enfrentar a la dictadura y convertir a la campaña electoral –más allá de los resultados y fraudes que marcarán a la elección presidencial- en una instancia de denuncia dirigida a la comunidad internacional. Más aún si se tiene en cuenta que durante esa campaña electoral todos los ojos de la opinión pública mundial estarán puestos sobre Venezuela. Pero hay, además, otra razón para llevar a cabo lo más pronto posible las primarias.

Las primarias son el lugar y el momento ideal para que la oposición discuta consigo misma. Pues a diferencias del PSUV, que no es sino una prolongación vertical del cuerpo de la dictadura, la oposición venezolana sigue siendo multipartidista y pluralista. Eso quiere decir que al interior de esa oposición no solo hay uno sino varios proyectos de nación política. Esos proyectos deben ser discutidos de cara al público y no en el secretismo de habitaciones cerradas. Cada candidato potencial, al ser miembro de un partido, deberá exponer sus puntos de vista, polemizar con sus adversarios y conquistar adherentes. Para la dictadura, un verdadero escándalo. Para los demócratas, una oportunidad para salir de las sombras a las que quiere condenarla la dictadura. Visto desde esa perspectiva, las elecciones primarias pueden ser aún más importantes que las propias elecciones presidenciales.


Los divisionistas por cierto seguirán utilizando el nombre de Óscar Pérez como chantaje moral a fin de prolongar sus fantasías, soñando con marchas sin regreso, con inmolaciones colectivas, con ejércitos libertadores o con invasiones milagrosas. Para la oposición, en cambio, se trata de lograr la repolitización de la vida venezolana, sin recurrir a la violencia, apegada a la letra de la Constitución y apoyada por los gobiernos democráticos del continente. Las primarias son una vía hacia la repolitización del país. La salida será política.

lunes, 22 de enero de 2018

EL FUEGO Y LA FURIA

Mario Vargas Llosa. El País




Cómo se fabrica un bestseller? Así. La editorial Henry Holt lanza un comunicado explicando que pronto aparecerá el libro Fire and Fury del periodista Michael Wolff, que revela muchos secretos sobre Trump en la Casa Blanca, y da algunos ejemplos particularmente escandalosos. De inmediato el presidente Trump reacciona con su virulencia acostumbrada en sus tuits matutinos y sus abogados anuncian que acudirán a los tribunales para evitar que ese libelo calumnioso se publique. La editorial adelanta la salida del libro al día siguiente. Yo estaba en Miami y traté de comprarlo ese mismo día. Imposible: en todas las librerías de la ciudad se agotó en dos o tres horas. SeguirLeyendo https://elpais.com/elpais/2018/01/18/opinion/1516304796_655504.html

miércoles, 17 de enero de 2018

¡Yo no nací en un país de mierda!

José Iturriaga. Cibercuba




Algunos, por suerte pocos, en su afán de sobrepasarse en su apoyo a Trump, gritan que nacieron o vienen de un país de mierda, se olvidan que a ellos tampoco los quieren aquí. Yo, al igual que muchos, no nací en un país de mierda; vengo de la tierra mas hermosa que ojos humanos han visto.

Estoy orgulloso hasta la última de mis células, hasta la última partícula subatómica que forma mi cuerpo, de ser cubano. Amo a mi Isla entrañablemente; todo cuanto soy se lo debo a ella. Soy cubano 100%, siento a Cuba en mi alma y en mi piel.

¿Cómo carajo alguien es capaz de querer incluirnos en la supuesta lista de “países de mierda”? ¿Quiénes hicieron a Miami? ¿Quiénes se inventaron una patria a 90 millas y con una fuerza y un tesón de tres pares se levantaron de la nada e hicieron historia? ¿Quiénes hicieron brillar la perla del Caribe? La patria la conforman sus hijos y a ella nos debemos.

