miércoles, 26 de febrero de 2020

¿BLOOMBERG O SANDERS?


Mario J. Viera



Responder a esta pregunta es casi como reproducir el conflicto de Hamlet. Bloomberg y Sanders, son dos personajes contradictorios entre sí. El primero, un millonario demagogo que confía en el poder del dinero para alcanzar el poder político; el segundo, un socialista delirante que confía en el poder de las masas que se sienten frustradas en sus aspiraciones de mejoramiento social, para, también, alcanzar el poder político.



El dilema que me planteo, y que muchos, dentro del electorado demócrata, se deben estar planteando, es deducir, cuál de los candidatos que aspiran a la nominación al Partido Demócrata, tiene mayores posibilidades de derrotar a Trump en noviembre. Se han barajado diferentes nombres, según la afinidad o simpatías que se tengan a favor de uno u otro de los candidatos. Algunos se deciden a favor de Joe Biden, otros por Pete Buttigieg, o por la senadora Elizabeth Warren; o tal vez, por Amy Klobuchar; pero los dos candidatos que más pasiones generan, son precisamente los de la pregunta inicial: Mike Bloomberg y Bernie Sanders. Sanders con, hasta ahora, 45 delegados, en tanto Bloomberg no ha ganado ninguno.



Bloomberg y Sanders son los candidatos que, al mismo tiempo, generan más pasiones y más dudas. Ambos cuentan con ardorosos y efusivos partidarios, tanto que los dos grupos de partidarios parecen combatientes atrincherados dentro de sus respectivas posiciones. ¡Ni un paso atrás!, aparenta ser la consigna de los dos grupos. Cada una de estas secciones parecen semejarse en mucho con aquellos que, en el bando contrario, forman la base electoral de Donald Trump. Todo esto hace evidente que, dentro del electorado demócrata, existe un amplio abanico de posiciones ideológicas, que abarca, desde una derecha moderada hasta una izquierda dura.



Más que apostar a favor de la agenda en particular que los candidatos propongan, la tendencia actual, parece ser la de apostar por aquel que cuente con mayores posibilidades de vencer a Trump; pero ¿se ha considerado cuál es el candidato que, de ganar la presidencia, le conviene más a Estados Unidos en un periodo post trumpista? ¿Será Bloomberg o será Sanders; o será otro muy distante de ambos aspirantes? Particularmente siempre he pensado que la opción demócrata para las elecciones presidenciales debiera ser una, ahora y por el momento, la de nominar a un candidato que tuviera las mayores probabilidades de derrotar a Trump. En realidad, la opción para nominar un candidato debiera formularse sobre dos criterios: 1) posibilidad de derrotar a Trump, y 2) ser el presidente necesario.



Entonces, analicemos. ¿Qué posibilidades ciertas tienen Bloomberg y Sanders de ganar la nominación? Sanders hasta el momento cuenta con 45 delegados de los 1 991, que se requieren para ganar la nominación. ¿Qué posibilidades tiene para ganarse los 54 delegados que aportan las primarias de Carolina del Sur el próximo 29 de febrero? Las encuestas muestran a Joe Biden como el favorito en Carolina del Sur, con el 24%; Sanders en segundo lugar cinco puntos porcentuales por debajo de Biden (19%); Tom Steyer, en tercer lugar, con 15%; Pete Buttigieg, 7%; Elizabeth Warren, 6%. Bloomberg tiene depositadas todas sus esperanzas, y 124 millones de dólares en campaña en los 14 estados que, en el Supermartes, aportan 1,357 delegados. No obstante, Sanders se va a Texas y California los que, en conjunto, aportan 643 delegados de los 1,357 que se discuten el 3 de marzo. Si gana en esos dos estados, Sanders habrá captado el 47% de los delegados del supermartes.



Sanders tiene muchísimas posibilidades de ganar la nominación, a no ser que... Bloomberg. en un tuit, le restriega en la cara que había encomiado a la dictadura castrista con motivo de la campaña de alfabetización que, en 1961, impulsó Castro, un hombre que había dejado “un oscuro legado de campos de trabajo, opresión religiosa, pobreza generalizada, pelotones de fusilamiento y el asesinato de miles de sus propios ciudadanos”.



