Mario J. Viera
"Torbellino" oleo de Miguel O. Menassa |
Hay tanto de qué hablar y a veces se tiene tan poco que decir. Es esta la angustia de mantener una columna diaria. Nada fácil si se quiere comentar, sin repetirse, sobre los problemas más acuciantes. En ocasiones te quedas vacío, sin que te asalte la inspiración que llega con esa fuerza brutal que te impulsa a dar golpes sobre el teclado.
Buscar información es bien agobiante. Da lo mismo si te metes en una biblioteca, si te lees los libros que atesoras, como si navegas por internet. Toma su tiempo. Hay que contrastar ideas y opiniones, comparar hechos, pensar en la objetividad y luego opinar libremente sobre lo que te dé la gana pero sin caer en la imprecisión o en lo fabuloso, licencia literaria aparte.
Y ciertamente hay mucho de qué hablar. Se puede comentar sobre el proceso eleccionario que se desarrolla hoy mismo en Nicaragua y la posibilidad de que el chavista-castrista-gadafista-sandinista Daniel Ortega sea reelecto.
¿Qué decir de las protestas estudiantiles de Chile cuyo protagonismo se lo robara la beldad comunista Camila Vallejo? Quizá volver hacia Correa que a correazos quiere gobernar al Ecuador y sigue empeñado en satanizar al periodismo independiente. Tal vez referirse a las chavadas de Chávez, y reconocer mí equivocación porque el payasito de Miraflores si tenía cáncer, aunque un cáncer bien manejado y muy pero muy útil que seguro pasará a la historia como el cáncer más jocoso que conociera la humanidad.
Escribir sobre Cuba, ¡Ay mi Cuba querida y sufrida! En verdad hay mucho que hablar sobre los Castro, y clavar “con furia de mano esclava/ sobre su oprobio al tirano”; pero qué de nuevo decir si en ocasiones se cae en lo reiterativo.
Quizá comentar sobre el vándalo que arrojó su carro sobre algunos de los participantes de Occupy DC, allá, en la capital de Estados Unidos, tal vez un furioso, enloquecido, tea partisano que no es encausado por no haberse formulado una denuncia en su contra.
Se puede revisar las noticias de Colombia; pero a qué insistir sobre la muerte de un guerrillero que se creyó a sí mismo el mesías bolivariano de la Nueva Colombia. Quizá pensar en Perú y los cien días de gobierno de Ollanta Humala y lo que hay detrás del caso de Omar Chehade, segundo vicepresidente, en un supuesto tráfico de influencias a favor del grupo Wong. Pero meterse a opinar sobre el tema, como dirían los mexicanos, me da pereza.
Ciertamente hay mucho de qué hablar, pero hoy, lamentablemente, tengo poco que decir.
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