Vicenç Navarro. PUBLICO.es
El dogma neoliberal ha dominado la
cultura política, económica y mediática de los países del Atlántico Norte desde
la década de los años ochenta del siglo pasado. Tal dogma creía que la crisis
actual se debía a un gasto público excesivo que había ahogado con su peso a la
economía, privando de fondos y recursos al sector privado imposibilitándolo a
que actuara como motor de la economía. Como dijo el “gurú” de los neoliberales,
el presidente Reagan, el gobierno (en realidad quería decir el sector público)
“no es la solución, sino el problema” (discurso inaugural de su presidencia,
enero de 1981). De esta concepción del origen de la crisis se derivaban sus
políticas públicas de recortes y austeridad que intentaban reducir el déficit y
la deuda pública de los Estados.
Los recortes se acentuaron
predominantemente en los gastos públicos sociales, pues se asumía, además, que
la supuestamente excesiva Protección Social estaba relajando a la clase
trabajadora (redefinida como clase media), perdiendo competitividad. Se consideraba
que los derechos laborales y sociales se habían hipertrofiado, extendiéndose
demasiado, afectando con ello su productividad. Contribuyendo a esta pérdida de
productividad, había habido un abultado crecimiento salarial en la mayoría de
los países (y muy en especial en los países periféricos de la Eurozona) que
había disparado los precios de los productos, obstaculizando así la capacidad
exportadora del país. Se requería, por lo tanto, toda una batería de
intervenciones públicas, que incluían desde la reducción de aquellos derechos
laborales y sociales a la puesta en marcha de reformas laborales que tenían
como objetivo disminuir los salarios.
Ni que decir tiene que el desarrollo
de tales intervenciones públicas requería toda una estrategia ideológica-mediática
que tenía como objetivo hacer creer a la población que tales políticas
(sumamente impopulares cada una de ellas) eran las únicas posibles, señalando
que no había alternativas. Parte de esta estrategia era subvencionar, directa o
indirectamente, a investigadores académicos que mostraran evidencia científica
que avalara la sabiduría, necesidad, inevitabilidad y bondad de tales
políticas. Entre tales trabajos, destacaban los trabajos de Alberto Alesina y
Silvia Ardagna sobre la necesidad de la austeridad como medida estimuladora de
crecimiento (creando confianza en los mercados financieros) y los de Carmen
Reinhart y Kenneth Rogoff, que alertaron que el crecimiento de la deuda pública
por encima del 90% del PIB llevaba a la recesión, explicando la crisis
financiera actual en la Unión Europea por un exceso de esta deuda pública.
Estos economistas neoliberales (próximos todos ellos al capital financiero, es
decir a la banca y otras asociaciones financieras) eran profesores de conocidas
universidades, y gozaban todos ellos de grandes cajas de resonancia que les
facilitaba su protagonismo mediático. Sus trabajos se convirtieron en la sabiduría
económica convencional.
Aquí en España, donde la falta de
diversidad en los medios es notable (y conocida a nivel internacional) el
dominio de tal dogma fue absoluto en los medios. Así, en Catalunya, la
televisión pública catalana daba, y continúa dando, una hora semanal titulada
“Lecciones de Economía”, donde el ideólogo más extremista de tal dogma imparte
doctrina neoliberal en la forma más pura, ideólogo que aparece cada día en la
televisión digital de La Vanguardia. Ni que decir tiene que tales fórums están
prácticamente cerrados a voces críticas (excepto en intervenciones
excepcionales y sumamente infrecuentes). Y en el resto de España sólo es
necesario comprobar la frecuencia con que aparecen en los medios de información
economistas patrocinados y/o financiados por FEDEA (el centro ideológico del
gran capital) y ver las veces que economistas próximos a los sindicatos son
entrevistados en estos medios. El desequilibrio es aún mayor.
El
fracaso de tales políticas
Ni que decir tiene que su enorme
visibilidad mediática en los medios de mayor difusión derivaba, no de la
fortaleza de sus argumentos (que son muy débiles), sino de su función
propagandística. En realidad, la evidencia científica, fácilmente accesible, mostraba
el error y la falsedad de los argumentos que sostenían el edificio sobre el
cual se había constituido el dogma, incluyendo entre otros hechos, que:
1. El presidente Reagan no bajó, sino
que subió el gasto público (haciéndolo en el sector militar, en lugar del
social) durante su mandato. Es más, tal como ha señalado Krugman, fue el
presidente de EEUU que ha subido más los impuestos en tiempos de paz (bajó los
de las rentas superiores, pero aumentó los de la mayoría de la población). (Ver
Krugman “Reagan was a Keynesian” New
York Times 08.06.12).
2. Entre los países que sufrieron la
crisis de una manera más acentuada estaban Irlanda y España, que se presentaban
como discípulos aventajados de la escuela neoliberal. Cuando la crisis comenzó,
ambos países tenían superávit en sus cuentas públicas y su deuda pública era
menor que la del promedio de los países de la Eurozona. Es absurdo que se acuse
a estos países de haber caído en la crisis por haber gastado demasiado cuando
eran los países con el gasto público social por habitante más bajo de la
Eurozona, y sus Estados estaban en superávit.
3. Los estudios que justificaban tales
políticas han sido criticados extensamente por sus errores y falsedades, con
críticas devastadoras que han mostrado el carácter predominantemente ideológico
y propagandístico de tales estudios. El Center
for Economic and Policy Research de Washington, el Economic Policy Institute y el Center
of Political Economy de la Universidad de Massachussets (uno de los más
progresistas de EEUU) criticaron tales estudios desde el principio, crítica que
es ahora ampliamente aceptada (ver mis artículos El fraude en el pensamiento económico dominante,
El Plural, 22.04.13, y Más sobre el fraude en el pensamiento neoliberal,
Sistema, 26.04.13)
4. La aplicación de tales políticas ha
conllevado una crisis tremenda, deteriorándose más y más la situación económica
de tales países, alcanzando unos niveles de desempleo nunca antes vistos.
5. El bienestar y calidad de vida de
las clases populares se ha deteriorado de una manera muy alarmante. En
realidad, la crisis se ha centrado en las clases populares, que son las que
están sufriendo más los efectos negativos de tales políticas.
6. Estas políticas están creando una
enorme crisis de la democracia pues ninguna de ellas se está llevando a cabo
consecuencia de un mandato popular, pues no estaban anunciadas en los programas
electorales de los partidos gobernantes que las están implementando. En
realidad estas políticas son enormemente impopulares.
7. Los únicos sectores sociales que
apoyan tales políticas son las rentas superiores y los establishments
financieros y empresariales (de grandes empresas exportadoras) que son las
únicas que se benefician de tales políticas. Las clases populares (que son la
mayoría de la población) se oponen.
8. El hecho de que tales políticas
continúen existiendo y aplicándose se debe al enorme poder de los
establishments financieros, empresariales, mediáticos y políticos que son los
beneficiarios de esta crisis actual. Así de claro.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario