Uva de Aragón. DIARIO LAS AMERICAS
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Son verdades de Perogrullo. La
democracia es un pacto social entre gobernantes y electores. También entre
partidos. Por eso cuando un candidato gana, el perdedor lo felicita y regresa a
casita. La vida del país continúa su curso.
Uno de los principios esenciales de la
política en Estados Unidos durante más de dos siglos ha sido “to compromise”; es decir, llegar a
acuerdos, negociar. Es la regla del juego.
Existe otra norma básica: la oposición
debe ser leal. Es decir, jamás coloca sus intereses particulares por encima del
bienestar de la sociedad. Desde hace ya varios años, este pacto se está
quebrando. Las raíces del mal quizás sean más antiguas, pero se han hecho muy
obvias en los últimos años con los ataques tan atroces contra el presidente
Barack Obama, electo y reelecto por los votantes.
No es cuestión en estos momentos de
discutir los logros o fracasos de su gestión, sino de señalar que muchos han
perdido el respeto al cargo del Presidente, independientemente de quien lo
ocupe. No es buena señal. El largo discurso de Ted Cruz recientemente y el
cierre del Gobierno porque el Tea Party desea impedir que se implemente la ley
de salud asequible, conocida como Obamacare, es un triste ejemplo del resquebrajamiento
del pacto social.
Las tácticas de Cruz y sus compinches
son una muestra clara de oposición desleal. El señor Cruz miente. Incluso
miembros de su propio partido han señalado, que aunque quisieran, el hecho de
no aprobar la extensión del presupuesto y de cerrar el Gobierno, como han
hecho, no impediría la implementación del Obamacare, que está financiado en
gran parte por fondos que el Congreso está obligado a gastar. Así se ha
comprobado ya, pues la ley ha entrado en vigor. O sea, el Tea Party mantiene al
país secuestrado para obligar al presidente Obama a cambiar una ley que no les
gusta, pese a que fue aprobada por el Congreso, y declarada constitucional por
el Tribunal Supremo.
El presidente Obama y el líder de la
mayoría del Senado Harry Reid (D-Nevada) no son culpables de que el Gobierno
haya cerrado. Hacen bien en no aceptar el chantaje. Sería un precedente
peligroso. Muchos republicanos dicen medias verdades, casi peores que las
mentiras. Aseguran que las personas no encuentran trabajo porque los negocios
no quieren pagarles el seguro médico que ahora estarían obligados a ofrecer si
tienen más de 50 empleados a tiempo completo. Es cierto. Lo que no dicen es que
muchos de estos negocios tienen ganancias millonarias y no desean disminuirlas.
Es la avaricia lo que prevalece.
La oposición desleal oculta verdades,
como los beneficios del Obamacare, pues muchos podrán recibir cuidados de salud
pese a condiciones médicas previas, tendrán oportunidad de mantener a los hijos
en sus pólizas hasta los 26 años y no perderán su cobertura si sufren una
enfermedad catastrófica. Además, habrá pólizas a precios razonables, con lo
cual los ciudadanos tendrán acceso a medicina preventiva, una ventaja
individual y colectiva.
Me parecería más sensato aceptar una
ley que ya ha entrado en vigor y ayudar a ajustar sus aspectos negativos, que
poner la nación al borde del precipicio, como han hecho. Cuando se aprobó el
Seguro Social y años después el Medicare ─ ambos durante administraciones
demócratas ─ muchos pusieron el grito en el cielo. Quisiera que los lectores de
esta columna se preguntaran a sí mismos, si estos programas, pese a sus fallos,
no los han beneficiado a ellos o a sus padres.
Hay más. El efecto del cierre del
Gobierno no sólo perjudicará a los empleados federales y a los que reciben sus
servicios, sino que va a tener un impacto inmediato y dañino en la Bolsa de
valores, y en las cuentas de IRA de muchos retirados, ahora que el mercado
comienza a recuperarse. En realidad, las pérdidas económicas son billonarias.
Es otro de los males provocados por la oposición desleal.
Irónicamente, no creo que sean los
ciudadanos promedios ─ que en su inmensa mayoría desaprueban el desempeño del
Congreso ─ ni la prensa ni el presidente Obama ni los demócratas quienes pongan
freno a la irresponsabilidad alarmante del Tea Party y sus representantes en la
Cámara. La presión vendrá de las instituciones financieras, los bancos, Wall
Street, que a su vez la recibirán de China y Japón. A estos países poco les
importa Obamacare, pero tienen un gran interés en mantener la estabilidad
económica y social de los Estados Unidos. Nadie más asustadizo que un
inversionista. Si son inteligentes, el Tea Party, Ted Cruz y compañía les
pondrán los pelos de punta.
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