domingo, 10 de julio de 2011

Limpieza revolucionaria

Francisco Febres Cordero. EL UNIVERSO. Ecuador.

Con fina ironía, Francisco Febres Cordero nos regala esta simpática crónica sobre las cosas de que se ocupa Rafael Correa; en este caso, la higiene de los ecuatorianos.


Hace no mucho, el excelentísimo señor presidente de la República metió las manos en la justicia. ¡Ay no, qué bruto!, en el agua quise decir. Es que arremetió contra los calefones, con el argumento de que el gas era subsidiado y que el Estado no tenía por qué correr con el costo para la limpieza de sus ciudadanos y ciudadanas.

Sin gas para calentar el agua, quedaba la energía eléctrica, pero después dijo que teníamos que ahorrarla, porque era carísima.

Eso nos pareció perfecto, porque el excelentísimo señor presidente de la República tiene razón en todo lo que afirma: sus argumentos son incontrastables; sus ideas, irrefutables y su cálculos económicos, irrebatibles.

Entonces, en uno de sus muchos arranques de iluminación, el excelentísimo señor presidente de la República ofreció dotar a todos los ecuatorianos y ecuatorianas de paneles y panelas solares, que son lo más ecológico que imaginarse pueda.

Sin calefones, sin tanques de agua que se calientan con energía eléctrica y con unos paneles solares que hasta ahora no asoman por ningún lado, me atrevo a plantear una duda existencial que me carcome: ¿Y ahora, cómo diablos nos bañamos?

Claro, la respuesta suena obvia: para la revolución ciudadana bañarse con agua fría no solo que fortalece el carácter bolivariano y templa el espíritu alfarista del bañante, sino que también contribuye a ahorrar los recursos naturales e innaturales del Estado.

Lo que pasa es que, lamentablemente, no todos tenemos la fortaleza ideológicamente acuosa del excelentísimo señor presidente de la República y sus fieles seguidores: existimos muchos que, francamente, somos no solo pusilánimes sino también, ¡ay!, artríticos, griposos, tosigosos de los pulmones y, sobre todo, tiritones ante los cambios de temperatura que nos hacen pasar de la tibia democracia a la gélida autocracia. ¡Achachay!

Por eso, ojalá el excelentísimo señor presidente de la República nos ilumine con las muchas luces (intelectuales, no eléctricas) que lo alumbran y nos diga qué hacemos. Soy consciente de que la pregunta es bastante idiota frente a las muchas interrogantes cruciales que el excelentísimo señor presidente de la República tiene que resolver para continuar con su revolución. Pero, ¡por favor!, que nos solucione el problema, porque me imagino que lo último que él querrá es tener que gobernar a un pueblo que huela fiero y del cual huyan los otros hermanos latinoamericanos. Ese, ¡qué duda cabe!, será el mayor atentado contra la integración tan anhelada y el eslogan de las mentes lúcidas y los corazones ardientes seguirá reducido a algo que desde hace rato ya nuay en el gobierno: manos limpias.

Ojalá que el excelentísimo señor presidente de la República, que de todo se preocupa y en todo se mete, nos ilustre cómo debemos afrontar nuestra higiene personal. Pero, por favor, que en la próxima sabatina no nos llame, además de todo lo que nos llama, puercos, cochinos, apestosos, hediondos, pestilentes, atatayes.

Quiera la lógica que, por primera vez, no culpe a otros de sus propias culpas y asuma su responsabilidad: si no nos da los paneles solares ofrecidos, que por los menos nos provea de unas ollitas para los baños de asiento, unas toallitas para la limpieza íntima y un talquito con harto aroma a socialismo del siglo XXI mezclado con un poquito de lavanda belga.

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