sábado, 2 de julio de 2011

El dilema de los congresistas

Oscar Peña. EL NUEVO HERALD.
Congresista Mario Díaz-Balart

La propuesta que ha hecho Mario Díaz Balart de reincidir en apretar y limitar los viajes a Cuba y que estoy seguro –para ser más lamentable la situación– también tiene el apoyo de sus otros colegas cubanos en el Congreso pone en evidencia la realidad de una tragedia: los políticos profesionales no buscan el procedimiento más adecuado de un problema, o lo que desean las mayorías de los residentes de sus distritos. Ellos solo enarbolan los pedidos de las pocas personas que les aseguran el voto y permanencia en el cargo aunque se trate de una minoría que todos reconocen son personas mayores y decentes pero contaminadas y confundidas por muchas frustraciones, engaños y desilusiones que le han sembrado por tácticas y estrategias fallidas y mentirosas para alcanzar la libertad de Cuba. Estamos ante el talón de Aquiles de la democracia. Igual sucede cuando se defienden los puntos de vista de los mejores donantes de dinero para las campañas aunque se trate de abusos a la población o disparates. Todo ello hace que el político y el país pierdan el rumbo.

No se trata de negar un abuso. No hay que ser un Pitágoras para calcular los enormes beneficios en las cuentas del régimen con los viajes a Cuba. Es cierto que los cubanos siguen pagando pasajes, visas, permisos, cargos, recargos, llamadas telefónicas extremadamente caras y que no tenemos derecho a invertir en el país en que nacimos y que un viaje de una hora de Miami a Holguín vale 515 dólares y que los trámites de pasaporte, habilitación asciende sobre los 350 dólares, más los pagos de impuesto de aduana de entrada y salida de Cuba. Agréguese además el 10 por ciento de gravamen al dólar en Cuba y el excesivo costo por alquilar un automóvil en la Isla. Para el régimen y las agencias de viajes todo es bonanza económica, pero aun así, los derechos humanos de los cubanos de la isla no se defienden o alcanzan atropellando los de otros. El hecho que los dinosaurios de Cuba no los respeten, no debería servir de excusa para que nosotros acá no los respetemos. Las medidas que ha implementado el presidente Obama son un derecho civil de los cubanos libres y sirve para que esa interacción sea un ejemplo. Al limitar a una persona a visitar su país, su familia, pregunto: ¿no estamos haciendo lo mismo que hacen ellos y que los denunciamos como violadores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos? (Artículo 13. Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado. Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país).

Los legisladores de origen cubano en Estados Unidos son inteligentes pero son presionados por votantes a padecer de la misma enfermedad por la que acusamos al régimen de La Habana. Es bochornoso que congresistas del país campeón de la libertad quieran cortar derechos humanos. Efectivamente, cada dólar que se manda a la familia en Cuba o se deja en un viaje termina en el bolsillo de los Castro, pero hay otra verdad más humana: son nuestros padres, hermanos, primos y amigos a quienes les mandamos algo para que no se mueran de hambre y ese principio humanitario vale más que todo lo otro. Además, la Unión Soviética y el resto de los países comunistas no colapsaron por razones económicas, sino por el déficit de libertad y derechos ciudadanos. Tampoco se convence a través del hambre y las limitaciones de derechos, se convence con el ejemplo. Todos quisiéramos un cambio en Cuba pero no a cambio de ver sufrir más a los nuestros. Si los cubanos tienen que ayudar o visitar a sus familiares a través de la Cochinchina así lo harán. Y eso es una virtud del cubano y no un defecto.

Como la mayoría de mis compatriotas deseo que en Cuba tengamos una primavera de democracia y que se termine el poder dictatorial, pero estoy en desacuerdo con las restricciones y limitaciones que quieren retomar los congresistas por las presiones que le hacen algunos influyentes votantes y donantes. En el pasado ninguna de las leyes implementadas funcionaron o trajeron democracia a Cuba. Las personas siguieron viajando y mandando dinero por terceros países. Hay que buscar otras alternativas más inteligentes. Es increíble que no hayan aprendido las claras lecciones de la historia y del fracaso de la política de atrincheramiento y aislamiento. Lo que se impone es seguir con el camino de interactuar, informar y apoyar decisivamente a esa disfrazada sociedad cubana. Aumentemos la independencia financiera de los cubanos para que no dependan para todo del gobierno y puedan ser más libres.

¿Con quién se asesoró el congresista para proponer ese error y falta de sentido común? Tiene al enemigo a su lado. Debería hacer una encuesta entre todos los cubanos que viven en Estados Unidos, independientemente de su status migratorio, y con el pueblo de la isla y verá cómo gana lo contrario de su enmienda. El congresista Mario Díaz Balart solo ha logrado dar municiones al régimen de Cuba y desilusionar más al pueblo cubano con los que –como él– le hemos dicho que son la diferencia.

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