Aleaga Pesant. CUBANET
Hubo poca gente en su velorio, tan
poca que daba pena. Eloy Gutiérrez
Menoyo, el más cubano de los españoles o el más español de los cubanos, nos
dijo adiós el viernes 26 de octubre, en medio de una soledad que atribulaba.
Gutiérrez Menoyo nació en España en
época revuelta y violenta. La
participación de su familia en la guerra civil española, en el bando
republicano como Rolando Masferrer y otros violentos cubanos, fue la seña de su
simplificación de la realidad cubana. Si su hermano Carlos fue el líder del
asalto al Palacio Presidencial el 13 de marzo de 1957, donde murió, él se alzó
en armas en las montañas del centro de la isla y creo el Segundo Frente
Nacional del Escambray.
Con el grado de Comandante, llegó a La
Habana en 1959. No contento con el giro
comunista del gobierno y, según dicen algunos, enfrentado desde antes del
triunfo con Ernesto Guevara y Raúl
Castro, decidió salir hacia los Estados Unidos de donde regresó armado en 1964. Detenido en enero de 1965, cumplió 22 años de
prisión de los 30 a los que fue condenado, supuestamente gracias a la mediación
del Presidente del Gobierno Español
Felipe González. Marchó nuevamente al exilio.
En 1993 creó en los Estados Unidos la
organización política Cambio Cubano, que intentaba participar en la democratización
de la isla. También crea una editorial
para publicar autores de la isla, pero casualmente el primer libro que editaría
fue el de Raúl Capote, un intelectual que servía como agente a la policía
política y que condenó el proyecto.
Desde la plataforma de “Cambio” atacó
a la política norteamericana, principal sostén exterior de la lucha del pueblo cubano por la
democracia. También atacó al embargo
comercial norteamericano, aunque el entonces presidente Bill Clinton fue uno de
los presidentes que más trató de flexibilizar esa ley tras su llegada al poder.
En la segunda mitad de la terrible
década del 90 del siglo XX, el gobierno militar y Fidel Castro en particular le
dio audiencia en dos o tres oportunidades.
Era el momento de la gran crisis, el llamado Periodo especial en tiempo
de paz, momento difícil para el gobierno, que buscaba cualquier salvavidas.
Regresó a La Habana, para quedarse,
poco después de la Primavera Negra del año 2003, insultando con su actuación a
muchos demócratas cubanos. Creyó que
Fidel Castro le permitiría a él abrir una oficina de Cambio Cubano, justo
después de haber enviado a prisión a 75 opositores. Su ilusión le valió hasta
su muerte el desprecio de los que se sintieron ultrajados. De nada valió que en
entrevistas posteriores concedidas a la prensa independiente tratara de cambiar
esa imagen. Su aura negativa, nunca lo
abandonó.
Lo conocí el 17 de mayo de 2005, tres días antes de la
realización de la Asamblea para Promover la Sociedad Civil. Fue en una recepción que daba la Embajada del
Reino de Noruega por su día nacional, cuando el reino nórdico tenía un
compromiso con la democracia y los demócratas en la isla. Allí estaba invitada la mayoría de las
personalidades influyentes del sector prodemocrático, la sociedad civil, e
intelectuales y artistas independientes. Y entre ellos él, que estaba sentado
completamente solo, al final del jardín.
Estuvo tan solo durante aquella
calurosa tarde, como el día de su muerte.
Nadie lo miró, ni le dirigió la palabra, excepto el embajador español ─
otro paria en aquella reunión ─ y el socialdemócrata Manuel Cuesta. Un poeta y escritor, uno de los 75
prisioneros de la Primavera Negra, de los primeros liberados con licencia
extrapenal, lo sentenció con su verbo agudo y
forma personal de pronunciar el castellano: Ese es un comemierda.
Pero ¿por qué?, un hombre que tuvo
vida de leyenda, tiene una despedida tan solitaria y tan lejana al
reconocimiento que mereció por su amor a nuestra patria.
Ante todo, por la campaña del gobierno
comunista por desacreditarlo. Ecured, la enciclopedia digital cubana
desarrollada por el centro regional de la UCI en Holguín, lo define como
“cabecilla contrarrevolucionario” e hilvana un grupo de mentiras y medias
verdades, para confundir al lector con la calumnia. Encontrar información sobre él en la prensa
oficial, es tarea imposible.
Luego hay que considerar los
desaciertos de su visión sobre el drama cubano. Se suma la confianza que
depositó en los últimos quince años en un personaje tan pérfido como Fidel
Castro. Su falta de humildad, que le
impidió comprender que en la lucha por la libertad de Cuba, él era solo uno de
los tantos luchadores dispuestos a dar su vida.
Por último, su visión romántica y heroica del destino, casi ingenua, que
hizo que muchos lo consideraran leal para los enemigos y para los amigos,
traidor.
Descanse en paz Eloy Gutiérrez Menoyo.
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