 Y desde el campo de Biden, un comunicado alerta contra el senador de Vermont: “Ya hemos tenido un presidente que elogia a dictadores y sus prácticas mafiosas. Que nadie se engañe los comentarios de Bernie Sanders sobre Fidel Castro son parte de un patrón extendido a lo largo de su vida de abrazar líderes autocráticos”. Y Buttigieg, usando el Twitter consideró que Estados Unidos necesita “un presidente que sea extremadamente claro a la hora de posicionarse contra los regímenes que violan los derechos humanos”. Ya en Nevada Buttigieg había declarado: “Antes de que nos precipitemos a nominar a Sanders en la única oportunidad que tenemos de acabar con este presidente, echemos una ojeada a lo que está en juego, para nuestro partido, para nuestros valores y para aquellos que tienen mucho que perder”. Concluyendo luego: “Creo que la mejor manera de derrotar a Donald Trump es ampliar y galvanizar una mayoría que nos apoye en temas críticos. El senador Sanders cree en una revolución inflexible e ideológica que deja fuera a la mayoría de los demócratas, por no hablar de la mayoría de los americanos”; aunque luego, en el debate de Carolina del Sur se muestra más conciliador:



No me entusiasma un posible escenario en el que todo se reduzca a Donald Trump y su nostalgia por el orden social de los '50, y Bernie Sanders y su nostalgia por las políticas revolucionarias de los '60". Esto se trata del año 2020. No vamos a sobrevivir o tener éxito, y ciertamente no vamos a ganar reviviendo la Guerra Fría, y no vamos a ganar esos puestos clave en el Senado y en la Cámara si quienes compiten por los escaños tienen que explicar por qué el candidato del partido demócrata está diciéndole a la gente que mire el lado bueno del régimen de Castro”.



Sanders limita su defensa a decir de que no es un radical y haciendo un señalamiento sobre lo que ha sido la política internacional de Estados Unidos por mucho tiempo: “Sería una buena idea ser honestos acerca de nuestra política exterior. Estados Unidos ha derrocado a gobiernos en todo el mundo, en Chile, en Guatemala, en Irán, Y cuando las dictaduras, ya sean la china o la cubana, hacen algo bueno, hay que reconocerlo, pero no hay que intercambiar cartas de amor con ellos”.



Por supuesto que Bloomberg no salió librado de críticas, aunque menos agresivas que las recibidas en Nevada, la más aguda fue la que el casi ignorado y también multimillonario candidato Tom Steyer, expresó: “Estamos ante un partido que ha decidido que vamos a apoyar a alguien que es un socialista demócrata o alguien que tiene una larga historia de ser republicano”, dijo haciendo referencia al hecho de que Bloomberg, por mucho tiempo se alineaba con el Partido Republicano. Y expresó su temor ante el avance de Sanders en las encuestas y las posibilidades de influjo ad captandum vulgus de la millonaria propaganda que impulsa Bloomberg: “Tengo miedo, si vamos a uno de esos extremos, corremos un riesgo terrible de reelegir a Donald Trump”.



¿Qué posibilidades tienen Bloomberg y Sanders de derrotar a Trump, si alguno de ellos llega a ser el nominado? Pienso que las mismas que pueda tener cualquiera de los otros aspirantes. Siempre el voto de castigo puede darle al candidato demócrata, buenos dividendos. Y como presidente, ¿cuál sería el más indicado, Bloomberg o Sanders? Eso ya es, como se dice, harina de otro costal. Desde mi particular punto vista, pienso que ninguno de los dos. Bloomberg solo haría alguna que otra reforma cosmética, lo haría mejor que Trump, pero todo seguiría siendo más de lo mismo con lo mismo. ¿Sanders? Sus reformas más radicales, posiblemente como la promoción de una tercera vía entre el neoliberalismo y la socialdemocracia, inspirada en las tesis de Anthony Giddens, una tercera vía de desarrollo social que Tony Blair intentó impulsar en 1998 en Inglaterra y que estruendosamente fracasara; quizá también adelantar reformas audaces como las existentes en el socialismo del llamado modelo escandinavo, en Noruega, Suecia y Dinamarca. Algo bien difícil de que logre hacer pasar y con el inconveniente de que el modelo escandinavo, según el criterio de los especialistas, es funcional en países de poca población.



