Otra de las soluciones planteadas para el tercer mundo fueron la propuesta por Samir Amin, economista egipcio neo marxista quien sostuvo la necesidad de los países del Tercer Mundo de ir hacia la desconexión del mercado mundial y evitar su participación en la división internacional del trabajo que según él imponía la condición de centro-periferia. Conforme a esta tesis, la necesidad de desconexión es el lógico resultado político del carácter desigual del desarrollo del capitalismo, pero también la desconexión es una condición necesaria para cualquier avance socialista, tanto en el Norte como en el Sur.
De acuerdo con Samir Amin por desconexión habría que entenderse la subordinación de las relaciones exteriores al desarrollo interno auto-centrado de cada país de la periferia, subordinando los criterios de racionalidad económica que resultan de la dominación de las leyes del capitalismo a escala mundial, a las necesidades nacionales y populares de la periferia. Es decir, romper con las relaciones de mercado internacional y concentrarse en el desarrollo de un mercado nacional y en servicios sociales como asistencia médica gratuita y ayuda económica a los sectores desposeídos de la sociedad.
El resultado fue catastrófico en los países en que se establecieron las supuestas medidas de “corrección” de las estructuras económicas que propiciaban la dependencia del tercer mundo a las decisiones de los países industrializados. “La crisis de la deuda golpeó muy duro a América Latina. Los préstamos habían sido enormes. Entre 1975 y 1982, la deuda externa de América Latina casi se cuadruplicó, pasando de $45,200 millones a $176,400 millones. Si se suman los préstamos a corto plazo y los créditos del Fondo Monetario Internacional, en 1982 la deuda era de $333,000 millones. Y, sin embargo, nadie le prestaba mucha atención hasta agosto de 1982, cuando México se vio al borde de la mora. Lo que siguió fue una doble bancarrota – financiera e intelectual. Las ideas que habían conformado el sistema económico de América Latina habían fracasado y los países latinoamericanos ya no podían financiarse. La dependencia los había llevado a la bancarrota. Los años que vinieron, en los que América Latina luchaba por reconformar su economía, fueron calificados como “la década perdida”. Y con razón. En 1990, el ingreso per cápita era menor que en 1980” .
Sin embargo las tesis de la dependencia y de la desconexión han continuado permeando el pensamiento político de la izquierda bullanguera de América Latina. Se manifiestan en la conducción de los gobiernos “bolivarianos” y se hizo dramáticamente palpable en Cuba en el periodo anterior al derrumbe del campo socialista. Los resultados saltan a la vista.
La tesis de la desconexión de Samin Amir, al menos en Cuba, no dio ningún resultado positivo, más bien, arruinó al país y le ha dejado una enorme deuda externa que, en realidad, va a ser “impagable e incobrable”.
La izquierda bananera ponía de ejemplo a Cuba bajo el castrismo para demostrar la justeza de sus ideas. En la Biblia del profeta Eduardo Galeano se leía la satisfacción cuando afirmaba que el azúcar cubano sería el instrumento para “romper el espinazo del monocultivo y la dependencia”. Lleno de entusiasmo el profeta Galeano habla del crecimiento de las importaciones de maquinarias y de instalaciones industriales que se había producido desde el establecimiento del socialismo tropical. “Cuando cayó la dictadura de Batista, había en Cuba cinco mil tractores y trescientos mil automóviles. Hoy hay cincuenta mil tractores…”. Un manejo interesante de cifras para que el aumento de tractores sea exactamente 10 veces. Claro está que el hemofílico Galeano no quiso percatarse de algunos pequeños detalles. La maquinaria y los tractores se importaban de la Unión Soviética bajo los subsidios soviéticos por el uso del territorio cubano como insumergible portaaviones ruso frente a las costas de los Estados Unidos. Estrategia de la guerra fría. Además la maquinaria que se utilizaría en la fracasada industrialización era anticuada y de tecnología obsoleta. Cuba, en base a la especialización internacional de producción se convertiría en la azucarera del CAME; es decir los buenos soviéticos harían lo mismo que supuestamente hicieron los malos americanos: impusieron el monocultivo azucarero en Cuba.
Sin embargo la Biblia del perfecto idiota latinoamericano se contradice en lo tocante a la industrialización y al tema de la sustitución de importaciones. Un renglón que resulta indispensable para la sustitución de importaciones es el desarrollo de la producción agrícola; pero para ello se requiere poner en práctica las técnicas y tecnologías modernas que permiten el crecimiento de la agricultura. Veamos qué dice el profeta: “…las fábricas, que también segregan desocupados a medida que se modernizan ─ ¿Cómo es posible sustituir importaciones sin que las fábricas se modernicen? ¿Será que Galeano propone una nueva forma de ludismo destructor de nuevas tecnologías? ─, no brindan refugio (a) la mano de obra excedente (de los latifundios) y no especializada. Los adelantos tecnológicos del campo (…) agudizan el problema ─ es decir, la tecnología en las labores agrícolas incrementa el desempleo, luego para frenar el desempleo será necesario no introducir adelantos tecnológicos en la producción agropecuaria y si no se introducen esos adelantos tecnológicos que permiten una agricultura intensiva habrá que ir entonces a la agricultura extensiva para resolver el abasto de productos agrícolas. Esta es la contradicción de la izquierda bananera. Se oponen al latifundismo y necesitan la producción extensiva que solo es posible en la gran empresa agrícola, es decir… ¡latifundio! Y continúa el sagaz Galeano: “Se incrementan las ganancias de los terratenientes, al incorporar medios más modernos a la explotación de sus propiedades, pero más brazos quedan sin actividad y se hace más ancha la brecha que separa a ricos y pobres” . ¿Por fin, qué? De lo que se trata es que los propietarios no incrementen sus ganancias. Eso es un grave pecado a los ojos de los perfectos idiotas izquierdistas bananeros latinoamericanos. Si se obtiene ganancias por la introducción de tecnologías de avanzada se “hace más ancha la brecha que separa a ricos y pobres”, ¡vaya conclusión de tonto! El silogismo está mal planteado o las premisas son absurdas: “la tecnología crea ganancias”, “las ganancias crean ricos”, luego “los pobres son más pobres”. Mayor estupidez no puede concebirse.
