Varados en la desgracia
Adolfo Pablo Borrazá
LA HABANA, Cuba, marzo (www.cubanet.org) – La lluvia les cae encima, y no porque estén en la calle. Permanecen en su hogar, bajo el aguacero. El chaparrón se hace insoportable, pero más inaguantable es la desesperación y la desgracia que les cae encima, junto con la lluvia.
Reina González, residente en Centro Habana, vive con su familia en una casa sin techo. Cual si estuvieran en un centro de campismo deportivo, la mujer, su esposo y sus dos hijos duermen bajo las estrellas y soportan las inclemencias del tiempo.
La casa sufrió un derrumbe parcial del techo hace dos años. Con el tiempo la situación se agravó; el techo fue cayéndose a pedazos hasta que solamente quedó “bajo techo” la cama del esposo, postrado por una parálisis cerebral.
Los dos hijos han hecho lo imposible por lograr que sus padres tengan un techo que los cobije. Tito, el mayor, está preso porque invadió una vivienda abandonada para ocuparla y traer luego a sus padres, para que no pasaran más penurias. Lo sancionaron por el delito de allanamiento de morada.
Aunque el gobierno local conoce el estado de la vivienda de Reina y la enfermedad de su esposo, poco o nada han hecho al respecto. Varias veces los ha visitado una funcionaria municipal del Instituto de Vivienda, que siempre sale con lágrimas en sus ojos, pero no resuelve nada. Coco, el hijo menor, no deja de pensar en cómo conseguir una vivienda decorosa, donde su padre pueda morir con dignidad y su madre deje de enfermarse debido a la humedad. Pero Reina le suplica que no haga lo mismo que su hermano preso.
Se acerca mayo, el mes de las lluvias, y el techo de Reina sigue igual. El sueldo miserable que recibe Coco en su trabajo sólo alcanza para llevar alguna comida al hermano preso, cuando tiene visita, y para las necesidades básicas de la casa.
Reina no aguanta más tanta desdicha. Su hijo Tito le repite en cada visita que no parará hasta conseguir para la familia una casa, con techo. Reina siente que ella y su familia están varados en la desgracia, parece que definitivamente ha perdido la esperanza.
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