Fue la chivatona del Sistema Informativo de la Televisión Cubana, Gisela García, quien puso en manos del provocador el carné de afiliado a la UPEC. A él le dijo: «Eres mi colega. Es un orgullo». Fue elegida justamente ella, por ser de las que tuvo en la calle más de un encontronazo con el mercenario, que se dijo era un “mercenario” del periodismo independiente, y con las Damas de Blanco.
“Emotiva y alegre”, “sumergido en una nube de aplausos” el delator recibió el frugal “premio” de “sus verdaderos colegas” el carné de afiliado de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC). Por supuesto que ahora son sus verdaderos colegas, esos que han vendido su talento por unas migajas de beneficios y privilegios para servir, con el corazón enfermo a una odiosa dictadura y a escribir cualquier falacia, cualquier mentira que sirva a los intereses de los usurpadores, de aquellos que traicionaron, primero a las ideas de la revolución, de una revolución que aspiraba al respeto de la Constitución de 1940, al acatamiento de los derechos humanos y que sobre todo era anti comunista, y luego a todo el pueblo de Cuba.
Solo con el mérito de ser un delator que inventa infundios, que a conciencia sabe que miente miserablemente, será galardonado con la Distinción Félix Elmuza, la más alta que concede la UPEC. Por cierto, Félix Elmuza Agaisse, un revolucionario muy poco conocido, fue un periodista que trabajaba en el periódico El Sol de poca circulación y corresponsal de Radio Progreso. En febrero de 1956 se unió a Fidel Castro en México, participó en la expedición del Granma y el 8 de diciembre muere en una emboscada del ejército tras el desastre de Alegría de Pío. Aunque es una figura poco divulgada por el régimen, la UPEP necesitaba contar con un mártir revolucionario para darle nombre a su galardón y rebuscando y rebuscando se encontró con el nombre del casi desconocido expedicionario del Granma.
“Aquello era una gran familia encrespada ─ afirmó Juventud Rebelde ─ y movida por la necesidad de reverenciar las actitudes estoicas”. Tan estoicas que no enfrentan el peligro de muerte proveniente de aquellos que fueron traicionados. Cuando en la época del enfrentamiento al régimen de Fulgencio Batista si alguno de los miembros del Movimiento 26 de Julio se vendía a la policía y delataba actividades de las células revolucionarias sabía que su vida no valía un comino. De un momento a otro sería ajusticiado.
Los concurrentes al acto “vivieron una rotunda felicidad compartida”. Felices por rendir honores a un chivato. Los chivatones de la UPEC comparten su felicidad con el mismo entusiasmo de la chivatona Gisela García que casi se mea de alegría saludando al agente Emilio. A ellos se les atribuyó la idea de que “para ser bueno en nuestro oficio (de periodista) hay que ser, antes que todo, un ser humano bueno; y por sobre todas las cosas, humilde”. Eso de ser “humano bueno” está por ver. No es bueno quien ofende, agrede, veja, reprime al que tiene opinión diferente y mucho menos cuando lo hace amparado en la multitud y protegida su impunidad por la fuerza policiaca.
¿Y esta Gisela García no es la misma que ha participado en los indignos actos de repudio contra las Damas de Blanco, mujeres con mucha más dignidad que la desdichada perrilla faldera del castrismo?
Comparemos estas fotos:
Parece ser la misma persona, aquí junto a un grupo de detritus humanos en acto de repudio contra las Damas de Blanco
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