Sergio Muñoz Bata. EL NUEVO HERALD
El sentido común dictaría que después
de la dura derrota que sufrió el Partido Republicano con el innecesario e
impensado cierre del gobierno y su posterior capitulación, ahora que el
presidente Barack Obama ha anunciado que por fin se dedicará a impulsar la
reforma migratoria integral, los republicanos sensatos impedirán que su partido
vuelva a autoflagelarse.
Sin embargo, dado que el sentido común
es una virtud que hasta ahora ha brillado por su ausencia entre los kamikazes
del Tea Party, es imprescindible que el liderazgo republicano cambie el rumbo,
haga al lado a los extremistas y regrese al camino de la negociación siguiendo
la ruta marcada por las figuras republicanas más experimentadas.
Alarmado por la intransigencia de los
novatos en su partido, James Baker, tesorero con Ronald Reagan y secretario de
Estado con George H. W. Bush, ha publicado un lúcido análisis de la encrucijada
en la que se encuentran los republicanos. Para Baker no cabe duda que su
partido ha salido dañado “en esta pelea
contra sus molinos de viento políticos y que la mayoría de los norteamericanos
les culpan del fiasco”. Así las cosas, escribe Baker, hay que reconocer que
“la táctica y la estrategia” fue un desastre. Que el esfuerzo estaba condenado
al fracaso porque los demócratas controlan el Senado y la Casa Banca. Pero
advierte que lo importante ahora es ver al futuro, “olvidarse de odios y resentimientos”
y convertirse “en el partido de la esperanza y la oportunidad” reconociendo el
cambio demográfico en el país y acercándose a los hispanos, asiáticos y otras
minorías. El mensaje de Baker es subliminal pero claro y es el mismo que mandan
republicanos como John McCain, Lindsey Graham, Mario Diaz-Balart, Bob
Goodlatte, políticos que entienden que la reforma migratoria es clave para
congraciarse con los votantes latinos y asiáticos.
Pero no basta con que los republicanos
recuperen el centro y obren racionalmente. No se puede negar que en esta
ocasión Obama ganó el pulso pero tampoco podemos negar que su triunfo se basó
en la inacción. Hasta en la victoria, Obama volvió a mostrar sus deficiencias
políticas. Ni sabe explicar a los escépticos las bondades de sus proyectos ni
sabe negociar con sus opositores. Obama no ganó por nocaut ni por decisión
unánime, sino por default. Y si ahora
Obama quiere ganar la batalla por la reforma migratoria va a tener que hacer lo
que nunca ha podido o querido hacer, aprender de políticos como Franklin Delano
Roosevelt y Lyndon Johnson cómo hacer política y hacerla bien.
El domingo pasado, mi hijo, Sergio C.
Muñoz, me platicaba de la entrevista que recién le acaba de hacer al
congresista Luis Gutiérrez con motivo de la publicación de su libro: Still Dreaming my Journey from the Barrio to
Capitol Hill y que saldrá al aire en su programa de radio “The Intelatin Cloudcast”. Entre los
varios temas que trataron el más importante fue el de la inmigración. Gutiérrez
le habló de su desencanto con Obama. De su desilusión al constatar la tibieza
con la que el Presidente hablaba del tema durante su primer período
presidencial. “Cuando sentí que Obama
faltaba a su promesa de pelear hasta el final para aprobar la reforma
migratoria no tuve más remedio que criticarle”. Las críticas de Gutiérrez a
las deportaciones que dividían familias fueron duras y puntuales. Su
exasperación ante la indiferencia del Presidente fue pública y notoria. Su
exigencia a que pusiera todo su empeño en impulsar una reforma migratoria
integral fue imperiosa.
También me impresiona y me sorprende,
me decía mi hijo, lo que me dijo María Teresa Kumar, presidenta de Voto Latino. Según ella, “lo más admirable de Gutiérrez es que se ha
dedicado en cuerpo y alma a resolver las necesidades de sus representados aun
cuando a nivel personal no tiene por qué hacerlo”. En efecto, él nació en
Chicago y su familia es puertorriqueña y por ende no necesita documentos
migratorios para vivir en Estados Unidos.
Mi reacción fue instantánea, si tan
solo Obama tuviera la pasión y la fortaleza moral de Gutiérrez lo más seguro es
que para fin de año estaríamos celebrando la aprobación de una ley migratoria
integral, compasiva y generosa. Vamos a ver si en esta ocasión Obama se porta a
la altura y no lo hace a medias, solo para guardar las apariencias, como muchos
vaticinan que lo hará.
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