Mario J. Viera.
Yaima está preocupada. Habla a nombre del GRANMA sobre la sección Cartas a la Dirección. Ella reclama traspasar el umbral de las palabras, es decir, más que palabras y justificaciones que haya hechos.
Según Yaima la sección “se ha vuelto eco de los más diversos temas sociales”; es decir darle curso a las quejas de los lectores con “el sano propósito de contribuir a enmendar algunos de nuestros errores con objetividad”.
Dice no comprender “por qué es necesario ver un problema presentado en la prensa para solucionarlo”. Reclama entonces: “Más que justificaciones, se impone un cambio real en el actuar de muchos directivos administrativos, acostumbrados mayoritariamente a sumergirse entre un montón de papeles sobre un buró, que casi nunca son portadores de las verdaderas deficiencias o las enmascaran entre líneas”. Es como pedirle al tamarindo que no sea ácido. El burócrata es siempre burócrata. Siempre estará sumergido entre ese montón de papeles sobre un buró. ¡Claro que sí! El burócrata se defiende con “respuestas indolentes, justificaciones inverosímiles, el asfixiante burocratismo...”
Las quejas se refieren a “los malos ejemplos de los empleados de tiendas, cafeterías y otros centros comerciales, gastronómicos y de servicios, personal de recepción e información de una gama de instituciones y entidades...”, como así lo expresara GRANMA en un artículo del 11 de julio de 2008, bajo el título de “Epidemia del maltrato”.
Todo un arcoíris de quejas, desde la distribución de almohadillas sanitarias, imposiciones de conductas a los clientes, hasta el “"no ve que estoy ocupado-a, tiene que esperar” que le espeta algún empleado de servicio al inquieto cliente.
Entonces Yaima se pregunta: “¿Cómo podrán resolverse los problemas del país si los incumplidores —esos que en muchos casos se conforman con decir que les faltaron previsión y exigencia—, solo esgrimen la conocida frase de "estamos trabajando"?”
No, claro que no, así no se podrán resolver los problemas del país. Lo malo de todo esto es que en una sociedad donde las industrias y los servicios están en posesión del Estado siempre habrá incumplidores, siempre se justificarán con excusas tontas y siempre repetirán “estamos trabajando” cuando en realidad lo menos que hacen es precisamente trabajar.
Yaima hace una recomendación para la solución mágica de los problemas consustanciales del estatismo: “Se trata de poner verdaderamente los pies sobre la tierra en nuestras responsabilidades diarias, contrastar informaciones, controlar, analizar... hacer lo que nos toca y no siempre cumplimos, para entonces poder examinar críticamente nuestros errores. ¿Si no es así, de qué otra forma podrán solucionarse los problemas existentes?”
Le daré respuesta a esta pregunta de Yaima. Solo podrán solucionarse esos existentes problemas cuando se elimine la injerencia de la burocracia en la industria y en los servicios; cuando se ponga en práctica el consejo que encierra el refrán de que “el ojo del amo engorda al caballo”.
La solución no está en lo que anota Yaima en su párrafo final: “Lo dicho en los Lineamientos aprobados en el Sexto Congreso del Partido, por sí solo no es suficiente. Tal y como expresara en la magna cita el General de Ejército Raúl Castro Ruz, Primer Secretario del Partido, ‘para alcanzar el éxito en esta cuestión estratégica y en las demás, es preciso que de inmediato nos concentremos en hacer cumplir los acuerdos de este Congreso bajo un denominador común en nuestra conducta: el ORDEN, la DISCIPLINA y la EXIGENCIA’”.
Se equivocó Raúl Castro con su “magna cita”. Quizá para manejar el presupuesto del Estado se requiere que los encargados del mismo se ajusten al orden, la disciplina y la exigencia, pero en la actividad económica dirigida por todo un aparato burocrático estatal esa proposición jamás será cumplida. Al que no le duele, sencillamente, no le duele. El funcionario estatal trabaja por un sueldo, por lo general, miserable, lo que es causa eficiente de la corrupción; mucho se cuidará para presentarse como exigente y disciplinado y siempre podrá justificar su incumplimiento con el incumplimiento de los suministradores.
Los malos tratos que los clientes reciben en un centro comercial se solucionan fácilmente; ¿Cómo? Con la competencia. Cuando un establecimiento comercial compite con otros, su gestión, su preocupación por ofrecer a los clientes la mejor atención, su interés por presentar adecuadamente los productos y ofrecer aquellos de mejor calidad le permitirá desplazar del mercado a los comerciantes negligentes. Los clientes pueden tener la opción de decidir dónde hacer sus compras y rechazar a aquellos comercios que no le ofrezcan la atención que exigen. No habrá necesidad de quejarse en un periódico porque un empleado les haya tratado mal.
El socialismo es una reverenda basura marcada por la ineficiencia, el mal trato la incompetencia y la mala calidad de los servicios y las producciones.
Estas son las sugerencias que le ofrezco a Yaima Puig del diario GRANMA: Privatizar los centros comerciales; privatizar la industria, fomentar la agricultura libre con productores que no dependan del Estado ni estén obligados a cumplir normas de estregas al Estado y libres para producir lo que consideren más rentable; privatizar la distribución de los productos; privatizar la industria, permitir el libre flujo de la competencia en el mercado. Cuando esto se haga ya no tendrá de qué quejarse Yaima, al menos en cuanto a los incumplimientos de funcionarios estatales en asuntos que no le corresponden al gobierno y sí propios de la actividad privada.
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