Mario J. Viera. Englewood, Florida.
Rebelión en Siria
El hambre física de los pueblo no genera rebelión. Los desnutridos solo piensan en cómo conseguir el pan de cada día. La miseria por sí sola no es fuente de insurrección. Las revoluciones no son la respuesta inmediata a la pobreza injusta. Las revoluciones se gestan poco a poco en el seno de los pueblos como consecuencia de cúmulos de injusticias.
Para que estalle una revolución se requiere la convicción social de la necesidad del cambio y de líderes dispuestos a encabezar el descontento popular, se requiere también una labor de agitación de los heraldos de ese mundo nuevo que idealizan la revoluciones, capaces de trasmitir el mensaje de la necesidad de enfrentarse al poder; se requiere, en fin, un núcleo organizado de conductores sociales, no necesariamente numerosos.
Todas las revoluciones han surgido del esfuerzo concentrado en objetivos de un pequeño número de líderes con la capacidad suficiente para conocer los actos del poder que les afectan en sus intereses y elevarlos idealmente como exigencias de toda la nación.
Más que el hambre, el factor desencadenante de las revoluciones son los abusos de las elites gobernantes, las diferencias humillantes a que son sometidos los ciudadanos en relación con los privilegios que gozan los miembros de esa élite, la carencia de un proyecto de progreso económico y social efectivo, la carencia también de toda oportunidad de crecimiento personal y, hasta el miedo.
El miedo es paralizante; pero cuando los gobernantes hacen gala de los actos que inspiran el temor, se genera, en la conciencia popular, la necesidad de enfrentar ese temor como respuesta que impone el instinto de conservación amenazado; es entonces cuando se producen los actos sublimes del enfrentamiento de todo un pueblo contra sus opresores. Es lo que ha ocurrido en Egipto; es lo que está ocurriendo en Siria; el temor físico llega al extremo de ofrendar la vida por miedo a la muerte.
Las tiranías no son eternas. Pretenden los dictadores ser amados, pero entre ser amados o ser temidos se decantan por esto último. Las dictaduras imponen el temor y es el propio temor lo que genera la rebelión y el triunfo popular sobre la dictadura.
Todos estos factores están presentes dentro de la sociedad cubana actual. El camino que conduce a la rebelión popular se está pavimentando por la tiranía castrista. La gente va perdiendo el miedo o se va tragando el temor como respuesta a su disgusto. El castrismo, lo comprende y reacciona con la lógica de las tiranías, con represión, con violencia, evitando en lo posible el derramamiento de sangre en las calles, evitando que alguien en una protesta pierda la vida pero poco a poco, la desesperación ante la posibilidad de un alzamiento al estilo de los movimientos que han estremecido al mundo árabe, le ha conducido a los actos más violentos contra los opositores.
Muere en prisión un opositor tras una larga huelga de hambre; la policía en un parque provinciano provoca la muerte de otro al propinarle una paliza y en Guantánamo un obcecado castrista ataca machete en mano a un opositor poniéndole en riesgo de morir.
El pueblo observa este acto en silencio; pero su silencio es el silencio de la indignación contenida.
Ernesto Carrera Moreno se llama el opositor que sufrió el ataque furioso del dirigente de los CDR de Caimanera, a pocos metros de la Base Naval de Guantánamo, de nombre William Valverde y este William Valverde miembro de la sección de vigilancia municipal de los Comité de Defensa de la Revolución en Caimanera dirigió al grupo agresor que atacó con machetes y palos al opositor provocándole, como denunciara Rogelio Tabío López “lesiones graves, fractura de cráneo, el pómulo derecho, la mandíbula también se la zafaron y varios puntos de todo el cuerpo”.
Como el acto no podía si no recibir el rechazo de los opositores y la solidaridad con el agredido, una treintena de activistas fueron hasta el hospital donde Ernesto Carrera se encuentra ingresado. Pero esto no podían admitirlo los funcionarios gubernamentales de Guantánamo. Movilizaron a sus turbas represoras para acosar a los treinta opositores.
No es lo mismo acosar a mujeres a las puertas de un santuario que acosar a treinta activistas que han perdido el miedo. Hubo enfrentamiento y el pueblo observaba en silencio.
Tras unos minutos apareció un camión militar cargado de policías que se arrojaron a la calle toletes y tonfas en mano. Repartieron golpes a discreción. Esta vez fue la turba oficialista la que salió perdiendo; fueron los más afectados por el error del operativo de asalto policiaco.
Así lo testimonia Eliécer Aranda Matos, presidente del Municipio de Oposición de Caimanera: “La batalla campal duró, en total, cerca de una hora. Hubo brazos, piernas y cabezas partidos. Muchos represores tuvieron que ser hospitalizados. Estaban vestidos de civil y la policía no los reconoció”
Al borde del peligro. La violencia se le puede escapar de la mano al gobierno, Todo puede suceder. Los opositores cubanos siguen una línea de confrontación pacífica; pero son pocos los que tengan el temple de Gandhi para soportar las agresiones ofreciendo la mejilla izquierda al que le hiera la derecha. Un día se equivocan los represores y se produce lo que nadie desea, la muerte de algún opositor ante los ojos atónitos de la población.
Elizardo Sánchez, presidente de la Comisión de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, lo precisó, según Diario de Cuba: “Estamos en una fase pre-egipcia. No van a caerle a tiros a los opositores, pero le dan golpes”
Todo puede suceder, repito. Un día alguien extrae un arma... El cubano siempre se ha solidarizado con aquel de quien se abusa...
Si quieren que estalle la revolución solo tienen que continuar actuando con la agresividad de la fiera acorralada; si desean aferrarse a la doctrina del miedo... ¡Muy bien, continúen por ese camino! Luego no se asombren de lo que pueda ocurrir...
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