lunes, 22 de octubre de 2012

Un poquito menos de lo mismo


Se calcula que cada año  más de 200 000 cubanos realizan viajes temporales al exterior, pero en su mayoría son funcionarios gubernamentales, cooperantes internacionalistas que salen a recaudar divisa para el régimen, artistas o deportistas, custodiados como ganado para que no “deserten” a la primera oportunidad.

Luis Cino Alvarez. CUBANET

La tan largamente esperada modificación de las leyes migratorias, anunciada el 16 de octubre y que entrará en vigor a partir del 14 de enero, es una estafa. Otra más. Digamos que es un poquito menos de lo mismo: el gobierno elimina el permiso de salida, la ominosa tarjeta blanca, pero se arroga el derecho de conceder el pasaporte, con el precio  triplicado, a quien estime oportuno concedérselo.

Con el argumento oportuno y siempre a mano de la hostilidad del gobierno de los Estados Unidos, la Dirección de Inmigración y Extranjería del Ministerio del Interior, para defender la revolución e impedir el robo de cerebros, se reserva el derecho de retener en el país a los profesionales, en particular a los médicos, esos esclavos de bata blanca que tanto costó formar, así como a determinados opositores a los que no es conveniente tenderles el consabido puente de plata.

Lógicamente, estas restricciones para viajar, que se suman a los salarios insuficientes que les pagan y a las licencias que no les dan para ejercer por cuenta propia,  harán que se eleve -¡vaya logro!- el nivel profesional de los que arriesguen sus vidas en salidas clandestinas del país. Eso, sin contar los médicos y paramédicos que desertarán en cumplimiento de misiones en el exterior. Pero supongo que ya tengan eso previsto los segurosos que vigilan a los  médicos internacionalistas.

Se calcula que cada año  más de 200 000 cubanos realizan viajes temporales al exterior, pero en su mayoría son funcionarios gubernamentales, cooperantes internacionalistas que salen a recaudar divisa para el régimen, artistas o deportistas, custodiados como ganado para que no “deserten” a la primera oportunidad.

Pero ahora habrá un poco más de flexibilidad a la hora de dejar salir del país. Los pichones autorizados por Papá Estado a volar del nido, los que no le interesen particularmente, los desechables, llamémosles así, que dispongan de plata suficiente o de parientes en el exterior que se la envíen, ahora pueden viajar y permanecer en el exterior, no once, sino 24 meses. Y si así lo deciden, si lograron burlar el tamiz consular de “los posibles inmigrantes”, quedarse en el capitalismo, ahora en crisis económica: ese es su problema. Siempre es conveniente –y más ahora en la metamorfosis al capitalismo de estado y partido único- aliviar presión social de la caldera, no vaya a ser que reviente.

Que más da, si ya hay demasiados, que se vayan unos cuantos macetas de poca monta ─ los de mucha ya sabemos quiénes son ─ y timbiricheros protocapitalistas poco confiables, que al final van a tener que gastar sus dólares o euros en enviar remesas a sus familiares en Cuba o en las TRD cuando vuelvan a visitarlos.

Por lo pronto,  ya hay bastantes decepcionados que supieron leer entre líneas la habitual trampa en la nota oficial, redactada de modo suficientemente ambiguo para aparentar que es más de lo que realmente es. Pero muchos desesperados aspirantes a emigrar se aprestan a vender casas y carros para reunir el dinero de los trámites y los pasajes. Así, continuará el drama de las familias separadas por más de medio siglo, que no va a ser demasiado aliviado por estas modificaciones migratorias con trampa. Y uno no puede menos que lamentar que irse de su  país, en vez de intentar arreglarlo, sea el sueño de tantos cubanos, principalmente jóvenes.

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