Nadie, absolutamente nadie tiene el derecho de llamar a un país, “país de mierda”. Los países podrán tener gobiernos y presidentes de mierda, hay ejemplos que hablan por sí solos, pero nadie debe caer tan bajo de llamar a un país, país de mierda y menos al suyo, al que lo hizo hombre y lo preparó y formó para ser lo que es hoy, el país de sus padres, donde están guardadas sus primeras alegrías y tristezas, donde habitan recuerdos y vidas; nunca ningún país podrá ser un país de mierda. La esperanza y el futuro no huelen a mierda, aunque algunos se empeñen en ser personajes de la película cubana, “Alicia en el pueblo de maravillas”.

Siempre recuerdo las palabras del Arzobispo primado de Santiago de Cuba, Pedro Meurice Estiu, en aquella histórica misa durante la visita de Juan Pablo II, ”Le presento además, a un número creciente de cubanos que han confundido la Patria con un partido, la nación con el proceso histórico que hemos vivido en las últimas década y la cultura con una ideología“. Antes de llamar país de mierda a la patria, debemos repasar historias y conciencias y evitar en un alarde de apoyo a Trump, decir torpezas o sandeces.

Por suerte la Patria, madre al fin, es capaz de perdonarlo todo, hasta que la quieran salpicar de mierda en un salpafuera o desmadre de proTrumpistas a ultranza. La madre mayor viste su mejor bata cubana, roja, blanca y azul, mira sus hermosos paisajes, el azul de su cielo, las olas que rompen contra ella, mira al cielo y susurra; perdónalos señor, no saben lo que dicen.


Usted puede ser de ultraderecha y hasta fascistoide si quiere, pero compadre, no se autoembarre de caca llamando a Cuba, país de mierda. Los presidentes pasan y se olvidan, la patria es para siempre. ¡Viva Cuba, carajo! 

CARTA A TRUMP DESDE UN “SHITHOLE COUNTRY”

Paolo Luers. Blog POLIS



Estimado Donald

Usted preguntó por qué toda esta gente de “shithole countries”, o sea países de mierda, vienen a su país. Bueno, yo le tengo la respuesta: Ellos creen en los Estados Unidos más que usted. Usted no cree que Estados Unidos se hizo un gran país porque millones de gente de todo el mundo decidieron emigrar a Estados Unidos, dispuestos a trabajar duro para sus familias, incluyendo los que dejaron atrás. Usted no cree en el ideal americano de libertad e igualdad que continúa atrayendo gente que vive en países donde este ideal solo es realizable para una minoría privilegiada. Los que realmente creen en este ideal son los ciudadanos de países pobres, quienes arriesgan todo, incluso sus vidas, para llegar a los Estados Unidos. Gente hecho mierda de países mierda.

Bueno, Donald, ¿nunca se preguntó por qué su abuelo Friedrich Drumpf vino a Estados Unidos en 1885? Vino porque en aquel entonces Alemania fue un “shithole” incluso peor que El Salador y Haití ahora. ¿Por qué cree que millones de irlandeses, italianos, alemanes y noruegos abandonaron sus países para ir a Estados Unidos y convertirlo en el gran país que usted está tratando de destruir hoy? Llegaron a Estados Unidos, porque en sus “shitholes, como usted llama a los países pobres, no podían sobrevivir, ni mucho menos encontrar la libertad. Usted se hizo otra pregunta: En vez de toda esta chusma de “shitholes” como Haití o El Salvador, ¿por qué no traer a Estados Unidos a gente de Noruega? También es fácil de responder: Porque Noruega ya no es el “shithole” que fue cuando 4.5 millones de su población emigraron a Estados Unidos hace como 150 años. Tal vez le ofenda, pero hoy en día nadie va a emigrar de Noruega a Estados Unidos, porque este país ahora garantiza a sus ciudadanos un grado de libertad, prosperidad, seguridad, atención de salud e igualdad que usted solo puede soñar. Y así buena parte de Europa. Entonces, olvídese de masas de gente blanca y bien educada buscando Estados Unidos para hacerlo nuevamente un gran país. Tendrá que arreglárselo con gente de los “shitholes” del mundo. Y déjeme decirle: Son los más motivados a trabajar y para defender los “valores americanos”

