Danilo Arbilla
Llover sobre mojado, en materia de libertad de expresión, nunca está de más. Menos en estas épocas en que arrecian los ataques a la libertad de prensa, como lo resaltaba días atrás en Puerto Rico el reconocido profesor, escritor y periodista colombiano Javier Darío Restrepo.
Y no se trata de los ya viejos y conocidos, aunque sorprendentes, como que en Cuba los parlamentarios piden endurecer la ley mordaza. Esto es de ciencia ficción. ¿Qué van a hacer? ¿Le van a cortar la lengua a la gente?
Como dice con acierto Restrepo hay países –y cita a la mencionada Cuba y a Venezuela, Nicaragua y Ecuador– y habría que sumar por lo menos a Bolivia, que compiten por censurar y que en esa materia aspiran a las Grandes Ligas.
Y en este torneo es difícil seleccionar al campeón. Al censor de oro, al gran violador de la libertad de expresión. Al Gran Maestro nadie lo discute y todos van rendirle pleitesía a la isla, pero hoy por hoy Rafael Correa, el hombre que detenta la presidencia en la República de Ecuador, se ha transformado en la estrella y ciertamente puede desplazar del primer lugar al hasta ahora líder indiscutido, Hugo Chávez.
Correa no descansa ni tiene noción del ridículo. Con motivo de la asunción de Ollanta Humala, le dijo a éste que no le iba a ser fácil gobernar y cambiar las cosas porque, según él, “la prensa no lo va a dejar en paz”, salvo que el novel presidente peruano “se someta a la prensa corrupta”. Sin duda declaraciones muy propias y originales de un presidente extranjero que asiste a una ceremonia de cambio de mando presidencial.
Tuvo razón, entonces, el diario limeño El Correo, cuando desde su portada saludó a Correa con el titular “Repudio”, lo calificó de “aprendiz de dictador” y lo declaró persona no grata para la prensa.
El que quizás no tuvo razón fue el flamante canciller de Humala, que criticó al diario, diciendo que no estaba bien hacer eso con un mandatario extranjero invitado del gobierno, como si la prensa tuviera que adecuarse a la política oficial. Eso es de aquella idea, que felizmente no prosperó, del nuevo orden informativo internacional, que quería imponer la vieja Unión Soviética. Dijo el alto jerarca que él respetaba la libertad de prensa. Que tenga cuidado, porque así se ha empezado en más de un lugar.
En la reunión de la UNASUR que tuvo lugar en Lima, Correa hizo mención al “pasquín” que pretendió insultarlo y criticó a la prensa peruana, que dijo es igual que la ecuatoriana. Humala no se dio por aludido ni ninguno de sus colegas se solidarizó con Correa. Ni Cristina Kirchner, quien, para castigar a los periodistas, siempre está a la orden. Seguramente si eso hubiera ocurrido en Ecuador, Correa le habría puesto una demanda a El Correo por 100 o 200 millones de dólares e incluso con periodistas presos como ha ocurrido con El Universo de Guayaquil.
En materia de demandas judiciales es bueno que se conozca que la situación del presidente Correa es impecable. El puede insultar a periodistas y medios impunemente (siempre protegido y rodeado de custodios, eso sí). Se le ha contabilizado una lista de 273 insultos diferentes, difama, insulta, injuria a piacere. Para demandarlo criminalmente debe haber autorización del Congreso, el que recientemente, por supuesto, no dio lugar a un planteo que se realizó en ese sentido. Otro caso, un periodista digital, insultado y difamado por Correa, lo demandó por 10 millones de dólares, y este lo contrademandó por 400 millones de dólares. Imagínese el lector las garantías con que cuenta ese pobre señor que creyó que podía demandar el mandamás ecuatoriano, al que es difícil no solo ganarle un juicio en su cancha sino que alguien pueda disputarle el trofeo del censor de oro en el resto del mundo.
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