domingo, 27 de marzo de 2011

¿Por qué no una Ley de Ajuste para los “palestinos”?

Mario J. Viera. 



El último ensayo de Fidel Castro “Entre la emigración y el crimen” lo dedicó a la gira del presidente Barak Obama a la América Latina.
Brevemente hace un repaso histórico de la América Latina para tratar de dar su interpretación del fenómeno de la criminalidad y la narcoviolencia en el territorio, pero sin llegar a una conclusión definitoria del fenómeno. Con grandes abstracciones que representan profundas lagunas históricas, termina diciendo que sobre “el espinoso tema de la relación entre la droga y el crimen organizado la propia ONU afirma delicadamente que ‘Latinoamérica es ineficiente en el combate al crimen’.”, para concluir con una verdad de Perogrullo: “De lo que no cabe la menor duda es que el problema se agrava aceleradamente”.
Es un hecho relevante que el atraso económico y social de la América Latina comienza desde el momento en que se alcanzó la independencia con su secuela de guerras civiles, caudillos, dictadores, corrupción, golpes de estado. El siglo XIX sentó las bases del atraso del subcontinente. Rosas en Argentina, Francia en Paraguay, el general Santa Anna y Porfirio Díaz y el largo período de desestabilización tras la caída de Días caracterizado por largos años de guerras civiles y cambios de gobiernos en México, Antonio Leocadio Guzmán en Venezuela.
Al calor de la guerra fría, surgieron durante el Siglo XX gobiernos dictatoriales que sustituían a gobernantes incoloros por medio del golpe de estado.
La educación pública fue descuidada; las instituciones vacías, la corrupción acelerada y el poder de grandes fuerzas oligarcas, fueron los sustentos de la pobreza generalizada en prácticamente todos los países latinoamericanos, con honrosas excepciones y la fuente del crecimiento de la criminalidad.
Sin apartarse de la línea trazada por la sagrada biblia del izquierdismo bananero, “Las venas abiertas de América Latina” de Eduardo Galeano que culpa a Estados Unidos de todos los males de la región, Castro cita las palabras del presidente de El Salvador Mauricio Funes refiriéndose a su encuentro con Obama:
“…le insistí, en que este es un tema que no sólo debe ser abordado desde la perspectiva de la persecución del delito, a través del fortalecimiento de nuestras policías y nuestros ejércitos, sino que también enfatizando en las políticas de prevención del delito y por lo tanto, la mejor arma para combatir en sí la delincuencia, en la región, es invirtiendo en políticas sociales.”
Precisamente es esto último lo que más ha sido descuidado en Latino América: la inversión en políticas sociales, así como en la generación de empleos productivos.
Cuba antes de la revolución “liberadora”, antes de que el ensayista asumiera todos los poderes, era un país progresista, avanzaba impetuosamente en su desarrollo económico, poseía una moneda fuerte equiparada con el dólar estadounidense, crecía la clase media. Aunque en su seno existían algunas injusticias, se elaboraban leyes y políticas sociales beneficiosas para toda la comunidad. El obrero cubano, era el trabajador más amparado jurídicamente como se establecía en la Constitución de 1940; existía el derecho a la sindicalización y el ejercicio de la huelga. Cuba era también un país de inmigrantes y pocos eral los cubanos que se aventuraban a probar suerte en otros países.
Aunque todavía permanecía la lacra del latifundismo, azucarero y ganadero especialmente, había una alta composición de campesinos libres que desarrollaban una productiva agricultura aunque las diferencias entre la ciudad y el campo eran manifiestas.
Era Cuba el principal productor de azúcar del mundo, con una importante participación de capital nacional en la industria azucarera.
Pero como dice la canción de Carlos Puebla “Y en eso llegó Fidel/ … Llegó el comandante y mandó a parar”, todo el progreso se paralizó, la sociedad en su conjunto entró en un angustioso retroceso…
Ahora Castro, que poco le importó el bienestar de los cubanos, quien soñaba para Cuba el “glorioso” destino de Numancia, se preocupa por la suerte de los miles y miles de latinoamericanos que cruzan furtivamente la frontera con los Estados Unidos tratando de labrarse en el gran país un mejor destino. Y le lanza la pregunta a Obama:
“¿No sería más justo ―me pregunto― una Ley de Ajuste para todos los latinoamericanos, como la que se inventó para castigar a Cuba hace ya casi medio siglo? ¿Seguirá creciendo hasta el infinito el número de personas que mueren cruzando la frontera de Estados Unidos y las decenas de miles que ya están muriendo cada año en los pueblos a los que usted ofrece una ‘Alianza Igualitaria’?”
La antigua provincia de Oriente, la provincia “indómita”, como la proclama el castrismo y hoy fragmentada en cinco provincias, presenta los niveles más bajos de desarrollo, con una alta tasa de desempleo, con empleos miserables y mal retribuidos lo que impulsa a los orientales a emigrar hacia La Habana, buscando como los latinoamericanos en Estados Unidos tener mejores condiciones de vida.
Muchos de los “palestinos”, ese peyorativo apodo que reciben los orientales, debido a una comparación que el mismo Fidel Castro hizo de ellos con los palestinos: “Los orientales parecen palestinos…” se incorporan en la Policía Nacional Revolucionaria buscando un vía de llegar a La Habana, que legalmente les está prohibido.
Los “palestinos” que llegan a la capital de manera furtiva son considerados “indocumentados” e “ilegales” y deportados hacia sus lugares de origen, sin que a las autoridades les importe que hayan establecido una familia en la urbe y realicen algún tipo de trabajo honrado.
¿Por qué pedir para otros, lo que no se autoriza para los propios? ¿No sería más justo que el gobierno usurpador de Cuba promulgara una Ley de Ajuste para los “palestinos” cubanos? No vale tirar piedras al techado ajeno cuando el suyo es un techo de cristales…

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