La izquierda bananera quiere salir del subdesarrollo. Intención válida; para ello pretende que se impulse la industrialización. Nada que objetar. Entonces hay que propiciar la transferencia de tecnologías y la inversión extranjera en el sector industrial o transformativo, no rechazarla como imagen virtual de la penetración imperialista; y hay que invertir en la educación, calificar a la fuerza laboral de donde se pueden extraer los técnicos y los obreros capaces de hacer aplicable la nueva tecnología. Sin la capacitación de la fuerza laboral no hay modo posible de hacer más estrecha la “brecha que separa a ricos y pobres”.
Pero veamos qué dice Galeano sobre el tema de la reforma agraria: “Desde que la Alianza para el Progreso proclamó a los cuatro vientos, la necesidad de la reforma agraria, la oligarquía y la tecnocracia no han cesado de elaborar proyectos. Decenas de proyectos, gordos, flacos, anchos, angostos, duermen en las estanterías de los parlamentos de todos los países latinoamericanos”. Esta afirmación del novel historiador de fantasías hace recordar la anécdota que se recoge en el evangelio de San Lucas (11: 14-22) cuando los fariseos acusaban a Jesús de que expulsaba a los demonios por medio de Beelzebú, príncipe de los demonios. La respuesta del Mesías fue la siguiente: “Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado; y una casa dividida contra sí misma, se desplomará. Y si también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo se mantendrá su reino?”. ¿Cómo puede ser posible que la oligarquía se revuelva contra sí misma, atacando la base de su poder que es el latifundio por medio de un replanteo de la propiedad fundaría? Se derrumbaría su poder.
Galeano luego hace un recuento muy somero de las leyes de Reforma Agraria que se habían promulgado en América Latina. De la Reforma Agraria de 1964 en Ecuador afirma: “Otra reforma agraria digna de una antología es la que se promulgó en Ecuador en 1964. El gobierno solo distribuyó tierras improductivas, a la par que facilitó la concentración de las tierras de mejor calidad en manos de los grandes terratenientes”
Digamos en primer lugar que esa Reforma Agraria fue dictada por la Junta Militar que asumiera el poder en Ecuador el 11 de julio de 1963 tras deponer al presidente pro castrista Carlos Julio Arosemena. Muchos de los críticos del gobierno cuatriviro, denominado así por estar integrado por un cuerpo colegiado de cuatro altos mandos militares, reconocen en cambio que la Ley de Reforma Agraria, que promulgara bajo la asesoría del Ministro de Fomento, abolió el huasipungo (una forma ancestral de explotación del indígena que por el cultivo de una minúscula parcela de tierra de subsistencia se veía obligado a trabajar gratuitamente para el terrateniente), posibilitó la reversión de tierras a las comunidades indígenas y favoreció la producción. La Reforma Agraria benefició a 23 mil familias y resolvió 14.008 casos de huasipungos en 800 haciendas .
Según Carlos Nieto Cabrera entre 1964 y los años finales de la década de 1970 “se dieron las condiciones más favorables (en Ecuador) para el acceso a la tierra de campesinos e indígenas: en algunos casos, el acceso tuvo lugar por negociación; en otros, por tomas forzadas (y ulterior negociación)”. No obstante, este autor afirma que el acceso a la tierra de campesinos indígenas y negros no les permitió salir de su pobreza crónica debido a varias causas. “En algunos casos, los dueños de los grandes fundos y haciendas cedieron las tierras menos productivas y de menor potencial agroecológico conservando para sí las más productivas”. Aspecto este que puede confirmar la tesis de Galeano sino se toma en cuenta la expresión relativa de “en algunos casos” empleada por el autor y no la absoluta del hombre de las venas abiertas. “En otros ─ continúa Nieto Cabrera ─, las condiciones de acceso al crédito y a la tecnología que regían las entregas de predios eran tan desventajosas que los campesinos e indígenas, no pudiendo hacer producir la tierra, descuidaron la tierra y favorecieron la erosión del suelo y la pérdida de la cubierta vegetal”
Es por esta razón que Michel Laforge consideró las reformas de 1964 y de 1973, no fueron integrales.
Para Nieto Cabrera los procesos de reforma agraria y de apertura del mercado de tierra en Ecuador plantearon ciertos aspectos positivos, señalando como uno de esos aspectos al hecho de que antes de la apertura del mercado de tierra “los grandes propietarios no tenían incentivos para hacer mejoras o llevar a cabo programas de conservación, debido a la amenaza constante de invasiones o traspasos forzados. Tampoco los pequeños propietarios o propietarios ancestrales sin título se veían motivados a participar en los planes de conservación o de mejora. En la actualidad existe una cierta seguridad de la tenencia de la tierra y un mercado de tierras que ha proporcionado a ambos grupos de propietarios los incentivos necesarios para invertir en la conservación y mejora de los recursos naturales”
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