Tiene razón usted: Tenemos un montón de mierda que pasa en nuestro país: corrupción, violencia, pésimo liderazgo… y a veces malas influencias desde los Estados Unidos. Por eso, muchas veces llamamos nuestro país peores cosas que “shithole”. Nosotros tenemos el derecho de hacerlo, usted no. Usted puede ─ y debería ─ denunciar a nuestros líderes por todo lo que hacen mal, pero no puede culpar ni mucho menos castigar a nuestros compatriotas, cuyo trabajo duro en Estados Unidos aporta más a nuestro país que el gobierno nuestro y el suyo juntos.


Saludos.

martes, 16 de enero de 2018

Dale a tu hijo un maestro Makarenko

Así ha sido el desmontaje del sistema educativo en Cuba
Jorge Ángel Pérez. Cubanet


Recordé, mientras hilvanaba algunas ideas para escribir este texto, aquella vez en la que me uní a un amigo para hacer una broma. Nos habíamos enterado de que una amiga común tenía un pasado que se empeñaba en esconder. La susodicha se formó, allá por la oriental Minas de Frío, como maestra Makarenko, lo que renegaba con un atroz silencio.

Enterados, la invitamos a tomar un té en mi casa de aquel viejo solar habanero a las cinco de la tarde, como si fuéramos nobilísimos ingleses. Servida la infusión, en tazas de socialista y china loza, hicimos notar que faltaban los pasteles, y salimos y volvimos sin ellos, pero si con unos viejos y tostados panes sobre dos platos de barro cocido. Fue entonces que mostramos nuestra coreografía, y entonamos la parodia que estuvimos preparando para “agasajarla”.

Escogimos la melodía de “La Macarena” pero cambiamos su letra. En lugar de cantar: “Dale a tu cuerpo, alegría, Macarena, eh Macarena…”, entonamos: “Dale a tu hijo un maestro Makarenko, eh Makarenko”… Así cantamos Pedro de Jesús y yo, y todo para fastidiar un poco a esa amiga, sin sospechar su reacción tras el recuerdo de un pasado que la llevó a vivir en casitas de techos cónicos, como los indígenas cubanos, mientras se formaba como maestra Makarenko en las montañas orientales.

¿Y por qué renegaba tanto de aquella “preparación” en Minas de Frío? Eso nunca lo tuvimos claro; se puso tan molesta que volteó su taza de té sobre un mantel que estaba en la familia desde que mis abuelos paternos se casaron, y se largó haciendo algún que otro estropicio durante la evasión. Sin dudas no quería recordar aquellos días en los que se incorporó a uno de los primeros proyectos de una “revolución” que pretendía dinamitar el sistema de educación con el que se encontró tras el “triunfo”.

No volvimos a mencionarle el tema y nos quedamos sin saber lo que pensaba sobre aquellos “pioneros del nuevo magisterio”, quienes se prepararon para dar una muerte definitiva a la Escuela Normal cubana, aquella que precisó de tanto empeño para su creación, esa Escuela Normal que en el siglo XIX tuvo, incluso, a José Martí como maestro normalista cuando enseñó en uno de sus planteles en la Ciudad de Guatemala. Hacer desaparecer la Escuela Normal era la meta, apagar una institución que había tenido como antecedente a una fundada en el convento de San Francisco, en Guanabacoa, en fecha tan lejana como 1857, 11 años antes del inicio de las gestas emancipadoras, 102 años antes del triunfo de la “revolución”.