Como en una ocasión dije, Obama no pudo desarrollar gran parte de su agenda política, mucho más moderada que la de Sanders, entonces cómo se puede creer que Sanders pueda impulsar la suya con éxito. Sanders si llegara a la presidencia, desde el primer día sería el clásico pato cojo. y solo sería humareda que el viento se lleva.



Entonces, ¿Bloomberg o Sanders? Yo respondería diciendo: ¡Ninguno de los dos! Y si se me diera licencia para apuntar al candidato que mejor le fuera a Estados Unidos como Presidente, señalaría sin pensarlo dos veces: ¡Joe Biden! Desgraciadamente, Biden no parece despegar y se ha mostrado opaco, es como que su tiempo ya es pasado; que ese tiempo debió haber sido en las elecciones de 2016.  

viernes, 14 de febrero de 2020

La filosofía de los “destacados líderes opositores” del exilio cubano


Mario J. Viera



A menudo leemos en la prensa expresiones tales como “destacado opositor”, o “reconocido líder o dirigente” para referirse a esos tan mediáticos personajes del exilio cubano, que resaltan por sus declaraciones, sus enjundiosos proyectos cívicos, plataformas y programas, que les acompañan en repetitivos peregrinajes por América Latina y por Europa. Títulos rimbombantes, crípticos, emotivos, encabezan sus respetivos proyectos, tales como, “El Día R” “Todos Marchamos”, “Somos más”, “Parón”, “Cuba decide” y hasta “Plebiscito vinculante” y sin dejar de faltar, una “Asamblea de la Resistencia Cubana”. Todos, por supuesto, muy democráticos, ¿cómo no serlos si son la antítesis del proyecto totalitario impuesto en Cuba? El quid, la cuestión, el meollo de todos esas plataformas, proyectos y programas que impulsan los más destacados y preclaros dirigentes del exilio es saber si son realizables o simples intenciones.

Trotamundos incansable y estoicos ─ aunque no sé si Séneca o Epicteto estarían de acuerdo con este calificativo ─ en la divulgación de sus proyectos, impartiendo conferencias, declarando ante parlamentarios y variopintos foros, que les escuchan amablemente y con cierta empatía y... ¡Nada más!  Es que para los receptores de tales proyectos les parecen ser lo mismo con lo mismo, aunque entre un proyecto y otro existan sus lógicas diferencias. Esto me trae a la memoria lo que, en 1994, me dijera Paul Vermeirsch embajador de Bélgica en Cuba. Me aseguró que todos los grupos disidentes no tenían nada nuevo que decirle. Pero yo podría enviarle por escrito las proyecciones de la organización opositora que representaba y luego me daría su opinión. Así lo hice, y, algunos días después, me remitió sus opiniones. En síntesis, me dijo que nuestras proyecciones le resultaban interesantes, pero... omitíamos, lo mismo que las otras omitían: el cómo.

Todos proponen cambios, ¡Magnífico!; proponen alguna que otra hoja de ruta para alcanzar establecer la democracia en Cuba, como esa, que el Diario Las Américas denominó como “carta de navegación”, el Acuerdo por la Democracia en Cuba de 1989; ¡de 1989! Y que ahora, recientemente, los más “destacados líderes” del exilio cubano, desempolvaron en la conferencia de “Pasos del cambio en Cuba”. Todo muy hermoso ¿quién podría estar en contra de esa hoja de ruta para la transición en Cuba, que, supuestamente, debe impulsar un gobierno de transición, como es el Acuerdo por la Democracia en Cuba? Lástima que se trate de un qué para un cuándo, sin especificar el cómo. En un silogismo político el qué es la tesis, el cómo, la antítesis y el cuándo es la síntesis. Es todo, como lo expresado por el retórico latino Marco Fabio Quintiliano (circa 39 – c. 95), un lucus a non lucendo, “Un bosque que no se ve”; es decir una discordancia, o “la validez de lo imposiblemente válido”. Es como una espera para que el régimen, de sí mismo, impulse o autorice los cambios que le liquidarán.  

Me faltaba encontrar un calificativo, que no fuera peyorativo, para identificar lo que hay de común en las propuestas viajeras de los “destacados” disidentes u opositores del exilio, en ese su modo de ver y de conducir la oposición anticastrista, su propia filosofía, el vínculo identitario de sus propuestas. Busqué en mi mente el adecuado calificativo y, por más que insistiera, no le encontraba, sin saber que existía, que venía siendo utilizado para denominar a cierta literatura impresionista y de lo absurdo, desde principios del pasado siglo, con representantes significativos como Eugène Ionesco (del teatro del absurdo, sobre todo en la Cantante calva), Umberto Eco (El nombre de la rosa), y Julio Cortázar (Rayuela). Son esas lagunas intelectuales que existen en mí.

