Mario J. Viera
Era de esperar. Nunca el Tribunal Supremo Popular ha rechazado lo decidido por un juez de primera instancia, al menos en los juicios de interés de la Seguridad del Estado, que, en definitiva, es la decisión de la cúpula gobernante del castrismo.
Una breve nota informativa aparecida en la oficialista Cuba debate, adornada con una bandera nacional dio la noticia, que por nueva no era inesperada:
“La Sala de los Delitos contra la Seguridad del Estado del Tribunal Supremo Popular emitió resolución definitiva en la que desestima la impugnación realizada por el ciudadano estadounidense Alan Phillip Gross y su abogada contra la sentencia dictada por el Tribunal Provincial Popular de La Habana”.
El informativo castrista asegura, algo que ponemos en duda que durante “la tramitación del asunto, Alan Gross ha contado con todas las garantías y derechos sobre el debido proceso judicial previstos en la Constitución, las leyes cubanas y los instrumentos internacionales relativos a estos temas”.
Como regla general, el alto tribunal castrista niega la oportunidad al convicto o a su representación legal exponer directamente sus argumentos de derecho. En este caso fue una excepción por su impacto internacional, lo que obligó al gobierno a acceder a recibir a Gross y a su abogado en la sala de deliberaciones.
Alan Gross es, no quepa dudas de ello, una pieza importante para el chantaje castrista. De acuerdo con noticias Radio Martí, Roland Behar, vocero de la comunidad judío-cubana del exilio, la ratificación de la condena no es una sorpresa, pues el gobierno cubano lo que buscaba era que la poderosa comunidad judía de los Estados Unidos intercediera por la liberación de los cinco espías cubanos de la Red Avispa.
Al ratificar la condena del contratista norteamericano, el gobierno de Cuba está transmitiendo un fuerte mensaje a la administración Obama, en lo que constituye un reto hacia el presidente de Estados Unidos, y al mismo tiempo, una advertencia a la oposición interna de que la Ley 88 continúa vigente pese a la excarcelación de los últimos opositores y periodistas independiente que continuaban en prisión sancionados por esa misma ley.
Por otra parte es una fuerte evidencia de la arrogancia del gobierno de Raúl Castro que pretende demostrar que sus decisiones son firmes en la defensa de la soberanía nacional supuestamente agredida por actos del gobierno de los Estados Unidos.
En este rejuego de intrigas, Gross se ha convertido en la carta que el castrismo considera ser la de triunfo para lograr la puesta en libertad de sus cinco sicarios condenados en Estados Unidos por los delitos comprobados de espionaje.
Ante el hecho de la ratificación de la condena a 15 años de prisión de Alan Gross por el manipulado Tribunal Supremo Popular, el senador cubano americano Marcos Rubio, consideró que la decisión es una violación “deplorable de los derechos humanos” y aprovechó la ocasión para impulsar las propuestas de congresistas republicanos de endurecer el embargo limitando las visitas de cubanos residentes en Estados Unidos a sus familiares en Cuba y al envío de remesas a la isla.
“La administración de Obama insiste en continuar adelante con las políticas que ponen más dinero en las arcas de este régimen que patrocina el terrorismo y va en contra de todos los fundamentos de Estados Unidos. Insto a Obama a poner fin a sus equivocadas concesiones unilaterales, negar los recursos al régimen que necesita para imponer su voluntad represiva”, expreso de una manera oportunista el senador Rubio a lo que agregó que era necesario condenar la decisión del alto tribunal de Cuba e insistir en la liberación de Ross.
Por su parte el el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Tommy Vietor exigió la liberación “inmediata e incondicional” del condenado y que se le permita regresar “con su familia y poner fin al largo suplicio”
La suerte de Gross está echada y si Estados Unidos no ejerce una poderosa presión diplomática y económica contra el régimen de Castro que le haga entender que no se aceptará de ningún modo una dilación para revertir la sentencia impuesta sobre el ciudadano americano, Gross vivirá por largos años las miserias, angustias y atropellos que se sufren en las cárceles cubanas.
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