Andrés Oppenheimer
SANTIAGO -- Los críticos del modelo chileno se han dado un banquete con las imágenes de las masivas protestas estudiantiles y la huelga general de dos días que sacudió a este país la semana pasada, y que ocupó grandes titulares en todo el mundo. Pero su júbilo probablemente sea prematuro, y no durará mucho.
Chile no es Libia, ni Egipto, ni Grecia. A juzgar por lo que vi durante los últimos días en este país, y por lo que escuché en entrevistas con personas muy diferentes, desde la líder estudiantil del Partido Comunista Camilla Vallejo, hasta el presidente de centro-derecha Sebastián Piñera, Chile sigue siendo una de las historias más exitosas de Latinoamérica, y probablemente lo siga siendo.
Es cierto que el sistema político chileno ha sufrido una de las mayores sacudidas de los últimos tiempos, y también es cierto que Chile debe reducir urgentemente sus niveles de desigualdad y enfrentar las legítimas preocupaciones de los estudiantes universitarios sobre los costos de sus estudios.
Pero, en general, los logros de este país durante los últimos veinte años de democracia son impresionantes.
Consideremos:
• Desde 1990, Chile ha reducido la pobreza del 45 al 15 por ciento de la población, bajo la mayoria de las mediciones más que cualquier otro país latinoamericano.
• Chile está en camino a convertirse en el primer país latinoamericano que formara parte de las economías más avanzadas del mundo—las que tienen un ingreso per cápita de más de 25,000 dólares anuales— para fines de esta década.
• Pese a haber sufrido un devastador terremoto a principios del 2010, la economía chilena creció un 5.2 por ciento el año pasado, y un asombroso 8.2 por ciento durante los primeros seis meses de este año.
• La inflación es de alrededor del 3 por ciento. Las agencias calificadoras de crédito otorgan a Chile una A+, y la mayoría de los rankings de estabilidad política, respeto a la ley, y control de la corrupción sitúan a Chile muy por delante de otras naciones latinoamericanas.
• Chile ocupa el primer puesto en Latinoamérica en el test internacional PISA para estudiantes de 15 años en matemática, ciencia y comprensión de textos.
La mayor asignatura pendiente de Chile es reducir la brecha entre ricos y pobres: el 54 por ciento del ingreso del país está en manos del 20 por ciento más rico de la población. Eso convierte a Chile en el quinto país con mayor desigualdad en Latinoamérica, detrás de Ecuador, Brasil, Bolivia y Haití, según cifras de las Naciones Unidas.
Tal como pude verlo durante mi visita, las peticiones de los estudiantes gozan de gran respaldo popular. Mientras caminaba por la calle con Camila Vallejo — la carismática líder estudiantil, del Partido Comunista, de 23 años ─ la gente la paraba como si fuera una estrella de rock.
Pero aunque la mayoría de los chilenos simpatizan con las demandas estudiantiles referidas al costo de la educación, no comparten sus exigencias de “cambiar el modelo económico”. El Partido Comunista apenas llega al 5 por ciento de los votos en las elecciones nacionales.
En una entrevista en el palacio presidencial, Piñera me aseguro que “lejos de reflejar un agotamiento del modelo, lo que reflejan las protestas es todo lo contrario: que dado los buenos resultados de la economía chilena, la gente está pidiendo cosas que son propias de países desarrollados’’.
Piñera señaló que heredó el problema de los altos costos de las universidades de los gobiernos de centro-izquierda que lo antecedieron.
¿Por qué cree que su índice de popularidad ha caído desde más del 50 por ciento hace dos años al 26 por ciento actual?, le pregunté.
Piñera dijo que hay una nueva ciudadanía que es “mucho más severa en la forma en que juzga a las autoridades. El gobierno ha tenido una caída en popularidad, pero la oposición ha tenido un derrumbe en la popularidad: cayó al 20 por ciento’’.
El viernes, dos días después de la entrevista, Piñera convocó a un “diálogo de buena fe’’ con los estudiantes, y ofreció nuevas medidas para “lograr que ningún joven chileno se quede fuera de la educación superior por falta de recursos’’.
Mi opinión: El pueblo chileno está apoyando -con razón- las demandas específicas de los estudiantes para una educación superior más asequible, pero no respalda “el cambio del modelo económico” que, gracias a la izquierda responsable que ha gobernado a este país en años recientes, ha permitido que la gente viva mejor que antes.
Los chilenos quieren un ajuste del modelo para que una porción mayor de la prosperidad de este país llegue a los más necesitados, pero no van a apoyar que se mate a la gallina de los huevos de oro, y destruir una democracia estable que ha producido crecimiento continuo durante las últimas dos décadas.
Twitter: @oppenheimera
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