Sentí una profunda alegría cuando supe la noticia de la puesta en libertad de Oscar Elías Biscet, el amigo solidario, aquel que me dio su apoyo valiente cuando se preparaba un juicio amañado contra mí. El hombre apasionado, decidido, dispuesto a enfrentar la represión con una sonrisa a flor de labios.
Fueron siete años de rigurosa prisión, sin claudicar, siempre contestatario, pero sin perder la fe en la justicia de su causa. La cárcel injusta es la escuela de los luchadores sociales, les permite clarificar sus ideas, fortalecer aún más su carácter y madurar políticamente.
Siempre admiré el valor de Biscet y su entrega a lo que él consideraba su verdad, aunque en ocasiones discrepaba con él, porque discrepar es un derecho de todo hombre, pero sin dudar que Biscet era un hombre sincero y dispuesto a resistir cualquier sacrificio y, sobre todo, a no buscar soluciones que dependieran de la voluntad política de los jerarcas del Partido Comunista.
En Biscet había visto un agitador político lleno de romanticismo. Un hombre de barricadas transmitiendo una idea cargada de optimismo. Hoy viendo sus últimas declaraciones he visto otro Biscet. Sereno, ajustado, con mayor madurez política, pasando a la consideración de líder. Un verdadero candidato al Premio Nobel por la Paz.
Sus respuestas al entusiasmo de aquellos que le ven como figura presidencial en un futuro transicional en Cuba ha sido elocuente de su madurez política dejando para el mañana esa respuesta. A la pregunta de ¿cuál sería la política oficial con respecto al aborto y a los derechos de los homosexuales? que le hiciera José Hugo Fernández basándose en un supuesto hipotético de que llegara la presidencia de Cuba, contestó brevemente: “Ya que la pregunta es hipotética, mejor dejamos la respuesta para más adelante, cuando podamos hablar con fundamentos”.
En esa entrevista, Biscet ha vuelto a exponer los diez puntos de su Declaración de Principios, una verdadera plataforma política:
1. La libertad incondicional del pueblo cubano bajo un sistema de gobierno multipartidista, electo democráticamente a todos sus niveles y con garantías del derecho de expresión para todos, incluyendo la desvinculación del gobierno de los medios de comunicación del país.
2. La derogación de la ilegítima constitución comunista de 1976 y establecimiento de una Asamblea Constituyente soberana que elabore enmiendas a la Constitución Democrática de 1940, incluyendo la adhesión de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y, la abolición de la pena de muerte. Dichas enmiendas deberían ratificarlas los representantes electos libremente.
3. El establecimiento de un Estado de Derecho que garantice la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, sin distinción de razas, sexo, etnia, religión o creencia, poniéndose fin al sistema de opresión y apartheid establecido bajo el régimen comunista.
4. La disolución de todos los organismos de carácter político, propagandístico o represivo creados por el régimen comunista desde enero de 1959, con un renovado énfasis sobre el desarrollo de las instituciones cívicas independientes que le den sostén a la nueva sociedad democrática.
5. Amnistía incondicional e inmediata para todos los presos políticos.
6. Libre acceso a los cubanos y a sus hijos radicados en el exterior a entrar y salir del país con los mismos derechos ciudadanos que los que residen en él.
7. El compromiso de costear un sistema de educación gratuita de primer orden, sin orientación política, así como un sistema básico de salud al alcance de los miles de necesitados.
8. El reconocimiento de la propiedad privada y la libre empresa como el principal pilar para fomentar el bienestar económico del país, junto con la garantía plena a los trabajadores de organizar sindicatos independientes que promuevan sus mejores intereses colectivos.
9. La reestructuración de las fuerzas armadas y su estricta desvinculación de las actividades y responsabilidades políticas y económicas del país.
10. Una vez establecida la Democracia, abogar por la eliminación del embargo comercial norteamericano y por la apertura a la asistencia económica desde el exterior hasta que Cuba pueda establecer la base para su recuperación económica.
Creo que esta plataforma mínima debiera ser suscrita por toda la oposición como expresión de su voluntad política de mancomunar esfuerzos en una misma dirección.
Quizá me atreviera agregar a este decálogo tres propuestas:
1. Depuración del sistema judicial a profundidad. Inhabilitando para el ejercicio del Derecho a los fiscales y jueces que hayan actuado en juicios contra opositores de conciencia y emitido sanciones de privación de libertad en contra de los mismos.
2. Restablecimiento de los Códigos de Defensa Social, de Derecho Civil, del Comercio, tal como estaban vigentes antes del 1 de enero de 1959 susceptibles de futuras reformas para su actualización.
3. Anular la deuda externa contraída por el gobierno usurpador y muy especialmente la contraída con la antigua Unión Soviética.
Biscet puede seguir creciendo políticamente; ya ha devenido una figura destacada dentro de la oposición interna; pero el odio que el régimen siente por él es enorme; le consideran un peligro. En una ocasión el propio Fidel Castro le acusó de loco y de crear problemas. En el pensamiento de Biscet está implícito el del trascendentalista Henry David Thoreau: "Bajo un gobierno que encarcele a alguien injustamente, el sitio adecuado para una persona justa es también la cárcel."
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