Mario J. Viera
Hay debates fuertes sobre la propuesta de armar a los rebeldes libios en su lucha contra el dictador Muamar el Gadafi.
Rusia ha expresado su oposición al respecto según declaraciones de su Ministro de Relaciones Exteriores, Serguei Lavrov. Lavrov recalcó "está claro que en Libia debe haber un régimen distinto, está claro que debe haber un régimen democrático, pero son los libios quienes deben decidir por sí mismos".
Estados Unidos no ha dejado clara su posición al respecto. Así lo dejó ver Hillary Clinton cuando indicó que el gobierno de Obama aún no había decidido si debía entregarles armas a los insurgentes aunque afirmando que tendría derecho a hacerlo si se decidiera por el equipamiento militar a la insurrección
Por su parte el Primer Ministro británico, David Cameron parece inclinarse a favor de armar a los opositores a Gadafi. "Nuestra visión ─ indicó Cameron ─ es que [la resolución] no descarta necesariamente el suministro de asistencia a aquellos que protegen a los civiles en algunas circunstancias", señalando a continuación que no descarta la idea aunque todavía no se ha tomado la decisión de hacerlo.
El Consejo Nacional libio es partidario de recibir armas de las potencias occidentales para poder estar en igualdad con las fuerzas fieles a Gadafi en cuanto a equipos de combate se refiere.
La indecisión al respecto surge a partir del informe que el comandante de la OTAN, almirante James G. Stavridis remitiera al Senado de los Estados Unidos donde se consideraba posible la existencia de elementos de Al Qaida y Hezbollah en las filas de la resistencia libia..
Todo es posible. Gadafi se había convertido en un enemigo de Al Qaida y ha insistido que la crisis actual está impulsada por los terroristas islámicos. Nada es de extrañar que Al Qaida pretenda pescar en río revuelto al calor de la guerra civil desatada en Libia.
Es un hecho cierto que todos los movimientos rebeldes se arman fundamentalmente a expensas de sus enemigos. El movimiento insurgente de Libia no puede ser una excepción a esa regla, las armas que portan las han arrebatado de mano de los soldados leales a Gadafi y de los desertores del campo gubernamental. No obstante para una guerra civil que se libra entre arenas, sin cobertura de bosques, resulta muy difícil para un ejército irregular hacer frente a las ofensivas de tanques contra ellos y prácticamente inoperante el empleo de tácticas guerrilleras de emboscadas y ataques relámpago contra sus oponentes.
Sin embargo la cobertura aérea de la coalición, ahora bajo el mando de la OTAN, le permite a los insurgentes pasar a la ofensiva y obtener el armamento abandonado por el ejército enemigo.
No creo que sea inteligente suministrar pertrechos tácticos de alto poder destructivo a las agrupaciones rebeldes y que podrían ir a parar a manos de potenciales enemigos de la democracia. Más bien, Occidente pudiera ayudar a la resistencia con el entrenamiento militar que evitara la anárquica acción de sus filas y continuar el ataque aéreo contra las unidades blindadas de las fuerzas de Gadafi.
Occidente deberá también entregar suministros de víveres y asistencia médica a las ciudades y poblados bajo el control rebelde así como la asistencia en actividades de inteligencia.
Finalmente, la coalición deberá permitir que sean los propios libios, sin intromisiones ajenas, los que decidan la vía política por la que conducirán al país una vez sea derrocado el tirano Gadafi.
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