Miguel Bahachille. EL UNIVERSAL
SUPLICIO. Cuadro del pintor Jesús
Infante
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Cuanto más se
complica el panorama político y económico del país, más inepto se vislumbra el
ejercicio de este gobierno autodefinido como socialista. Nada nuevo. El marxismo
políticamente seductor surgido
en algunos países latinoamericanos en la década de los sesenta, inspirados
sobre todo por la fachendosa figura del Che, popularizó slogans tramperos
orientados a conquistar la nunca lograda sociedad
igualitaria. La fábula más trascendida era acabar con la sociedad
de clases. En consecuencia debían finiquitarse las cuentas pendientes entre explotadores y
explotados. De allí que Nicolás, nuevo mesías marxista al estilo cubano,
plantee "saldar las
deudas diferidas" e impedir que la burguesía le quiebre el espinazo al socialismo.
Ello exige duras batallas contra el
capitalismo rapaz.
Echar mano
del mismo argumento, décadas después, más que un desatino es una majadería
inservible. ¿Ha podido establecer este régimen
humanista, como primer empleador, qué es lo que explota de sus
trabajadores? Cuando alguno protesta exigiendo demandas justas se le acusa por
falta de conciencia patriótica. Los embates de Maduro contra Fedecámaras,
Consecomercio, mayoristas, industriales nacionales y extranjeros, no son otra
cosa que evasivas para justificar sus fracasos e inculpar a malhechores externos. ¿Y
qué de los forajidos socialistas que han desplumado el país? ¿No es acaso una
burla al juicio examinador del venezolano? ¿Quién le quiebra el espinazo a
quién?
El dispositivo
perverso instaurado por el actual cascarón institucional asedia no sólo al
sistema productivo del país sino a la perspectiva futurista sobre todo del
ciudadano honesto. El deshonesto no tiene problemas pues por ahora disfruta de
"puerta franca" para sus trastadas. No es secreto que los
"cuerpos de seguridad", las cárceles y los tribunales perdieron
potestad como entes correctores. Por el contrario forman parte del actual
cuadradillo. Los apóstoles del régimen cubren sus espaldas mediante un arsenal
de modelos más o menos dogmáticos con los que creen complacer a los que aún
comulgan con Marx e incluso con la doctrina cristiana de la salvación.
¡Cháchara para todo el mundo!
Emplear las
pautas del colectivismo belicoso para gobernar en 2013 es una clara ignorancia
de cómo funciona la economía moderna y su correspondencia con el equilibrio
democrático. La avenencia entre partes presupone conflictos de intereses que se
dirimen a través de vías institucionales claramente delimitadas; no con gritos
ni quebrando espinazos. Esa táctica decadente, recurrida por Chávez durante 14
años y continuada ahora por Maduro, ha incrementado la cantidad de minorías que
se sienten excluidas del acenso social. La regencia cubana es la única que se beneficia
con ello pues con la pauperización del venezolano se preservan sus
privilegios.
Venezuela es el
único país que en el siglo XXI arriesga su población a una aventura marxista
como respuesta a la demanda de los exigidos. Revisemos los hechos más recalcados
por la prensa nacional e internacional para conceptuar la ruta de este
socialismo destructivo.
"Se compra a
EEUU más combustible del que se le vende; se agudiza crisis de los servicios de
radioterapia en hospitales públicos; suspenden cirugías en el hospital de
Maracaibo por falta de insumos; escasez de material para la industria gráfica;
el hospital de niños está peor que en 2001; CVG perdió 47,7 millones de dólares
con la reventa de bauxita; Pdvsa reconoce retrasos en el proyecto de la faja;
hay serios riesgos de profundizar la crisis social; la UCV colocada en la lista
de patrimonios mundiales en peligro de deterioro, etc.".
Así pues el único
que quiebra espinazos es Maduro; no "la oligarquía parasitaria". Él,
como su antecesor, se ocuparon de hacerlo cuando desmembraron la CVG, Pdvsa,
Sidor, entre muchas empresas del Estado. También acosaron a agrupaciones
privadas con tradición productiva como Agroisleña.
Pero el peor daño
ha sido la quebradura de la moral pública. Los boliburgueses actúan sin temor
de ser infligidos por sus tropelías. Se sienten resguardados por una cofradía
que infieren está sustentada en una nueva moral empapada de "socialismo
puro". Entretanto las únicas espaldas quebradas son las del ciudadano
común que debe recorrer kilómetros para adquirir un paquete de leche en polvo.
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