Y Makarenko fue el nombre que escogieron, para congraciarse con los soviéticos, para hacerles ver que seguían el “camino trazado”. Makarenko, el nombre de un ruso que quizá ni se enteró que existía una isla llamada Cuba, un hombre que usó el alfabeto cirílico, tan distinto al nuestro, para escribir su “Poema pedagógico” y para enseñar a sus discípulos. Makarenko admiró a Stalin, y su nombre fue el elegido, aunque fuera mejor José Martí, que era el Apóstol, que era el Maestro.

Carlos Manuel de Céspedes pudo ser excelente opción para nombrar a esas escuelas. El nombre del presidente de la República en Armas era mejor, y mucho más si recordamos que el Padre de la Patria, el bayamés, empleó su tiempo, ya depuesto y en el intrincado San Lorenzo, a alfabetizar, en español, a niños que ni sabían escribir su nombre; y el Padre de la Patria ya sabía que estaban bien contados sus días.

En lugar de Makarenko pudieron decidirse por Félix Varela, el que nos enseñó a pensar, o José Agustín Caballero, aquel cubano que desde la Sociedad Económica de Amigos del País habló de renovar nuestro sistema de enseñanza. ¿Y por qué no José de la Luz y Caballero, ese gran cubano que soñó con la creación de las Escuelas Normales mucho antes de que aparecieran en España e incluso en los Estados Unidos? ¿Olvidó el “gobierno revolucionario” ese detalle?

Mucho mejor que Makarenko pudo ser también José Miguel Gómez, quien desde 1909 reclamara la creación de las Escuelas Normales, esas que se aprobaron en 1915, cuarenta y cuatro años antes del “triunfo revolucionario” y en las que no había que pagar ni un centavo para matricular. Y mucha importancia que se dio a la formación y también a celebrar sus graduaciones, tanta que la primera tuvo como recinto al Teatro Payret, en 1919, cuarenta años antes…

En cada provincia hubo una de esas escuelas, además de patronatos en Holguín y Cienfuegos, de donde salieron excelentes maestros, y hasta opositores a Machado y a Batista. Puedo imaginar lo que habría pensado Frank País, quien estudió en uno de esos planteles, después de la “desactivación” de la Normal. ¿Qué habría dicho de esas escuelas nuevas?; ¿qué de aquellas naves con techo de guano en las que dormían doscientas niñas?, ¿qué de los tantos meses sin contacto con la familia?

¿Qué aportó a la “revolución” tal espíritu de campaña? ¿Cuántos, como mi amiga, se abochornan de tal preparación? ¿Cuánto perdió la familia cubana? ¿Cuánto la educación? ¿Cuánta contingencia vendría luego…? Más, mucho más. Después vinieron las Escuelas Formadoras de Maestros Primarios que creyeron que podrían capacitar a muchachos de once años y con sexto grado para revolucionar la educación cubana… y luego el Destacamento Pedagógico Manuel Ascunce Domenech, los maestros emergentes… pero todo siguió igual.

Me equivoco, fue peor.

Y así siguen las cosas… Así fue que desaparecieron los exámenes en varios niveles de la enseñanza primaria; y el niño que nada aprendió, también ganó el siguiente grado…, y llegó a la secundaria chillando que era comunista como el Che, pero sin saber quién era Varela, Céspedes o Martí. Y fue ahí que entraron, sin que fueran llamados, los desechados maestros normalistas, ya viejos y entonces convertidos en repasadores, en salvadores, en correctores de tanto disparate; lo malo es que no son muchos los normalistas que llegaron hasta hoy.

Creo que todo eso justifica la actitud de mi amiga, la que no soporta que le recuerden aquellos largos meses viviendo como los siboneyes, quinientos años después de su desaparición, en aulas de techos cónicos y de guano, que debían hacerle entender que esas eran sus esencias, que esa era la nación cubana; de guano y con “bichitos” cayendo desde lo alto y sobre su libreta.

Ahora entiendo su empeño en olvidar. Ahora sé porque volteó la tetera sobre el viejo mantel bordado. Y hasta entendí que no es lo mismo tomar un té con magdalenas francesas y en elegante porcelana, que sorber un té, que solo Dios sabe de dónde salió, acompañado de pan viejo y tostado. Improvisar nunca fue bueno, y eso bien lo sabemos los cubanos.


