Juan González Febles
Lawton, La Habana (PD) La ciudad dividió el tiempo como ya de forma arbitraria el gobierno militar dividió los espacios. Existen las calles y las zonas congeladas para “revolucionarios”. El resto… bueno, el resto para los demás. Esta es la repartición del espacio. Junto a esto, el tiempo está dividido en dos turnos bien diferenciados. De 7 am a 7 pm es el turno de los que la luchan con trabajo. Este es el tiempo de los que reparan, ofertan servicios o venden. De 7 pm a 7 am, es el turno del hombre nuevo. En ambos turnos, una presencia represiva ominosa y absoluta en la que no falta el hombre nuevo, con uniforme o sin él.
El turno del hombre nuevo es el momento más peligroso de la ciudad. Este es el momento para la prostitución y para distribuir, conseguir o repartir drogas. Es, en fin, el momento para esa parte de la juventud deformada por el sistema. El hombre nuevo se mueve en un rango de edades que van desde los 0 a los 35 años. Esa masa no tiene en sus miras formar una familia. Está convencida de que trabajar honradamente no conduce a ninguna parte. No respeta reglas ni compromisos de ningún tipo, porque desde el nacimiento han visto todo tipo de trampas orquestadas desde y con el poder del Estado.
Sin valores familiares ni educación religiosa, conservan los instintos básicos de sobrevivencia y reproducción. Son capaces de florecer sin fructificar. La máxima aspiración de esta creación revolucionaria es emigrar, y le teme más a que la Seguridad del Estado toque en su puerta, que a las mandíbulas de los tiburones en el Estrecho de La Florida.
La bulliciosa Habana se transfigura desde las 7 pm hasta las 7 am. Aleida es una mulata que da infarto. Uno se pregunta cómo se materializó esta criatura que supera a Beyonce y me propone el mejor rato de mi vida por sólo 20 fulitas[i]. “Purito[ii]”, me dice, “tú debes ser músico o algo así, ¿no? ¿Vives afuera?” Cuando respondo que no, que sólo soy uno más que come con libreta, no me cree.
G, que es un conocedor capaz de conseguir desde un ataúd de estreno hasta Viagra y PPG, me explica que entre la gente luchadora de los bajos fondos se desarrolla una forma de observación que los equipara con una suerte de detectives, capaces de elaborar conclusiones a partir de detalles tales como la tonalidad de la piel. Según me explica, mi tonalidad pigmentaria habla de alguien que disfruta de alimentación balanceada. No se trata de raza o de algo puramente étnico. El tono saludable en la piel habla de solvencia económica o simplemente de no residencia en la Isla.
“Mira, jaba’o”, dice, “eso es peligroso. Cualquiera te asalta a la espera de un baro o un barito largo. Pero te salva de la meta (policía en el argot de los bajos fondos) que no te marca porque eres un puro que la porta. Ellos están puestos para los jóvenes…”
Los jóvenes o el hombre nuevo reinan en la noche habanera. Es su turno y puede vérseles en el Casco Histórico de la ciudad vieja a la caza de alguna oportunidad. También en las zonas turísticas del Vedado. Pero mucho cuidado: algunos pueden ser muy peligrosos.
Recientemente vi florecer una mata de mango en pleno noviembre, que no es la estación ideal para ello. Paralelamente escuché rumores sobre una decena, poco más o menos, de jóvenes ahogados cuando intentaban escapar del país en una embarcación rústica, que de acuerdo al rumor, se fabricó para la ocasión. Esto también sucede fuera de la estación – el momento ideal para estas expediciones suele ser en abril –. Las primaveras parecen ser el mejor momento para comenzar o para cambiar las cosas, y los rumores sobre expediciones de jóvenes hacia una vida mejor proliferan demasiado para mi gusto.
Al hombre nuevo le gusta romper esquemas, y en pleno noviembre, se escucha sobre diversos intentos recientes de este tipo, siempre protagonizados por gente del segundo turno. De Luyanó, Centro Habana, La Lisa, Párraga o Mantilla, qué más da. Mi amigo G me explica que los chamacos están “ostinaos” y que “no hay más ná”.
Cuando le pido que abunde, se echa hacia atrás y luego de concluir su cortico de ron dorado, dice: “Mira, esta gente lo tiene tó en la mano, no van a soltar ná y no les importa si tú vives o no porque los que tienen que vivir son ellos. Van a reventar a quien tengan que reventar: mujer, hombre, niño o lo que sea. Si ustedes quieren poner el muerto, ese es tu maletín, pero yo tengo que luchar lo mío. Mira, mataron a la papayúa de las Damas de Blanco y no pasó ná…”
Desde la esquina somos observados por dos policías especializados de la zona turística, pero G me explica que con esos no habrá problema. Ellos esperan por la bella Beyonce que les pasará su “mascá’”. Voy en retirada, y el turno del hombre nuevo transita sin novedades hasta el final de esta densa y fresca noche de noviembre.
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