jueves, 14 de abril de 2016

Sobre la petición de Cuba Decide al Parlamento castrista


Mario J. Viera

"Este es el paso para que cada cubano pueda prosperar dignamente con el fruto de su trabajo. Un primer paso en libertad para buscar la felicidad en la manera que cada cubano decida. El derecho a decidir de los cubanos es un imperativo moral. Si tú decides, Cuba decide". Así define ese ente llamado Cuba Decide ─ y no es peyorativo el calificativo de “ente” pues él mismo se define como no ser una organización, ni tener una tendencia ideológica definida ─ el empeño que promueve al entregar una carta dirigida a Esteban Lazo para “ponerlo en conocimiento de que en fecha reciente presentaron en ese órgano de gobierno la iniciativa popular llamada Proyecto Varela” una iniciativa que cuenta con el apoyo de “más de 35.000 electores de cubanos”.

¿"el paso para que cada cubano pueda prosperar dignamente con el fruto de su trabajo"? ¿Un primer paso hacia la transición? ¿Un primer paso en libertad para buscar la felicidad? ¡Pura fantasía y explotar fuegos artificiales! Para alcanzar la transición no hay que elevar peticiones al Parlamento genuflexo, la Asamblea Nacional del supuesto Poder Popular, que solo ejecuta la voz del amo, siempre atento a la orden que emana del Olimpo comunista, del Buró Político, para cumplirla con disciplina férrea. Cuba Decide ¿a quién le solicita la realización del Plebiscito Vinculante? Nada más y nada menos que “a la Asamblea Nacional del Poder Popular, y a todos los asistentes al próximo congreso del Partido Comunista de Cuba”, es como pedirle al negrero que tenga piedad por el esclavo que es “cosa suya”.


Cuando se promueven peticiones al gobierno, a cualquiera de sus órganos de poder, Parlamento, Sistema Judicial y al propio Ejecutivo, se le está reconociendo legitimidad. La dictadura es ilegítima y usurpadora del gobierno legítimo; no es resultado de una verdadera autodeterminación nacional, sino de su propia determinación, de su propio poder, nace de ella misma y se impone por la fuerza, de su parte están su propia legalidad, la suya, los tribunales, las cárceles, los cuerpos policiacos y represivos y el ejército. Si el despotismo no se siente presionado por un poderoso reto político, impulsado y generado por las masas populares, no estará dispuesto a hacer concesiones ni abrirse al diálogo.  

Para alcanzar la transición hacia la democracia se requiere, en primer lugar, el firme y decidido apoyo de la población, no basta el apoyo pasivo de 30 mil o un millón de firmas, sino el grito en la calle, la exigencia por el cambio brotada de las gargantas indignadas de la población. Los déspotas no ceden por gracia su dominio; nunca estarán dispuestos a conceder cuotas de aperturas que pongan en peligro su poder hegemónico.
  
Desconocer, primero las ilegítimas instancias del Gobierno, negarles representatividad, ignorar las leyes brotadas de la Constitución espuria, no legitimar al poder solicitándole "cambios" partiendo del falso principio de "ir a la Ley a partir de la Ley"; ¿de qué Ley se está hablando? ¿de la Ley suprema de una constitución impuesta por el engaño y la manipulación? De lo que se habla es de retar al gobierno, no de pedirle por la vía legalista la concesión de reformas. De lo que se trata es exigir, no solicitar.


Se puede ser pacifista para no llamar a la confrontación violenta que derrame sangre; pero lo primero es lanzar el reto político, el reto de movilizar a esos más de 30 mil suscriptores a ese denominado "plebiscito vinculante" para exigir las reformas desde fuera de las instancias del poder. Esta no es la hora de peticiones plañideras a un gobierno que se niega a escuchar, que se niega a mover ni un solo milímetro de sus posiciones doctrinales y dictatoriales. Este momento es, como dijo Martí, "la hora de los hornos" y si se deja enfriar la caldera haciendo peticiones legalistas que solo son de interés mediático, de ganar un minuto de notoriedad, nada se habrá conseguido y la transición solo será el sueño de una noche de verano.

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