Ah, y olvidaba contar que en 1899 Leonard Wood, gobernador norteamericano en la isla, decidió cerrar las Escuelas Normales, que reaparecieron luego, y que no volvieron a cerrarse hasta después del triunfo “revolucionario”. Supongo que a los “revolucionarios” no les agrade mucho esa extraña coincidencia.

domingo, 7 de enero de 2018

Holodomor: El genocidio secreto que asoló la sociedad ucraniana

Verónica Mollejo.  OK Diario



Muchos de los aquí reunidos nunca habrán oído hablar del Holodomor. Sin embargo, estamos ante uno de los exterminios más brutales y crueles del siglo XX. La razón de que este atroz acontecimiento sea todavía un misterio se debe al silencio sepulcral que la sociedad ucraniana mantuvo durante la contienda. Esta tuvo lugar tras la colectivización agrícola desarrollada por la URSS a principios de los años 30. Stalin emprendió en aquella época un plan estratégico que tenía como objetivo convertir la Unión Soviética en una potencia industrial de primer nivel, transformando el trabajo agrícola en un proceso industrializado y asumiendo todo el poder sobre los excedentes.

A pesar de los esfuerzos del gobierno por sacar adelante esta nueva medida, Rusia no consiguió generar la cosecha necesaria para alcanzar la cuota marcada. Una cifra que Ucrania siempre superaba con creces y que acabó siendo su perdición. Las autoridades centrales de la URSS obligaron al país vecino a contribuir en la causa con el 42% de su producción. Un porcentaje que forzó a muchos de los campesinos a esconder parte de la recolección, para asegurarse así su propia subsistencia. Multitud de manifestaciones, denuncias, despidos y abandonos no frenaron el terrible Holodomor, que en ucraniano significa ‘Gran Hambre’.

Para acelerar la recaudación, Stalin creó una ley que castigaba duramente el robo y la dilapidación de la propiedad social, que fue conocida por todos como la Ley de las Cinco Espigas. Esta condenaba a diez años de trabajos forzados a todo aquel que sustrajera bienes estatales, un término que incluía los granos de trigo cosechados en tierras ucranianas. Más de 125.000 personas fueron sentenciadas bajo dicha legislación. El resto de la resistencia fue aplastada sin piedad por el Comité central del PCUS, a través del aumento de las cuotas, las detenciones, los fusilamientos y una hambruna artificial y generalizada, que tras la contienda sumó más de un millón y medio de víctimas.


Durante la época más salvaje, se calcula que el Holodomor acabó con la vida de más de 25.000 campesinos al día. Se dice que incluso los soldados recibieron órdenes de recoger todos los cadáveres, para evitar así el canibalismo. A pesar de la magnitud de este suceso, durante décadas el Holodomor se mantuvo en el más absoluto secreto. Ya que las autoridades soviéticas obligaron a los funcionarios del momento a no mencionar el hambre como causa principal de la muerte. Culpando entonces a la emigración, la desaparición de los registros o las epidemias y enfermedades.

El hambre como arma política

Jonathan Wilde. Blog POLIS
Traducido por José Carlos Rodríguez



Entre los numerosos crímenes cometidos por Stalin se cuenta el de la hambruna forzosa de Ucrania durante los años 1932-1933. Como es común en los países en los que reina el socialismo, las hambrunas intencionadas se han usado como arma política utilizada para alcanzar los deseados objetivos contra varias clases. Las víctimas señaladas en esta ocasión fueron los kulaks, los agricultores campesinos que tenían propiedad y contrataban a trabajadores.

