Si el poder es solo
un medio, para qué lo quieren los 8 candidatos a la Presidencia de la
República, los diputados y los miembros de las corporaciones municipales que
solicitan el apoyo del electorado en el marco del proceso electoral que
culminará el 24 de noviembre.
Benjamín Santos. LA TRIBUNA
En uno de los primeros seminarios en
los cuales me tocó exponer mientras realizaba estudios de Ciencia Política en
Alemania, me tocó abordar el tema a que se refiere el titular de esta columna.
No fue fácil exponer en el idioma de Goethe y Schiller, que apenas empezaba a
balbucear, un tema tan complicado especialmente en la clase del doctor Dietrich Bracher. Es complejo de
explicar aún en el idioma materno. Difícil porque la filosofía es desde los
griegos la reflexión sobre las causas
primeras y los fines últimos, mientras que la política se entiende comúnmente como la
lucha por alcanzar, ejercer y retener el poder público sin ninguna referencia al por qué y para qué.
Las dos preguntas del párrafo anterior
son las que establecen el puente entre la política como lucha por el poder y la
filosofía. Las causas son investigadas por la etiología y los fines, el para
qué, por la teleología. Pero además la filosofía y la política se relacionan
por la ética, que es una rama de la filosofía bajo el nombre de axiología. Toda
actividad humana que tiene al ser humano y no a las cosas como centro de sus
preocupaciones requiere una reflexión filosófica. Por eso hay una filosofía de
le educación, una filosofía de la historia, una filosofía política, además de
una ciencia para cada una de esas actividades humanas y un conjunto de
técnicas.
Por su carácter práctico la política
ha quedado reducida a un conjunto de técnicas de organización, de promoción, de
creación de imagen y de gestión de las instituciones del Estado. La técnica es
solo un medio y por sí misma puede servir para bien o para mal. El poder no
tiene por sí mismo fines ni motivaciones éticas. Es como un machete que igual
corta la hierba para que se den los cultivos que se necesitan que las cabezas de los mismos seres humanos.
El poder en manos de incapaces e irresponsables es como un arma en manos de un
loco. A veces actúa además como una droga, transforma a quienes lo poseen y los
lleva actuar en forma irreflexiva. Dice
Gabriel Tarde que el poder es en esencia la capacidad de hacerse obedecer, pero
aquí es donde viene la pregunta cómo y para qué. Esa definición vale para el
poder en general y también para el poder del Estado que tiene características
especiales: es el único poder soberano, coercitivo y político, en el sentido de
que se ejerce sobre toda la polis, sobre toda la sociedad.
Si el poder es solo un medio, para qué
lo quieren los 8 candidatos a la Presidencia de la República, los diputados y
los miembros de las corporaciones municipales que solicitan el apoyo del
electorado en el marco del proceso electoral que culminará el 24 de noviembre.
De todos hemos esperado que nos digan el por qué, el cómo y el para de sus propósitos,
es decir la parte filosófica de la actividad política. La política y su
estructura, el Estado, desde su origen están vinculados a un fin: el bien
común, es decir el conjunto de condiciones materiales e inmateriales que el
Estado como estructura política debe crear para que los seres humanos que integran su población
lleven individual y colectivamente una vida digna al tiempo que promueven su
propio desarrollo.
La política es una actividad muy
noble, porque permite que a quienes
tienen una alta vocación de servicio hagan de su vida una entrega desinteresada
y total para servir a la comunidad de la cual
forman parte. Así la entendieron los griegos al llamar idiotas a quienes
se entregaban a sus negocios personales
con total desinterés por el cultivo de la vida en común. Así ha entendido la
política el cristianismo que nació 500 años después y nuestros próceres que
sacrificaron su vida y su patrimonio para legarnos una Patria. Lo contrario de
lo que ocurre en nuestros días, próceres como Herrera y Morazán
sacrificaron su vida y sus bienes por
cumplir su vocación política.
Todo porque tenían una concepción del ser humano, de la sociedad y del Estado
sobre cuya base elaboraron una visión filosófica de su quehacer político.
Tenían claro el por qué y para qué de sus actuaciones.
Nos parece que la actual campaña electoral ha transcurrido
vacía de contenidos filosóficos que alimentaran un debate que fuera más allá de
soluciones aisladas y coyunturales. Hizo falta un planteamiento global y coherente
sobre la problemática nacional y sus posibles soluciones.
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