Orlando Freire Santana. CUBANET
En días recientes se han celebrado
varios Plenos del Partido Comunista en
algunas provincias, así como en organizaciones políticas que agrupan a las
mujeres y los campesinos. En todos los casos esas reuniones fueron presididas
por José Ramón Machado Ventura, segundo secretario del Comité Central del
Partido Comunista de Cuba, y primer vicepresidente de los Consejos de Estado y
de Ministros, y el objetivo de los cónclaves no era otro que el de sustituir a
los dirigentes supremos a esas instancias.
No es difícil imaginar el escalofrío
que sienten los dirigentes provinciales del Partido, sobre todo si su gestión
no ha sido muy positiva, cada vez que Machadito sale de la capital e inicia un
recorrido por el interior del país, pues no hay momento fijo para que aterrice
en determinado territorio y organice el temido Pleno del Comité Provincial del
Partido, con el casi seguro relevo de las jefaturas. De igual forma, aquellos
dirigentes de los organismos políticos apéndices del Partido, que lleven un
tiempo considerable en el cargo, y exhiban visos de anquilosamiento en su
trabajo, no han de dormir tranquilos ante el afán renovador representado por el
segundo hombre de la actual nomenclatura castrista. En ese contexto
acontecieron las últimas sustituciones en la Federación de Mujeres Cubanas
(FMC) y la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP).
En las sociedades abiertas, por lo
general, la sustitución o renuncia de ministros u otros funcionarios
transcurren con transparencia, ya que la prensa suele informar del hecho con
lujo de detalles y al momento de producirse. Mas, si no fuese así, cualquier
periodista se acerca al sustituido o renunciante, lo entrevista, y la opinión pública
obtiene toda la información. En las sociedades cerradas, por el contrario, es
preciso leer entre líneas el contenido de la comunicación oficial — la única
que se brinda — para imaginar cuál será el destino del dirigente depuesto. Y
cuando se comprueba que el “ex” cayó en desgracia y fue “tronado”, es muy
probable que ese hombre (o mujer) se lleve sus secretos a la tumba, pues ningún
periodista o medio de prensa — oficialistas, claro — osarán averiguar ni media
palabra más.
Entonces, si la nota oficial indica
que el Pleno del Comité Provincial del Partido acordó liberar de sus funciones
a su primer secretario, pero que el funcionario será promovido a otras
responsabilidades, es una señal de que el dirigente “va para arriba”. Ese fue
el caso de Teresa Amarelle Boué, liberada de la jefatura del Partido en Las
Tunas, y ahora nombrada secretaria general de la FMC, en sustitución de la
veterana Yolanda Ferrer.
Si el comunicado oficial donde se
informa el relevo no habla de promoción, pero aclara que se reconocen el
esfuerzo y la dedicación del sustituido en el desempeño de sus funciones, es
casi seguro que se trate de un cuadro afectado de salud, o un veterano que vio
pasar sus mejores momentos. Pero casi siempre califican así a los dirigentes
que conservan la confianza de la cúpula del poder. De estos casos, por ejemplo,
se nutre el consejo de asesores del gobernante Raúl Castro.
Y cuando la nota oficial no expresa
nada positivo acerca del sustituido, y solo agrega que pasa a realizar otras
tareas, enseguida pensamos que al dirigente “se lo echaron”. Es posible que, en
lo adelante, lo veamos administrar un cementerio, dirigir una granja de pollos
en un apartado paraje guantanamero o, en el mejor de los escenarios,
convertirse en un laborioso trabajador por cuenta propia.
Muchos cubanos, sin embargo, añoramos
el día en que un comunicado oficial declare que el verdugo comienza a pagar sus
culpas. La nota, a secas, podría aparecer así: “Un Pleno conjunto del Comité Central del Partido y el Consejo de Estado
acordó liberar al compañero José Ramón Machado Ventura de sus funciones de
segundo secretario y primer vicepresidente, respectivamente”. Tal vez en
ese momento empiecen los verdaderos cambios en Cuba.
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