Los reparos de los
republicanos son contra los programas sociales.
Uva de Aragón. DIARIO LAS AMERICAS.
El juego entre republicanos y
demócratas se está pasando de rosca. Se culpan unos a otros, y aunque todos
tienen más que perder que lo que creen, no dan su brazo a torcer. En el medio
estamos nosotros, los que vivimos en Estados Unidos, que somos los más
perjudicados.
A mi modo de ver ─ así lo expresé en mi
columna de la semana anterior (La oposición
desleal) ─ los republicanos están cometiendo un
gran error (según las encuestas, un 63% de los estadounidenses consideran que
son los más culpables de esta crisis.) Algunos se han dado cuenta y han
expresado públicamente sus desacuerdos con el partido. A otros, sólo hace falta
escucharlos cuando los periodistas les plantean si la estrategia no habrá sido
equivocada. Si “Obamacare” es una ley tan dañina, en vez de oponerse a que se
pusiera en efecto ─ como ha sucedido pese a todos sus esfuerzos ─, ¿por qué no
esperaron a que los votantes comprobaran sus estragos? Podrían haberse
beneficiado del disgusto de la población para ganar mayoría en ambas cámaras en
2014, y hasta la presidencia en 2016.
Tendrían entonces la oportunidad de
invalidarla, como no han podido hacerlo hasta el presente. Con frecuencia se
van por la tangente y repiten los mismos estribillos memorizados, al estilo del
risible método Olendorf de idiomas, que ante la preguntas de si va a llover, la
respuesta podría ser que el paraguas de mi tía es rosado.
Cuando conducimos, hay un punto ciego
en que no vemos el auto que va a nuestra derecha. En este debate, los árboles
no les dejan a muchos ver el bosque. Personas inteligentes y posiblemente
sinceras aducen que hay que ponerle un freno a los gastos de esta
administración, pero nunca se quejaron del costo inmenso de las guerras en la
era de Bush.
No hay elogios para el presidente
Obama por su lucha contra el terrorismo ─ actualmente ha habido operaciones
importantes en Somalia y Libia, y han capturado a un líder de Al-Qaida en las
calles de Trípoli ─, ni se le reconoce tampoco que gran parte del presupuesto
del Gobierno está dedicado al Departamento de Defensa. Los reparos de los
republicanos son contra los programas sociales.
En definitiva, políticos y ciudadanos
de a pie de cualquier tendencia podemos en ocasiones no admitir las virtudes de
nuestros adversarios o los defectos de nuestro partido. Pero actualmente
parecería como si se hubiera perdido todo vestigio de sentido común y buena
voluntad. Es alarmante.
Al problema del cierre del Gobierno,
que es ya bastante serio, y más aún cada día que pasa, se añade la cercanía de
la fecha en que el Congreso tiene que aprobar el aumento de la deuda para que
los Estados Unidos pague sus cuentas. Estemos claros. No se trata de aprobar
nuevos gastos, sino de hacer los fondos disponibles para pagar compromisos que
ya se han aprobado previamente.
Si el 17 de octubre Estados Unidos no
cumple con sus obligaciones financieras, las consecuencias para la economía
serán devastadoras. Y la responsabilidad recaerá por igual sobre el presidente
Obama. De aquí a unos años nadie recordará el nombre del líder de la Cámara de
Representantes en el 2013, pero los libros de historia y la memoria colectiva
registrarán que esta debacle sin sentido tuvo lugar durante la presidencia de
Barack Obama.
Es fácil tomar partido de un lado u
otro, y debatir entre amigos o en mesas redondas públicas el origen del
problema. Lo difícil y urgente es buscar soluciones, llegar a un acuerdo.
Aunque hace una semana he aplaudido al presidente por no dejarse chantajear,
pienso que pronto llegaremos a un punto, si no lo hemos alcanzado ya, en que
Obama tendrá que buscarle una salida al liderazgo republicano para que emerja
airoso de este berenjenal. En la lengua de Shakespeare, “save face”.
Haría falta la sabiduría del Rey
Salomón para que no caiga la espada mortal sobre el cuerpo inocente del niño
que ambos partidos reclaman como suyo. El bebé de la leyenda bíblica era muy
chico para protestar, pero el pueblo americano lo está haciendo. Es hora de
llegar a un compromiso antes de que las consecuencias sean trágicas. Me temo,
sin embargo, que no veremos tal pacto hasta que el filo del acero se encuentre
muy cerca de asestarnos el golpe mortal.
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