Daniel Morcate. EL NUEVO
HERALD
Ahí
va de nuevo. Por el Congreso se pasean muy campantes iniciativas para frenar la
locura de los niños chiflados y de gatillo alegre. Pero no hay quien ponga de
acuerdo a nuestros congresistas porque así lo desea la que aparentemente manda
en el asunto, que es la Asociación Nacional del Rifle. Dos legisladores ilusos,
Carolyn Maloney, representante demócrata por Nueva York, y su correligionario
Ed Markey, senador por Massachusetts, tuvieron el candor de proponer que se les
asignen $10 millones a los Centros para el Control de Enfermedades con el fin
de que reanuden sus investigaciones sobre los efectos de la violencia con armas
de fuego. Y para qué fue aquello. Ardió Troya. La NRA se cabreó. Vomitó azufre.
Y repartió insultos a diestra y siniestra, privilegio que, por cierto, suele
negarles a sus críticos.
Los
aguerridos muchachos de la NRA tildaron la propuesta de “poco ética”,
ingresando así, con la alta moral que les caracteriza, en el debate profundo
sobre las armas. También denunciaron “el abuso con fondos de los
contribuyentes” que susupuestamente implicaría la medida; y acusaron a los dos
legisladores de alimentar “la propaganda antiarmas” del gobierno de Obama cuyo
verdadero objetivo, según ellos, es “socavar un fundamental derecho
constitucional “. Y este es apenas un breve resumen de lo que manifestaron en
público la semana pasada, cuando aterrizó en el Congreso el proyecto de ley.
¿Se imaginan lo que habrán descargado en privado? ¿O en las llamadas para
leerles la cartilla a los congresistas a cuyas campañas contribuyen con
generosidad?
La
idea de Maloney y Markey nació de la constatación, durante las numerosas
carnicerías que sufrió el país el año pasado y las que ha sufrido en lo que va
de 2014, de que la violencia con armas de fuego es uno de los fenómenos menos
estudiados por especialistas. Los jóvenes problemáticos y con fácil acceso a
armas llevan años haciendo pulpa a inocentes. Pero a la hora de entender esta
aberración escasean los estudios confiables. Una razón es que el Congreso, con
esa visión que lo caracteriza, había suspendido los subsidios para tales
investigaciones. Eran un puro derroche de dinero, dice. Por fortuna,
legisladores como Maloney y Markey discrepan y tratan de hacer algo para
cambiar la fatal indiferencia de muchos de sus colegas.
Digan
lo que digan los mercaderes de armas y quienes les hacen el juego, los Centros
para el Control de Enfermedades son una institución calificada para estudiar
qué tan seguras son las armas que se venden al público y cómo se puede prevenir
que se utilicen para asesinar a inocentes. La agencia, con sede en Atlanta,
había estudiado el tema antes. Y en la actualidad realiza estudios sobre
asuntos de seguridad pública que van desde la prevención del SIDA hasta la de
las caídas de personas de la tercera edad. Grupos que representan a
profesionales de la salud reconocen sus calificaciones y apoyan el uso de
fondos públicos para mejorar nuestra comprensión de la violencia armada y
trazar estrategias que la prevengan. Entre esos grupos se hallan la Asociación
Médica de EE.UU., la Asociación Sicológica de EEUU y la Academia Norteamericana
de Pediatría. Esta última no ignora, como no deberían ignorar nuestros
legisladores, que las armas son una de las principales causas de muerte de
nuestros niños, de hecho dos veces más letales para ellos que el cáncer.
Diez
millones de dólares para echar a andar investigaciones tan importantes son bien
poco en el contexto del presupuesto galáctico que aprueba el Congreso. Pero las
presiones sobre los legisladores son tales que pocos se han pronunciado a favor
del proyecto. Algunos han sostenido durante años la barrabasada de que las
armas no matan y prefieren que no se lo reprochen, especialmente con estudios
hechos por expertos. Otros les deben sus cargos a grupos de intereses como el
NRA y no están para sutilezas ni verdades incómodas. Al parecer, se conforman
con que se perpetúen las matanzas con tal de que no les recuerden su inacción.
En definitiva, creen que siempre podrán contar con la NRA para que les confirme
sus prejuicios sobre las armas. Y, sobre todo, para que les apoye en cada
elección.
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