Pedro Caviedes. EL NUEVO HERALD
El viernes 5 de octubre se dio a
conocer la nueva cifra de desempleo. La tasa bajó al 7.8%. Su mejor nivel desde
hace cuatro años, cuando el país perdía más de 850,000 empleos al mes. En los
primeros meses del gobierno de Obama, la tasa estuvo muy por encima del 8%, y
Estados Unidos amenazado de caer, ya no en una recesión, sino en una depresión
de consecuencias catastróficas. Afortunadamente, el gobierno, con su plan de
estímulo, y su rescate a la industria automotriz, pudo detener esa tendencia.
Desafortunadamente, a pesar del crecimiento en la industria privada, el
gobierno no logró detener en muchos estados de mayorías republicanas el despido
masivo de empleados públicos. Afortunadamente, a nivel federal, pudo contener
algunos despidos, y además, mantener, cediendo con las exigencias de la Cámara
republicana sobre los recortes de la era Bush a los millonarios, pero
ampliándolos a todos los estratos, las ayudas por desempleo, a quienes durante
esa era se quedaron sin trabajo.
Con esa economía tan endeble, con dos
guerras desangrando a la nación, con la crisis de la Eurozona, el presidente
logró la reforma sanitaria más ambiciosa y humana de los últimos cincuenta
años. Esa reforma no solo devolvía la tranquilidad a aquellos que por enfermos
eran abandonados sin conseguir cobertura para curar sus dolencias, sino que
enfrentaba a los muchos criminales que desfalcaban impunemente los programas de
ayuda del estado, como el Medicaid y el Medicare. Hoy que gran parte de esta
ley entra en vigencia, los estadounidenses se encuentran con cuentas médicas
que no los quiebran, y con una mejor opción que la recomendada por Romney, es
decir, la más cara, ir a las emergencias.
Lo que esta buena nueva en la cifra de
desempleo me dice es que no es necesario deshumanizar al estado para lograr
buenos resultados. Que no es necesario sacar del aire a medios reconocidos
internacionalmente, como lo son PBS (y su Big Bird, que a tantos niños ha hecho
felices) y NPR. Que no es necesario cederles el control total a las
aseguradoras privadas para que se encarguen de la salud de las personas
pensando más en las utilidades que en la calidad de los servicios prestados.
Que no es necesario borrarle la ley a Wall Street, corriendo el riesgo de más
burbujas (y rescates multimillonarios) que a tantos terminan arruinando, para
que las empresas en este país prosperen y contraten nuevos empleados. Que no es
necesario destruir al planeta perforando y perforando, para contaminar más la
atmósfera con nubes de carbón y petróleo quemados, sino que se puede intentar
con energías más sanas, que permitan que nuestros hijos respiren un oxígeno de
tan buena calidad como el que sus padres respiraron.
Pero sobre todo, que se puede tener
éxito sin poner en riesgo el ejemplo que les demos a nuestros hijos.
En el debate del miércoles 3 de
octubre, en primera fila se encontraban las familias de los dos candidatos.
Romney les envió este mensaje a sus hijos: Se debe ser uno cuando se tiene enfrente
a un puñado de posibles ‘inversores’ de campaña, decirles por ejemplo que el
47% por ciento de los ciudadanos que quieres presidir son víctimas que no te
interesan, y otro, cuando enfrente tienes a millones; uno, cuando quieres ganar
la candidatura de tu partido, y otro, con otra escala de valores y una serie de
propuestas contrarias a tus propuestas principales, cuando quieres ganar un
debate por la presidencia; y uno, al fin y al cabo, al que todo le vale,
incluso, señalar imposibles matemáticos, sin expresar los detalles, con tal que
la gente lo crea y salir elegido. En otras palabras, que cada tanto ‘Etch and
Sketch’, y mentir con tal de ganar.
A Obama lo tildaron de débil. Pero
salió con la certeza de que sus hijas saben que su papá no se vende, que no
vende sus ideas, que no cambia sus discursos, que no miente, con tal de ganar
un debate. Me pregunto, ¿no es acaso la mayor fortaleza de todas, la que ejerce
aquel que se mantiene en todo momento firme a sus valores? ¿La de aquel cuya
dignidad se mantiene a toda prueba? Para mí, ese es el fuerte. Y el verdadero
ganador de todas las contiendas. Para mí, ese es el verdadero carácter.
Y el carácter es lo que hace a los
líderes que trascienden. A los líderes que en las horas oscuras, rescatan a sus
patrias de la desgracia.
Mucho antes que salvarse ellos.
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