Rolando Cartaya/ Especial para martinoticias
La ratificación de la condena de 15 años impuesta en La Habana al trabajador internacionalista estadounidense Alan Gross ha provocado al menos un par de fuertes críticas en la prensa norteamericana a la política del presidente Barack Obama de relajar sanciones y / o buscar una distensión con ciertos regímenes autoritarios del mundo.
Recientemente la Casa Blanca prometió vetar cualquier proyecto de presupuesto que revirtiera su política hacia Cuba, pero un artículo publicado por The Washington Post dice que la aplicación de este enfoque de compromiso constructivo hacia Rusia, China, Siria, Irán y la isla caribeña sólo ha empeorado la situación de derechos humanos en esos países.
La autora, la columnista conservadora Jennifer Rubin, considera que en el caso cubano la flexibilización de las sanciones parece haber envalentonado a la dictadura, que ahora ha ratificado la condena a Gross.
Cita en su apoyo las críticas de congresistas como los republicanos Ileana Ros-Lehtinen y Marco Rubio, y la posición del representante por Nueva York, Eliot Engel, el demócrata de más alto rango en el subcomité de asuntos del Hemisferio Occidental de la cámara baja; y recoge asimismo la opinión del ex secretario de Estado Adjunto para Asuntos Interamericanos en el gobierno de Ronald Reagan, Elliot Abrams:
Dice Abrams: “De hecho Obama ha concedido al régimen de los Castro numerosos beneficios, permitiendo, por ejemplo, que más estadounidenses puedan viajar a Cuba y ayudando así a su economía. Algunos, fueron concedidos en 2009, poco después de que Obama asumiera la presidencia, pero otros fueron implementados este año, mientras Alan Gross permanecía en una prisión cubana”.
Rubin critica en particular la respuesta del Ejecutivo –que caracteriza como una solitaria oración sin advertencias ni amenazas-- a la ratificación de la sentencia de Gross. La nota leída por un portavoz de la Casa Blanca hace un llamado a que el contratista sea liberado de manera inmediata e incondicional, “para que pueda regresar junto a su familia y termine la larga odisea que comenzó hace mucho más de un año”.
“Estoy segura de que en La Habana deben estar temblando”, concluye con sarcasmo Jennifer Rubin.
Otra reacción similar provino de un medio situado mucho más al centro. En un editorial, The Miami Herald dice que Obama no tiene más remedio ahora que “stiffen his backbone”, endurecer su columna vertebral (una frase bastante fuerte en inglés), y reaccionar a estas tácticas duras congelando --en formas que llamen su atención -- los esfuerzos por buscar un acercamiento con la dirigencia cubana. El Herald recuerda que su Consejo Editorial ha apoyado y apoya el aumento de los contactos de pueblo a pueblo y las visitas familiares. Pero dice que las exigencias retóricas de la administración para que Gross sea liberado no han llegado a ninguna parte, y que quizás no llegarán a menos que se dé una respuesta adecuada.
El diario recomienda, para empezar, suspender los intercambios culturales, reteniendo las visas que permiten a artistas cubanos venir a este país y cosechar beneficios financieros para el régimen; y reducir las visitas familiares a una anual, en lugar de la actual ausencia de límites. Cuba –apunta el editorial--necesita dólares ahora, y cualquier cosa que afecte ese salvavidas les importará al régimen y a sus dirigentes.
El editorial de The Miami Herald concluye con este párrafo: “Hay un momento y un lugar para la buena voluntad, los gestos unilaterales y las concesiones. Pero mientras Alan Gross siga siendo un rehén de la dictadura cubana, ésta no merece gestos conciliatorios de los Estados Unidos, ni el nivel de respeto que la comunidad internacional otorga a los países libres”.
Las dos piezas periodísticas sobre el caso Gross y la política hacia Cuba han coincidido con un artículo, en la misma cuerda, de Mary Anastasia O’Grady para The Wall Street Journal. La autora contrasta lo que describe como tímida postura del gobierno de Obama frente a los abusos perpetrados por el mandatario ecuatoriano, Rafael Correa, con la severidad que adoptó su administración en 2009, frente a las instituciones democráticas hondureñas que depusieron al contumaz –es un decir-- presidente Manuel Zelaya.
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