Benjamín F. DeYurre. EL NUEVO HERALD
Ante un mundo económicamente
cambiante, donde la competencia es cada vez mayor y los recursos son cada vez
menores, se impone un tipo de liderazgo que intente equilibrar estos dos
factores. En el pasado, las grandes reformas económicas y sociales llevadas a
cabo en EEUU no han estado exentas de controversia. Obamacare tampoco lo está.
Cuando el 8 de junio de 1934 el
presidente demócrata Franklin Delano Roosevelt propuso ante el Congreso la
creación del Social Security, un grupo de senadores republicanos preguntó a la
ministro del trabajo de entonces, Frances Perkins, si eso era socialismo. La
señora Perkins, a la sazón la primera mujer en un gabinete presidencial, respondió
que no. Ella no sólo apadrinó la ley del Social Security. También lo hizo con
las leyes del salario mínimo y el seguro de desempleo.
Una vez que el Social Security se
convirtió en ley en 1935, su puesta en marcha significó un trabajo gigantesco;
en los años 1936 y 1937 se registraron 35 millones de patronos y empleados.
Para la fecha el gobierno de Roosevelt
aún no había superado la gran crisis económica de 1929, heredada del presidente
republicano Herbert Hoover. Por ello el registro para el Social Security tuvo
que ser hecho por correo. La recuperación económica de la época también
conllevó medidas que regularon las actividades bancarias, ya que varios bancos
fueron acusados de fraude y responsabilizados en buena parte por la crisis. Es
allí cuando surge el FDIC o fondo de protección bancaria para los depositantes
y el SEC, la comisión encargada de regular las operaciones de Bolsa.
Ya para 1964, el presidente demócrata
Lyndon B. Johnson sostiene que los jubilados de 65 años y más no pueden
acarrear sus gastos médicos. Es allí cuando propone la creación del Medicare y
posteriormente del Medicaid para las personas de bajos ingresos o
discapacitados.
El senador Barry Morris Goldwater,
nominado por los republicanos a la presidencia en 1964, declaró: “Si a nuestros
pensionados les pagamos sus médicos, ¿por qué no les pagamos también casa,
comida, vacaciones, licor y cigarrillos?” Por supuesto, ante tales comentarios
Goldwater perdió las elecciones frente a Johnson.
En 1965, el Medicare fue aprobado por
el Congreso y supuso igualmente un gran esfuerzo laboral para inscribir a más
de 20 millones de beneficiarios en los siguientes tres años.
En 1995, el republicano Robert Dole,
postulado a la presidencia en 1996, declaró con orgullo: “Yo fui uno de los
miembros de la Cámara en votar en contra de la creación del Medicare en 1965”.
Por supuesto, Dole perdió en la contienda electoral frente a Bill Clinton.
Por lo visto, el hecho de oponerse a
las grandes reformas sociales acordes con el curso de la historia solo hace perder
elecciones presidenciales.
En la actualidad el gobierno del
presidente Barack Obama está enfrascado en implementar la reforma de salud
conocida como Obamacare. Para variar, los republicanos se oponen. Ya han
logrado el cierre parcial del gobierno y amenazan con bloquear un incremento en
el techo de la deuda si Obamacare no retarda y/o modifica su implementación.
Sin embargo, el proyecto está legalmente en vigencia y no se detendrá.
Como vimos en el pasado, Obamacare no
será una tarea fácil, como tampoco lo fue el Social Security, el Medicare y el
Medicaid. Coincidentemente, vemos que Obama heredó una crisis de Bush, tal como
Roosevelt la heredó de Hoover. También vemos como a Obamacare lo han tildado de
proyecto socialista. Lo cierto es que Obamacare supone un trabajo arduo de
años, que irá paulatinamente ajustando sus mecanismos para corregir sus
errores.
El único error histórico será oponerse
a Obamacare. No hay una manera más segura de perder elecciones.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario