sábado, 5 de octubre de 2013

Del Bogotazo al Té-tazo


José Manuel Pallí, Esq. DIARIO LAS AMERICAS

En abril de este año 2013, los colombianos recordaron con recogimiento y reflexión el 65º aniversario del magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán, brillante orador y líder del Partido Liberal. 

Más allá de la asignación de responsabilidades por la autoría de aquel hecho de violencia política (que si lo mató la CIA, o si el asesinato fue obra de los conservadores, o bien de los comunistas colombianos…), lo cierto es que la muerte de Gaitán acentuó la polarización que ya por entonces existía en la sociedad colombiana, y encaminó a Colombia por un triste camino que, sólo en fechas recientes y con titánico esfuerzo, han podido los colombianos comenzar a desandar.

En los Estados Unidos no somos ajenos a los hechos de violencia política, claro. Y la proliferación de todo tipo de armamento en nuestras calles nos debiera llamar a sosiego ante el grado de inquina que está alcanzando entre nosotros la polarización, que ya se acerca peligrosamente a ser tan profunda y divisiva como lo es en las sociedades más polarizadas del planeta.

Los hechos que hemos vivido en estos días en nuestro país, si bien la sangre todavía no ha llegado al río, constituyen un atentado de magnicidio, no ya contra un individuo, ni contra un grupo en particular, ni siquiera en contra (o en defensa) de una ideología en particular ─ es difícil encontrar el menor vestigio de ideología alguna en el conjunto de eslóganes, uno más necio que el otro, que repiten como loros los responsables del Té-tazo por el que atravesamos ─ sino contra toda una estructura institucional.  

Una estructura, que durante muchos años, evitó en los Estados Unidos la ocurrencia de Bogotazos, Caracazos, o incluso manifestaciones algo más benignas del disgusto popular como la toma de las calles en forma masiva por ciudadanos indignados ante la insensibilidad y negligencia de sus gobernantes.

Una estructura que nos ha dado, hasta ahora, la autoridad moral para señalar las deficiencias de quienes padecían la ausencia de un marco institucional como el nuestro y, en muchos casos, nos lo envidiaban.

Una estructura que hemos descuidado irresponsablemente a partir de nuestra indiferencia ante quienes con absoluto descaro han puesto ese marco institucional al servicio del mejor postor. Nuestras leyes son hoy en día poco más que el reflejo de un sinnúmero de intereses sectoriales, representados por cabilderos irresponsables que sólo responden a quienes les pagan por hacer su “trabajo legislativo” y a quienes poco les interesan las consecuencias de las leyes que ellos mismos hacen, mientras les permitan llenarse sus bolsillos de dinero. 

Que alguien de la insignificancia hasta ayer de Ted Cruz ─ empeñado en convertirse en Tom Cruise a fuerza de llevar hasta sus últimas consecuencias su “Misión Imposible” ─ se haya convertido en el eje sobre el que gira la primera potencia del mundo, al punto de transformarse en líder “de facto” de la Cámara de Representantes (por “default”, es cierto, del cabeza hueca que ostenta ese cargo) nos debiera preocupar especialmente a los cubanos, o cubanoamericanos.

Y es que algunos de nuestros políticos más exitosos ─ y comparto el orgullo de muchos cubanos por el éxito que ha tenido nuestra comunidad al generarlos ─ se acercan cada vez más a la parodia. Me imagino que un buen amigo mío describiría a Tom (quiero decir Ted) como un ejemplar de lo que considera un “racionalmente egoísta homo politicus cubanusamericanus”, aunque lo de racional le queda grande al Sr. Cruise (sorry, Cruz). Pero el daño que le hizo a la imagen de los cubanos el mal llevado affaire de Elián González nos va a parecer cosa de niños comparado con el que puede hacerle este niño malcriado.

En España dicen aquello de que “lo que natura non da, Salamanca non presta”. El Senador por Texas (y por Canadá: gracias, Señor, por no sobrecargar esta vez a tu pueblo elegido de Miami) puede haber pasado por las mejores universidades de este país, pero es evidente que se saltó el kindergarten, en donde, según reza el título de un “best-seller” de no hace mucho tiempo, uno aprende todo lo que necesita saber en la vida.

Al lado de Tom (sorry, quise decir Ted) hasta Nicolás Maduro parece un “frat-boy” de Princeton. ¿Habrán estudiado juntos? Lo que me queda claro es que tanto Nick como Ted son igual de inmaduros…

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