jueves, 24 de octubre de 2013

Honduras: El malicioso encanto por el poder


Pablo Carías. EL HERALDO

Según los especialistas, el poder se define como la capacidad de un individuo o grupo de individuos para modificar la conducta de otros individuos o grupos en la forma deseada; los fines del poder los define la ética. Y es en los procesos electorales cuando la lucha por el dominio muestra su verdadero rostro.

Los políticos que actúan en función de esa relación que existe entre la instancia económica y su ambición por el poder son unos verdaderos magos para cambiar sus roles en la sociedad, aunque sea por un período corto. Eso es lo que estamos viendo en este momento cuando se aproximan las elecciones.

De ciudadanos comunes que son, de pronto los vemos con una versatilidad de artistas; ellos, los candidatos a puestos de elección declaran ser de origen campesino, muy humildes y conocedores de las prácticas del campo, cuando están en los centros urbanos son obreros que conocen las duras condiciones de la fábrica, si se asoman por un barrio o colonia de esas que cubren los cinturones de miseria de las grandes ciudades, proclaman, sin lugar a dudas, que entienden y sienten en carne propia la carencia de servicios públicos.

En las campañas electorales todos esos políticos que buscan el poder cuando un correligionario pierde un familiar cercano, llegan con una comitiva nombrada por la dirección de su partido a darle, entre sollozos, su más sentido pésame, deseándole que el bálsamo de la conformidad esté con ellos; casi lloran con los dolientes. Salidos de ese acto fúnebre, les avisan que un activista de esos que se parten el pecho por la causa del partido está cumpliendo años, inmediatamente cambian su agenda y su rostro de tristeza lo transforman por un rostro de alegría, en vez de una declaración de luto por la pérdida irreparable del correligionario, llevan una tarjeta de felicitación por su onomástico sin que falte un presente de bebidas alcohólicas, según la condición social del cumpleañero.

Muchos políticos que aspiran a un puesto de elección no tienen padre ni madre, vean los anuncios o afiches que ponen en los cargados postes de la ENEE, todos o casi todos se presentan con el nombre, sin usar los apellidos, eso les parece más popular y no digamos las profesiones, casi todos se desprenden de su título universitario, si es que lo tienen, porque también los especialistas en publicidad les han orientado que eso de los títulos pone una barrera entre el elector y el candidato.

Se muestran como verdaderos servidores, ahí los vemos que hasta han tomado por su cuenta la caja de lustrar zapatos de los señores del Parque Central para dar una demostración de lo que serían capaces de hacer por esta patria una vez que lleguen al poder; a otros los vemos en cuclillas conversando con la anciana del mercado San Isidro prometiéndoles que las calles de Comayagüela y Tegucigalpa serán, de llegar ellos al poder, un inmenso mercado ambulatorio.

¡Ah, los políticos en búsqueda de poder! Inmediatamente que empiecen a disfrutar las mieles del poder cambiarán sus roles, de servidores que se proclamaron ante un inocente electorado, terminarán siendo servidos por un séquito de hombres y mujeres que al servicio de la institucionalidad brindarán toda clase de atenciones a los sacrificados y nobles luchadores de la democracia.

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