Óscar A. Oyuela Castellón. EL HERALDO. Honduras.
Los dictadores de izquierda o de derecha a lo largo de la historia han alimentado a sus pueblos con mentiras repetidas mil veces hasta convertirlas en el imaginario social en "verdades irrefutables", como lo hizo Adolfo Hitler con la astucia y sagacidad de su incondicional amigo, genio de la propaganda del régimen nazi, el superministro Josef Goebbels, y Benito Mussolini desde el poder y como líder nacional de Italia, entre los primeros decretos que emitió, destaca la ordenanza de reconstruir la cruz o colocar el crucifijo en los edificios públicos, desde luego, con el propósito de ganarse la confianza del Vaticano.
Cuando los revolucionarios cubanos, los "barbudos", bajaron de la Sierra Maestra, el comandante Fidel Castro colgaba de su cuello un crucifijo y aseguraba a los reporteros de la revista Bohemia "nuestra revolución no es comunista", y el 2 de diciembre de 1961 se declaraba "soy marxista-leninista y seré marxista-leninista hasta el ultimo día de mi vida".
Cuando triunfa la revolución sandinista, Daniel Ortega lucía un crucifijo. Para dar mayor credibilidad de su "fe" entre la feligresía católica, nombró ministros de su gabinete a sacerdotes de la Teología de la Liberación, no la teología que pregonara Jesucristo, sino la del padre Gustavo Gutiérrez del Perú. Después que se afianza en el poder, Ortega ordenó realizar el perverso proyecto puesto en marcha por quienes dirigían las turbas sandinistas, para boicotear la visita apostólica del papa Juan Pablo II en 1983, en complicidad con los sacerdotes Miguel D’ Escoto, exministro de Relaciones Exteriores y hasta hace poco expresidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas, quien con el apoyo del exembajador hondureño apeló al Secretario General Ban Ki-Moon y al Consejo de Seguridad para que enviaran a Honduras los Cascos Azules. También figuraba el jesuita Ernesto Cardenal, ministro de Cultura, y su hermano sacerdote Fernando Cardenal, quienes fueron seriamente amonestados públicamente por el Papa exigiéndoles ponerse en orden con el Vaticano.
Daniel Ortega durante su campaña electoral lucía en su cuello un crucifijo y sus discursos los enriquecía con pasajes bíblicos.
Ante los frecuentes e inesperados viajes a Cuba se rumoró en Managua que Ortega estaba enfermo y que se había sometido a una operación del corazón en un hospital militar de La Habana. Y, para disipar esas dudas, en uno de los salones de la Asamblea Nacional y ante los periodistas, se desabrochó la camisa para demostrar que no había cicatriz alguna en su pecho, y en su cuello colgaba el crucifijo (que lo usaba para efectos publicitarios) expresando: "Mi salud depende de Dios".
Hugo Chávez, en el 2002, después del golpe de Estado, al ser rescatado por sus compañeros, uno de sus leales generales le regaló un crucifijo y, cuando se dirigió a la Asamblea Nacional, lo llevaba en la mano y lo mostró después en el programa televisivo "Alo Presidente". Lo mismo hizo durante la campaña cuando fue reelecto. El 14 de febrero del 2011 volvió a exhibir el crucifijo que se llevó a la frente implorando perdón (a saber a quién), y pocos días después llamaba "troglodita" al Vaticano y "entúpidos" a los obispos a quienes "los conminaba a verse en el infierno".
Dicen sus detractores que "para atornillarse en el poder", Chávez utilizó para efectos electorales los huesos de Bolívar para "conectarse con la fuerza del espíritu"; repatrió los restos del héroe nacional Antonio Guzmán Blanco y los de la heroína Manuela Saenz, el amor de siempre de Simón Bolívar.
Y en sus ultimas giras al interior de Venezuela para promocionar su reelección continua a la presidencia del 2012, Hugo Chávez sostenía en su mano izquierda una cruz y expresaba: "yo ando por Venezuela con un crucifijo y agua bendita". Con todas estas falsedades repetidas de los dictadorzuelos, ¿podremos creer que Chávez tiene cáncer? ¿Por qué no aceptó de inmediato la invitación que le hizo la presidenta Dilma Rousseff para que un equipo especializado de médicos y científicos de Brasil den seguimiento al tratamiento que empezó en La Habana, tal como han atendido el cáncer que padece el presidente paraguayo, Fernando Lugo?
No quisiéramos pensar como aquellos que sostienen que los políticos y dictadores suelen utilizar la cruz como "mera estrategia cosmética y de apariencia para encantar a quienes los escuchan".
En Honduras también tuvimos un presidente famoso por "la virgen del pasaporte".
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