Pablo Carías. EL HERALDO
Según los especialistas, el poder se
define como la capacidad de un individuo o grupo de individuos para modificar
la conducta de otros individuos o grupos en la forma deseada; los fines del
poder los define la ética. Y es en los procesos electorales cuando la lucha por
el dominio muestra su verdadero rostro.
Los políticos que actúan en función de
esa relación que existe entre la instancia económica y su ambición por el poder
son unos verdaderos magos para cambiar sus roles en la sociedad, aunque sea por
un período corto. Eso es lo que estamos viendo en este momento cuando se
aproximan las elecciones.
De ciudadanos comunes que son, de
pronto los vemos con una versatilidad de artistas; ellos, los candidatos a
puestos de elección declaran ser de origen campesino, muy humildes y
conocedores de las prácticas del campo, cuando están en los centros urbanos son
obreros que conocen las duras condiciones de la fábrica, si se asoman por un
barrio o colonia de esas que cubren los cinturones de miseria de las grandes
ciudades, proclaman, sin lugar a dudas, que entienden y sienten en carne propia
la carencia de servicios públicos.
En las campañas electorales todos esos
políticos que buscan el poder cuando un correligionario pierde un familiar
cercano, llegan con una comitiva nombrada por la dirección de su partido a
darle, entre sollozos, su más sentido pésame, deseándole que el bálsamo de la
conformidad esté con ellos; casi lloran con los dolientes. Salidos de ese acto
fúnebre, les avisan que un activista de esos que se parten el pecho por la
causa del partido está cumpliendo años, inmediatamente cambian su agenda y su
rostro de tristeza lo transforman por un rostro de alegría, en vez de una
declaración de luto por la pérdida irreparable del correligionario, llevan una
tarjeta de felicitación por su onomástico sin que falte un presente de bebidas
alcohólicas, según la condición social del cumpleañero.
Muchos políticos que aspiran a un
puesto de elección no tienen padre ni madre, vean los anuncios o afiches que
ponen en los cargados postes de la ENEE, todos o casi todos se presentan con el
nombre, sin usar los apellidos, eso les parece más popular y no digamos las
profesiones, casi todos se desprenden de su título universitario, si es que lo
tienen, porque también los especialistas en publicidad les han orientado que
eso de los títulos pone una barrera entre el elector y el candidato.
Se muestran como verdaderos
servidores, ahí los vemos que hasta han tomado por su cuenta la caja de lustrar
zapatos de los señores del Parque Central para dar una demostración de lo que
serían capaces de hacer por esta patria una vez que lleguen al poder; a otros
los vemos en cuclillas conversando con la anciana del mercado San Isidro
prometiéndoles que las calles de Comayagüela y Tegucigalpa serán, de llegar
ellos al poder, un inmenso mercado ambulatorio.
¡Ah, los políticos en búsqueda de
poder! Inmediatamente que empiecen a disfrutar las mieles del poder cambiarán
sus roles, de servidores que se proclamaron ante un inocente electorado,
terminarán siendo servidos por un séquito de hombres y mujeres que al servicio
de la institucionalidad brindarán toda clase de atenciones a los sacrificados y
nobles luchadores de la democracia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario