viernes, 12 de octubre de 2012

La sonrisa de Laura


Luis Cino Alvarez. CUBANET

Hace ya un año, pero todavía  se me eriza la piel al recordar la forma en que se escuchó el himno nacional en la funeraria de la calle Infanta,  bien entrada la madrugada del 15 de octubre, cuando anunciaron que ya se llevaban el cadáver de Laura Pollán. Nunca  escuché el himno de Bayamo cantado con tanta emoción, fuerza y sinceridad. Supongo haya asustado bastante a los miembros de la policía política  que vigilaban la funeraria.

Ni la lluvia ni la confusión acerca de dónde iban a velar a Laura Pollán lograron impedir que cientos de opositores abarrotaran la funeraria para rendir homenaje a la líder de las Damas de Blanco, que falleció la noche del 14 de octubre.

La preocupación por la vida de Laura Pollán durante la semana que agonizó en el hospital “Calixto García” y luego el dolor por su muerte consiguió algo bien difícil, siquiera por unos días: unir a toda la oposición cubana.

En  las dos horas que permaneció en la funeraria,  por delante del ataúd de Laura, cubierto por la bandera cubana, desfilaron decenas de Damas de Blanco, opositores, ex presos políticos, periodistas independientes, blogueros…Todos unidos en el dolor, concientes de la enorme pérdida para la causa de la libertad.

Era especialmente impactante el dolor de Berta Soler, su hermana de lucha al frente de las Damas de Blanco. Impresionaba la tristeza en su rostro. Y también la firmeza.

Laura Pollán murió en un momento definitorio para las Damas de Blanco: unos pocos meses antes, tras las excarcelaciones y destierro de decenas de presos políticos, habían anunciado su intención de  convertirse en un  movimiento en pro de los derechos humanos.

Muchos temieron que la muerte de Laura  y el incremento de la represión conducirían al fin del movimiento. Pero Berta Soler y sus valientes mujeres de los gladiolos y la ropa  blanca han sido capaces de  continuar la obra de Laura.

A pesar de las amenazas, los intentos de dividirlas y la represión, no ha habido una semana que las Damas de Blanco hayan dejado de reunirse en su casa de la calle Neptuno, de acudir a la Iglesia de Santa Rita y de marchar por las calles, enfrentando el odio de las turbas porristas. Como si Laura fuera al frente de ellas.

No hay mejor modo de honrarla. Estoy seguro que Laura Pollán, desde el cielo de los que solo hicieron el bien en su paso por la vida,  contempla orgullosa a sus hermanas y sonríe satisfecha, con aquella sonrisa franca y bondadosa que nunca podremos olvidar los que tuvimos la suerte de conocerla.

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