miércoles, 23 de octubre de 2013

Lo prometido es deuda


Sergio Muñoz Bata. EL NUEVO HERALD

El sentido común dictaría que después de la dura derrota que sufrió el Partido Republicano con el innecesario e impensado cierre del gobierno y su posterior capitulación, ahora que el presidente Barack Obama ha anunciado que por fin se dedicará a impulsar la reforma migratoria integral, los republicanos sensatos impedirán que su partido vuelva a autoflagelarse.

Sin embargo, dado que el sentido común es una virtud que hasta ahora ha brillado por su ausencia entre los kamikazes del Tea Party, es imprescindible que el liderazgo republicano cambie el rumbo, haga al lado a los extremistas y regrese al camino de la negociación siguiendo la ruta marcada por las figuras republicanas más experimentadas.

Alarmado por la intransigencia de los novatos en su partido, James Baker, tesorero con Ronald Reagan y secretario de Estado con George H. W. Bush, ha publicado un lúcido análisis de la encrucijada en la que se encuentran los republicanos. Para Baker no cabe duda que su partido ha salido dañado “en esta pelea contra sus molinos de viento políticos y que la mayoría de los norteamericanos les culpan del fiasco”. Así las cosas, escribe Baker, hay que reconocer que “la táctica y la estrategia” fue un desastre. Que el esfuerzo estaba condenado al fracaso porque los demócratas controlan el Senado y la Casa Banca. Pero advierte que lo importante ahora es ver al futuro, “olvidarse de odios y resentimientos” y convertirse “en el partido de la esperanza y la oportunidad” reconociendo el cambio demográfico en el país y acercándose a los hispanos, asiáticos y otras minorías. El mensaje de Baker es subliminal pero claro y es el mismo que mandan republicanos como John McCain, Lindsey Graham, Mario Diaz-Balart, Bob Goodlatte, políticos que entienden que la reforma migratoria es clave para congraciarse con los votantes latinos y asiáticos.

Pero no basta con que los republicanos recuperen el centro y obren racionalmente. No se puede negar que en esta ocasión Obama ganó el pulso pero tampoco podemos negar que su triunfo se basó en la inacción. Hasta en la victoria, Obama volvió a mostrar sus deficiencias políticas. Ni sabe explicar a los escépticos las bondades de sus proyectos ni sabe negociar con sus opositores. Obama no ganó por nocaut ni por decisión unánime, sino por default. Y si ahora Obama quiere ganar la batalla por la reforma migratoria va a tener que hacer lo que nunca ha podido o querido hacer, aprender de políticos como Franklin Delano Roosevelt y Lyndon Johnson cómo hacer política y hacerla bien.

El domingo pasado, mi hijo, Sergio C. Muñoz, me platicaba de la entrevista que recién le acaba de hacer al congresista Luis Gutiérrez con motivo de la publicación de su libro: Still Dreaming my Journey from the Barrio to Capitol Hill y que saldrá al aire en su programa de radio “The Intelatin Cloudcast”. Entre los varios temas que trataron el más importante fue el de la inmigración. Gutiérrez le habló de su desencanto con Obama. De su desilusión al constatar la tibieza con la que el Presidente hablaba del tema durante su primer período presidencial. “Cuando sentí que Obama faltaba a su promesa de pelear hasta el final para aprobar la reforma migratoria no tuve más remedio que criticarle”. Las críticas de Gutiérrez a las deportaciones que dividían familias fueron duras y puntuales. Su exasperación ante la indiferencia del Presidente fue pública y notoria. Su exigencia a que pusiera todo su empeño en impulsar una reforma migratoria integral fue imperiosa.

También me impresiona y me sorprende, me decía mi hijo, lo que me dijo María Teresa Kumar, presidenta de Voto Latino. Según ella, “lo más admirable de Gutiérrez es que se ha dedicado en cuerpo y alma a resolver las necesidades de sus representados aun cuando a nivel personal no tiene por qué hacerlo”. En efecto, él nació en Chicago y su familia es puertorriqueña y por ende no necesita documentos migratorios para vivir en Estados Unidos.

Mi reacción fue instantánea, si tan solo Obama tuviera la pasión y la fortaleza moral de Gutiérrez lo más seguro es que para fin de año estaríamos celebrando la aprobación de una ley migratoria integral, compasiva y generosa. Vamos a ver si en esta ocasión Obama se porta a la altura y no lo hace a medias, solo para guardar las apariencias, como muchos vaticinan que lo hará.

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