Luis Cino Alvarez. CUBANET
Hace ya un año, pero todavía se me eriza la piel al recordar la forma en
que se escuchó el himno nacional en la funeraria de la calle Infanta, bien entrada la madrugada del 15 de octubre,
cuando anunciaron que ya se llevaban el cadáver de Laura Pollán. Nunca escuché el himno de Bayamo cantado con tanta
emoción, fuerza y sinceridad. Supongo haya asustado bastante a los miembros de
la policía política que vigilaban la
funeraria.
Ni la lluvia ni la confusión acerca de
dónde iban a velar a Laura Pollán lograron impedir que cientos de opositores
abarrotaran la funeraria para rendir homenaje a la líder de las Damas de
Blanco, que falleció la noche del 14 de octubre.
La preocupación por la vida de Laura
Pollán durante la semana que agonizó en el hospital “Calixto García” y luego el
dolor por su muerte consiguió algo bien difícil, siquiera por unos días: unir a
toda la oposición cubana.
En
las dos horas que permaneció en la funeraria, por delante del ataúd de Laura, cubierto por
la bandera cubana, desfilaron decenas de Damas de Blanco, opositores, ex presos
políticos, periodistas independientes, blogueros…Todos unidos en el dolor,
concientes de la enorme pérdida para la causa de la libertad.
Era especialmente impactante el dolor
de Berta Soler, su hermana de lucha al frente de las Damas de Blanco.
Impresionaba la tristeza en su rostro. Y también la firmeza.
Laura Pollán murió en un momento
definitorio para las Damas de Blanco: unos pocos meses antes, tras las
excarcelaciones y destierro de decenas de presos políticos, habían anunciado su
intención de convertirse en un movimiento en pro de los derechos humanos.
Muchos temieron que la muerte de
Laura y el incremento de la represión
conducirían al fin del movimiento. Pero Berta Soler y sus valientes mujeres de
los gladiolos y la ropa blanca han sido
capaces de continuar la obra de Laura.
A pesar de las amenazas, los intentos
de dividirlas y la represión, no ha habido una semana que las Damas de Blanco
hayan dejado de reunirse en su casa de la calle Neptuno, de acudir a la Iglesia
de Santa Rita y de marchar por las calles, enfrentando el odio de las turbas
porristas. Como si Laura fuera al frente de ellas.
No hay mejor modo de honrarla. Estoy
seguro que Laura Pollán, desde el cielo de los que solo hicieron el bien en su
paso por la vida, contempla orgullosa a
sus hermanas y sonríe satisfecha, con aquella sonrisa franca y bondadosa que
nunca podremos olvidar los que tuvimos la suerte de conocerla.
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