Cuando Stalin alcanzó el poder en 1924, vio el nacionalismo ucraniano como una amenaza al poder soviético, creyendo que cualquier insurrección futura podría provenir probablemente de los kulaks. Así que decidió aplastarles utilizando los métodos que tan exitosos habían sido en la URSS durante la política de “liquidación como clase”. En 1929, arrestó a miles de intelectuales ucranianos bajo falsos cargos y o bien los fusiló o bien los envió a campos de trabajo en Siberia. Llevó a cabo la colectivización de las explotaciones ucranianas requisando todas las tierras y el ganado privados, lo que afectó aproximadamente al 80% de la población de Ucrania, anteriormente conocida como el granero de Europa. Declaró a los kulaks enemigos del pueblo.

Se han estimado en diez millones de personas las que fueron desposeídas de sus hogares y pertenencias y enviadas a Siberia en trenes de mercancías sin calefacción, condiciones en las cuales pereció al menos un tercio de ellos. Los que se quedaron en Ucrania lo pasaron igual de mal, si no peor. Enfrentándose a la propaganda de guerra y a una ardua batalla, muchos kulaks se rebelaron, volviendo a sus propiedades, e incluso matando a las autoridades soviéticas locales.

Tan pronto como llegó a Stalin la palabra rebelión el pequeño éxito de los kulaks se tornó breve. Los soldados del Ejército Rojo fueron enviados para ahogar la rebelión y la policía secreta inició una campaña de terror con el objetivo de romper el ánimo de los kulaks. En 1932, con la mayoría de las explotaciones ucranianas colectivizadas a la fuerza, Stalin ordenó un aumento en las cuotas de producción de comida. Lo hizo en múltiples ocasiones hasta que no quedó comida para los ucranianos. La cosecha de trigo de 1933 se vendió en el mercado mundial a precios por debajo del mercado. Los historiadores han calculado que dicha cosecha podría haber alimentado a los ucranianos por dos años.

Cuando el partido comunista ucraniano solicitó a Stalin una reducción en las cuotas, éste respondió enviando al Ejército Rojo para exterminar el PC ucraniano e impedir que los ciudadanos fueran a más con la creación de un inmenso campo de concentración dentro de sus fronteras. La policía secreta aterrorizó a la población haciendo inspecciones aleatorias de las pertenencias personales y requisando toda la comida que encontraran, ahora considerada sagrada propiedad del Estado. Cualquier ladrón de comida del Estado o bien era ajusticiado inmediatamente o era enviado por lo menos por diez años a los Gulag.

El efecto fue la hambruna, masiva y prolongada. Murieron millones de personas, simplemente porque no tenían con qué comer. El aspecto característico de los niños era esquelético y con el abdomen hinchado. Se cuenta que las madres abandonaban a sus hijos en los vagones de los trenes que iban a las grandes ciudades con la esperanza de que alguien pudiera cuidar de ellos mejor. Desafortunadamente, las ciudades estaban inundadas de miseria y hambre. Los ucranianos pasaron a comer hojas, perros, gatos, ratas, pájaros y ranas. Cuando esto no era suficiente, incluso pasaron al canibalismo. Se ha escrito que “el canibalismo era tan común, que el gobierno imprimió carteles que decían: comer a tus propios hijos es un acto de barbarismo”.

En los momentos más crudos de la hambruna, morían unas 25.000 personas cada día en Ucrania. El recuento final se sitúa entre los cinco y los ocho millones de personas. Cuando los familiares extranjeros de los ucranianos, en Occidente, respondieron enviando cargamentos de comida, los oficiales soviéticos reaccionaron requisando esa ayuda. Los gobiernos occidentales ignoraron durante mucho tiempo los informes sobre las hambrunas que periódicamente se escapaban al Estado de terror soviético. Franklin Delano Roosevelt reconoció formalmente al gobierno de Stalin en 1933, y la Unión Soviética fue reconocida en la Sociedad de Naciones en 1934.

Los kulaks no tienen un museo, mucho menos un memorial. Hoy, nosotros les recordamos.


Fuente: Liberalismo.org