Alonso Moleiro. TALCUALDIGITAL
Coronando con éxito una brillante y
disciplinada estrategia de comunicación, que ha implicado un notable esfuerzo
personal, Henrique Capriles Radonski se aproxima al final de la actual campaña
electoral con una amplísima posibilidad de ganar las elecciones este domingo.
En este punto del desarrollo de la
contienda podemos distinguir dos fuerzas de un tamaño relativamente aproximado,
cada una de las cuales, sin embargo, vive dos circunstancias distintas: una de
ellas, de acuerdo a todos los sondeos, avanza con claridad, se apodera de la
voluntad de los indecisos y replica dos actos multitudinarios por día. La otra,
la oficialista, con todo su arraigo, permanece estática. Sus amagos lucen
repetidos, sus consignas recalentadas, la asistencia a sus actos irregulares, y
su frecuencia bastante inferior.
En otra ocasión comentábamos que uno
de los haberes fundamentales de Capriles ha sido el de metabolizar el discurso
y el desempeño cualitativo de la oposición. A diferencia de lo que ha ocurrido
en otros eventos, la creación del Comando Venezuela como plataforma política y
electoral de la Unidad Democrática ha hecho realidad una directriz estratégica
considerablemente depurada, cuya sola existencia supera con claridad toda la
realidad preexistente.
Llegamos a la víspera del 7 de octubre
y la encomienda está hecha: la Unidad Democrática está en su mejor momento.
Ningún detalle ha quedado fuera: un discurso bordado con claves populares, que
ha logrado domesticar a los cínicos y conoció un crecimiento espectacular con
el paso de las semanas. Una postura inequívocamente cuestionadora en torno al
desastroso estado de cosas actual, que no deja de hacer hincapié en restaurar
los valores de la convivencia civil consagrados en la Constitución Nacional.
Una puesta en escena sencilla,
estructurada con los motivos de la bandera nacional, sin aditamentos que la
adulteren, con una consigna, "Hay un camino", que se adhiere con
facilidad a cualquier voluntad para ser presentada en la calle como santo y seña.
Todo lo cual es el resultado de una
estrategia previa que ya tiene unos dos años de duración, también claramente
exitosa: la creación de la Mesa de la Unidad Democrática (instancia a la cual
algunas miopías crónicas se empeñaron en regatearle sus méritos y posibilidades
con tozuda mezquindad) como seno del comando político de las fuerzas
democráticas; la consolidación de la estrategia unitaria de las elecciones
parlamentarias; la exitosa consulta de las elecciones primarias de febrero de
este año y la presentación del programa de gobierno de la Unidad, que tuvo
lugar un poco antes.
Es este el corolario que nos ha
colocado a un paso de aquello que, hace apenas unos años, lucía imposible: el
desarrollo de una estrategia pacífica, constitucional y democrática que haga
realidad la urgente necesidad de cambiar de gobierno. Un paso adelante para
normalizar la vida nacional y hacer efectiva la meta de la reconciliación
política con el chavismo.
El que quiera puede pasarle somera
revisión al calamitoso estado de toda la oposición en un año tan cercano como
el 2005 para calibrar cuánto se ha avanzado. Solemos olvidarlo: aquella
oposición que tantos quebraderos de cabeza la trajo a la ciudadanía en virtud
de la inoperancia, es hoy, gracias a esta secuencia de aciertos, una temible
maquinaria que viene de menos a más, que todos los días capta nuevos adeptos y
está hoy a un paso de ganar las elecciones.
Con un añadido: también a diferencia
de lo que antes sucedía, gracias al vertiginoso crecimiento personal que ha
experimentado Capriles como líder del descontento popular, hoy podemos afirmar
que es, además, una oposición con liderazgo.
El país democrático, en este momento
mayoritario, no tiene un abanderado exclusivo para ejercer contrapeso a un
proyecto fraudulento y rupturista que le irrita y le perturba. Está acompañando
a un líder al que respeta y en el cual cree de manera firme.
Independientemente, incluso, de cuál sea el resultado de la semana que viene.
En el desarrollo de la fragua, acompañado por literalmente todo el país
nacional, Capriles Radonski se ha ido ganando la "auctoritas"
necesaria para ser reconocido como el conductor político que los ciudadanos no
tenían.
La Grita, Valencia, Maturín, Maracay. Capriles
Radonski ha dejado electrizados a todas las ciudades y pueblos que recorre. Su
campaña electoral, con su ambiciosa y penetrante seguidilla de giras, será
recordada como una de las más acertadas y completas de la historia electoral de
este país.
Mientras hago el recuento, me vienen a la
memoria las apreciaciones del director de una firma encuestadora que tiene al
Palacio de Miraflores como su principal cliente, y la de una conocida profesora
universitaria de comunicación que quiere hacer pasar sus pasiones políticas por
verdades académicas reveladas, afirmando que la coalición de fuerzas
democráticas "no emociona a la población"; es "un jardín sin
flores" o "no tiene proyecto de país".
La verdad es que, en un momento como
este, cuesta no contener la risa ante estas enormidades. Se quieren hacer pasar
por científicos y fundamentados, pero es obvio que están muy preocupados.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario