Jorge Olivera Castillo. CUBANET
He escuchado más de una vez que la
oposición no pasa de ser simbólica, “testimonial”, que no logrará convertirse
en un referente político de peso a corto y mediano plazos.
Lo más significativo no son tanto las
afirmaciones, como las personas (cubanos y extranjeros) que las han hecho,
muchas de ellas a condición del anonimato y sin conocimiento del tema.
No ha sido fácil resistir en medio de
tantas dificultades, e incluso avanzar agendas que parecían imposibles en
circunstancias tan adversas. Sin embargo, a pesar de los muchos errores
tácticos y estratégicos que ha cometido, de la represión gubernamental y del
incesante flujo de líderes hacia el exilio, la oposición cubana cuenta con un moderado
margen de credibilidad.
Decir que todo el esfuerzo de más de
tres décadas ha sido un fracaso, sería una falsedad. Junto a los muchos
descalabros, hay éxitos, que no habrán sido muchos, pero sí representativos de
la entereza moral y la capacidad de resistencia de los grupos opositores.
Desafortunadamente, muchas de nuestras
iniciativas dan fe del coraje y la determinación de los opositores, pero no han
logrado sumar a nuestra lucha a una parte sustancial del pueblo. Ni siquiera se
vislumbra la unidad entre los opositores. La egolatría de algunos y la
persistencia en ejecutar planes irrealistas y demasiado ambiciosos, siguen
dañando nuestra lucha.
El régimen, pese a su talante
represivo, tiene reconocimiento en los foros internacionales. Las denuncias por
las flagrantes violaciones de los derechos humanos, además de ser ignoradas por
la gran prensa, no reciben atención de los gobiernos y de estos foros.
Los cientos de arrestos arbitrarios
que ocurren cada mes, el aumento de los presos políticos y las palizas en la
vía pública contra los opositores
pacíficos, pasan ante los ojos del mundo sin consecuencias para la
dictadura.
Para avanzar es importante que
“profesionalicemos” nuestra lucha. Necesitamos humildad para reconocer nuestras
carencias y potencialidades. Si no rectificamos nuestras tácticas no
alcanzaremos la legitimidad a la que aspiramos.
Con las divisiones, las metas
ambiciosas y los discursos que claman por medidas coercitivas externas,
incluyendo las de carácter militar, la oposición aumenta el círculo vicioso.
Debemos mantener nuestros principios
fundamentales, pero reajustar nuestras estrategias, buscar nuevos métodos más
eficaces.
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