Mario J. Viera
Prácticamente la prensa de todo el mundo se hace eco de la noticia. Noticia de primera plana en los más importantes diarios de América Latina, Estados Unidos y Europa. La muerte de un guerrillero colombiano. “Cayó el número uno de las FARC. Es el golpe más contundente que se ha dado a esta organización en toda su historia” anunció el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, desde la Casa de Huéspedes Ilustres de la ciudad de Cartagena de Indias.
Alfonso Cano, o más bien, Guillermo León Suárez cayó abatido por efectivos de la brigada 29 del Ejército y la Fuerza Aérea colombiana. Había escogido el camino de la violencia y violentamente encontró la muerte, como le ocurrió a Víctor Julio Suárez Rojas, el “Mono Jojoy”, como le ocurriera antes a Luis Edgar Devia, alias 'Raúl Reyes'. “Ese golpe es una comprobación de que el crimen no paga, la violencia no es un camino...”, advierte Santos.
Cuando en el juego democrático hay opciones, cuando por medio de las urnas se puede cambiar el curso de la vida política colombiana, la violencia homicida, la persistencia en un foco guerrillero, que actúa, más allá de una ideología, con métodos terroristas, con extorsiones, secuestros y ejecuciones extrajudiciales, es inaceptable. La violencia devora y sus impulsores son siempre devorados por la violencia.
Pocos llorarán la muerte del hombre que por más de 30 años llevaba una vida de forajido. Forajido es todo aquel que huye a las montañas y lanza ataques, organiza secuestros y se alía con el narcotráfico. No hay razón en la afirmación que asegura que el fin justifica los medios. Quien se decide por medios criminales demuestra que sus fines son el crimen.
Tal vez alguien, de esa izquierda latinoamericana que merece llamarse “bananera” quiera levantarle un pedestal y coronarle como héroe. Mal va un partido que necesita héroes ficticios consagrados al crimen.
El diario español EL PAIS hizo un resumen biográfico del líder supremo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Había nacido “en un hogar de clase media en Bogotá en 1948. Le encantaba jugar al fútbol en las calles de la ciudad, actividad que alternaba con sus actividades políticas”. Había intentado estudiar antropología y derecho en la Universidad Nacional cuando en toda la América Latina se esparcía un aura de simpatías por la recién triunfante revolución castrista. Tal vez aquel halo romántico de los guerrilleros barbudos de la Sierra Maestra le inspiró y le guió; y como señala EL PAIS ingresó en las files de las “Juventudes Comunistas (JUCO), el espacio de formación de los nuevos cuadros del Partido Comunista. Aquí se fue integrando en las corrientes izquierdistas de la lucha armada”.
No concluye sus estudios; se ha sentido portador rebelde de una verdad a medias y conspira, redacta proclamas llamando a la insurrección. En su espíritu ardían los afanes del periodo de las guerras civiles que estremecieron a Colombia; quizá tenía presente los acontecimientos que se desataron tras el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán y culminaron en el Bogotazo. El sería reparador de injusticias y portador de la antorcha libertaria de las revoluciones; tal vez soñara en un nuevo bogotazo para arder en él con la misma pasión con la que participara aquel joven, objeto de su admiración, que había llegado de Cuba y ahora conducía un gobierno surgido de una insurrección, Fidel Castro.
Ya se había unido a las Juventudes Comunistas y hace contactos con las FARC y es invitado a dictar conferencias sobre marxismo en varios frentes guerrilleros. En 1981 es detenido y cumpliría año y medio de prisión. La prisión política enardece a los espíritus apasionados; la cárcel no cambia el carácter de los que creen en un ideal, ya sea recto, ya sea torcido. Había recibido el beneficio de una amnistía del presidente Belisario Betancur que pretendía un cese al fuego con las guerrillas. Entonces, León Suárez se convertiría definitivamente en “Alfonso Cano”, en el ideólogo de las guerrillas marxistas.
EL PAIS destaca: “Figuró como negociador en los frustrados diálogos sostenidos desde 1991 y creó el llamado Movimiento Bolivariano por una Nueva Colombia y el Partido Comunista Clandestino (PC3), herramientas de infiltración y expansión política de las FARC”.
Al morir Manuel Marulanda, “Tiro Fijo”, Alonso Cano asume la jefatura de todo el movimiento guerrillero.
Instituto de Medicina Legal en Popayán bajo fuerte custodia militar
Soñó Cano ser un jefe victorioso, como 52 años antes había sido Fidel Castro. Se imaginaba quizá ser el líder indiscutible de un gobierno bolivariano de la Nueva Colombia. Sus ambiciones políticas se frustraron abruptamente el pasado viernes, las balas habían cortado su vida. Ahora yace su cuerpo sin vida en un cuarto de la morgue del Instituto de Medicina Legal en Popayán y bajo fuerte custodia militar. No se le rinden tributos; los honores solo son merecidos por los que combaten lealmente, por los que sacrifican su vida por el bien de los pueblos, no por los que convirtieron sus ideales en una empresa de matar, de secuestros, de operación de narcóticos.
Con su caída, las FARC presentan un panorama gris; se prevén deserciones. Sin embargo aún se mantienen en pie; su estructura de mando permite encontrarle un sustituto, alguno, tal vez con actitudes más violentas y criminales que las del propio Cano. Como dijera el expresidente Andrés Pastrana: “Uno no puede decir que sea el fin del fin porque en un grupo tan grande pueden quedar reductos que insistan en la vía militar. Sin embargo, sus posibilidades de maniobra ahora son mínimas. La única salida es seguir el ejemplo de ETA y renunciar a las armas”; o como expusiera Juan Manuel Santos: “No debemos ser triunfalistas. Todo lo contrario: debemos perseverar. Debemos insistir hasta traerles a los colombianos un país en paz".
Pero al intento totalitario de las FARC le van quedando menos posibilidades; su reino de terror se va acercando cada vez más a su final. La única opción que les queda es la desmovilización, de lo contrario, como dice el presidente colombiano su futuro es tenebroso: “Desmovilícense. De lo contrario, como hemos dicho tantas veces y como hemos comprobado, terminarán o en una cárcel o en la tumba”.
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