De buenas a primera, y sin que hubiera hecho algún esfuerzo de búsqueda, se me apareció la palabra mágica: La ‘Patafísica. La ¿ciencia? o ¿filosofía? que se dedica “al estudio de las soluciones imaginarias y las leyes que regulan las excepciones”. Fue el escritor francés Alfred Jarry el creador de tal palabra en su novela póstuma (publicada en 1911, cuatro años después de su muerte), Gestas y opiniones del doctor Faustroll, patafísico. “¿De qué se ocupa, entonces, la "ciencia" de las excepciones? ─ pregunta Valeria Perasso. BBC Mundo, 25 septiembre 2009 ─ De buscar soluciones imaginarias. Que podrían servir para resolver un problema o saciar una necesidad, pero no necesitan hacerlo. Podrían, si quisieran. O no. (...) Ahora, ¿cuál es la meta? Los patafísicos tienen un único mandato: dedicarse a la "exploración profunda de la inutilidad".  

Ya puedo exclamar como lo hiciera el matemático, físico, ingeniero y astrónomo Arquímedes de Siracusa: “¡Eureka! ¡Eureka!” Sí encontré el adecuado calificativo para definir a los “destacados” líderes del exilo y sus propuestas: “patafísicos”. Y puedo cambiar el título de este artículo para presentarlo de este modo:

La ‘patafísica de los “destacados líderes opositores” del exilio cubano.

sábado, 8 de febrero de 2020

A TRUMP LE IMPORTA UN CARAJO ISRAEL


Mario J. Viera



Donald Trump, lo poco que conoce del conflicto palestino-israelí, se lo debe a su queridísimo yerno, el presuntuoso Jared Kushner, al que algunos le denominan “el príncipe Kushner”. Es por ello que Kushner es el encargado por Trump de alcanzar un “acuerdo definitivo” que posibilite resolver el conflicto en Tierra Santa. De este modo, entre los manejos de Kushner, que de geopolítica apenas tiene un conocimiento de kindergarten, y el habilidoso y experimentado estadista Benjamín Netanyahu, Trump pudo anunciar el pasado 28 de enero su “acuerdo del siglo”, la panacea que resolvería por fin el problema. Antes, en contra de lo que establecen las resoluciones de la ONU, Trump reconoció a Jerusalén como la capital eterna de Israel y, por supuesto, concedió el reconocimiento de la soberanía israelí sobre los estratégicos Altos de Golán (Posiblemente desconozca que este importante punto estratégico está en Siria y que fuera ocupado por Israel durante la guerra de los Seis Días de 1967 y, definitivamente en la guerra de Yom Kipur de 1973).

Pero estas decisiones y acuerdos irresolutos de Trump, no son impulsados por un interés honesto por lo que pueda ocurrir en Israel. Él tiene puesta sus miras en algo más importante y que le permita obtener réditos electorales. Israel está bien lejos de los intereses trumpistas, su interés está en ganar el voto de ese medio millón de judíos que habitan en la Florida, arrebatarles a los demócratas el voto judío, con el que ellos siempre han contado. Es posible que la comunidad judía de la Florida caiga arrobada por la política de Trump con respecto a Israel sin hacer consideraciones a los verdaderos intereses de Trump. Él está en campaña electoral para asegurar su reelección, no ha dejado de estarlo desde las elecciones de medio término.

Son los votos lo que a Trump le interesa obtener; los votos de los judíos y los del exilio cubano y venezolano, por eso en su comparecencia ante el Congreso para el Estado de la Unión invitó a Guaidó y lo saludó con efusión; por eso, sus “todas las opciones sobre la mesa”. Campeón de la lucha por la democracia para Cuba; por eso aplicando fueres sanciones económicas, tan del agrado del denominado exilio histórico cubano, contra el régimen de la isla. Los ingenuos, todos les darán su voto. A Trump, le importa un carajo Israel, Cuba o Venezuela, lo que le importa es ganar la Florida con el voto de judíos, venezolanos y cubanos.