Mario J. Viera
Todavía queda por hacer en Egipto; la caída de Hosni Mubarak ha sido solo un primer paso en las proyecciones de la revolución egipcia. Los cambios necesarios en la vida política de Egipto, evidentemente en opinión de un importante sector de la población de Egipto, han demorado más de lo que se esperaba.
El viernes 11 de febrero, el vicepresidente Omar Suleimán anunciaba: “En el nombre de Dios misericordioso y compasivo, ciudadanos, durante estas muy difíciles circunstancias que atraviesa Egipto, el presidente, Hosni Mubarak, decidió abandonar su cargo de presidente de la república y encargó al alto consejo de las Fuerzas Armadas administrar los asuntos del país. Que Dios ayude a todos”
Luego de una revuelta generalizada que provocó la muerte al menos de 300 personas y miles de heridos, el júbilo se convirtió en clamor en Midan Tahrir, la Plaza de la Liberación. La esperanza de un nuevo Egipto democrático se ofrecía ante los cientos de manifestantes allí reunidos. El mariscal Husein Tantaui asumiría la jefatura del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas. Tantaui disolvería el Parlamento, a la vez que suspendía la Constitución y prometía elecciones en un plazo de seis meses. No obstante el estado de excepción instaurado por el régimen de Mubarak no sería suprimido.
El 8 de marzo se constituiría el nuevo gabinete de gobierno con Essam Sharaf como Primer Ministro quien contaba con gran simpatía por el apoyo que le diera a la revuelta.
Sharaf, entonces, prometió: “He venido aquí para ser legitimado por ustedes, porque ustedes son los dueños de la legitimidad ahora. Pero he venido aquí para inspirarme en su voluntad y en su fortaleza. Mi esperanza ahora es cumplir con sus demandas, y el día que me sienta incapaz de hacerlo no me van a encontrar aquí”.
Sin embargo Tantaui no es el hombre idóneo para las multitudes que forzaron la renuncia de Mubarak. Hombre que había sido de confianza de Mubarak y vinculado estrechamente con el caído gobierno. Desde el primer momento comenzó a gobernar por decretos sin el obstáculo de la Constitución. El descontento iría creciendo. Ya en julio se producen protestas en Tahrir, ante la vacilación de los militares de procesar a los dirigentes de. Derrocado gobierno de Mubarak y a los policías que se consideran responsables de la muerte de unos ochocientos de los participantes en las protestas contra el derrocado gobierno.
Las fuerzas armadas no inspiran confianza y de nuevo estallan las protestas que ya con un saldo de 23 muertos y cerca de dos mil heridos han provocado la renuncia del todo el gabinete del gobierno provisional. Enfrentados violentamente con las fuerzas militares con piedras y cocteles molotov, los egipcios, en su mayoría su juventud, dirigen su rechazo, a menos de dos semanas antes de las elecciones legislativas previstas para el día 28, en contra del mariscal Tantaui.
Alia Elmahdy |
El reclamo popular es evidente. Se trata de una lucha entre dos fuerzas; entre los que se aferran al pasado con su carga de tradiciones y los que luchan por un cambio verdadero en las estructuras políticas y sociales del país. Entre los que mueven a las fuerzas antimotines y los que pelean a manos limpias. Entre los que exigen un acato estricto a la sharía y los que desean un gobierno laico. Entre la bella mujer, Alia Elmahdy, que a sí misma se define como “laica, libera, vegetariana y egipcia individualista” que protesta mostrando su desnudo cuerpo para “llamar la atención contra una sociedad de violencia, racismo, sexismo, acoso sexual e hipocresía” y los barbudos de la Coalición de Graduados en Derecho Islámico que le acusan de “intentar difundir su ideología obscena por medio de fotografías de desnudos” y piden sanciones severas contra Alia y su novio, los dos blogueros, alegando: “La antigua Constitución y los nuevos artículos de la nueva Constitución dicen que la ley islámica es la base de la legislación, por tanto solicitamos que los dos blogueros sean castigados con las sanciones islámicas”; desean que se les condene: “La condena podría ser una sanción de latigazos, un periodo en prisión o lo que crean adecuado”, es decir, recibir 80 latigazos en público, ir a prisión o, incluso, ser ajusticiados con la pena capital.
Rechazan todas las fuerzas cívicas la imposición del veto que se arrogan los militares a cualquier artículo de la futura Constitución colocándose por encima de la soberanía popular.
Todavía queda por hacer. El régimen que detestan los egipcios no desapareció con la caída de Mubarak; la revolución ha sido secuestrada por una junta militar y la revolución aún no ha concluido, se puede ver que el momento actual en Egipto recrea los días previos, en la Francia de 1789, a la toma de la Bastilla; solo falta escucharse el canto furioso del “Ah! ça ira”.
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