René Gómez Manzano
LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) – La larga protesta de los moradores del Territorio Indígena Parque Nacional de Isiboro Sécure (TIPNIS), culminó en días pasados con un resonante éxito. Tras una marcha desde esos territorios ancestrales hasta la ciudad de La Paz, los aborígenes vieron satisfecha su principal demanda: esa comarca fue declarada intangible y se renunció a fabricar una carretera que la cortaría en dos.
La prolongada caminata tuvo características de epopeya. Duró meses, cubrió cientos de kilómetros y contó con la participación incluso de niños y señoras embarazadas. El relato de sus incidencias serviría como una crónica ilustrativa de los tortuosos métodos de los llamados “socialistas del siglo XXI” en sus ansias de controlar la vida del país.
De inicio, copiando fielmente a sus maestros Castro y Chávez, el gobierno de Evo Morales acusó a los pobladores del TIPNIS de responder a instrucciones impartidas por la Embajada estadounidense. Pese a lo manido y burdo del argumento, los propagandistas del actual régimen boliviano confiaban en convencer así, como mínimo, a los más obtusos de sus simpatizantes.
El mero enunciado de esa afirmación es un absurdo. Pensar que unos indígenas, para defender sus tierras ancestrales de la invasión masiva de cocaleros afectos al presidente de turno, como sucedió en el departamento de Pando, tengan que esperar a que venga a agitarlos un diplomático extranjero residente en la lejana capital, constituye un insulto a la inteligencia humana.
En cualquier caso, el resultado de esa efímera campaña propagandística pone de relieve la endeblez y la falsía de los argumentos de Morales y sus paniaguados. El actual mandón boliviano ha cedido ante los reclamos, lo cual impone dos interrogantes: ¿Claudicó Evo ante los “imperialistas yanquis”? ¿O reconoce ahora (aunque sea de manera tácita) que la supuesta participación de esos extranjeros en la protesta era sólo otra asquerosa mentira de su régimen?
Para reforzar al menos con una especulación la hipótesis de la conjura norteamericana, los locutores castristas-chavistas comentaron que, como Evo Morales pertenece también a los pueblos originarios, sólo una intervención ajena a estos podía explicar la hostilidad de los indígenas del TIPNIS.
Este comentario —racista, si los hay— es primo hermano de la exclamación hecha en 1961 por Fidel Castro a un expedicionario negro de Playa Girón: “¿Y tú qué haces aquí!” Tanto uno como otra presuponen que el origen étnico de las personas les impide pensar con la propia cabeza y actuar con independencia, incluso en contra de quienes se autotitulan benefactores suyos.
Por supuesto que la dignificación de los pobladores originarios de Nuestra América es una causa justísima. Pero eso es una cosa, y otra muy distinta estar obligados a simpatizar con personajes de la calaña de Evo Morales o Rigoberta Menchú; o aceptar la propaganda mentirosa de los “socialistas del siglo XXI”, que olvidando a un gigante como Don Benito Juárez, afirman sin sonrojarse que el actual presidente boliviano es el primer jefe de estado latinoamericano de origen indio.
Volviendo al TIPNIS, no han faltado en el asunto otras viñetas de interés, como la feroz paliza propinada por los gendarmes del régimen a los marchistas. Cuando el suceso fue cubierto por la prensa independiente (que, gracias a Dios, todavía subsiste en el flamante Estado Plurinacional), Evo, con el mayor desparpajo, la acusó… de informar sobre lo sucedido.
Si reconocimiento merecen los aborígenes por su epopéyica marcha, hay que decir que los capitalinos estuvieron a la altura de la situación. La entrada de los marchistas en la ciudad de La Paz dio lugar a una impresionante manifestación de apoyo popular. Los paceños, sin distingos étnicos, recibieron como héroes a los recién llegados, obligando al gobierno a ceder a sus reclamos para evitar el afianzamiento de una coalición en contra suya.
Es verdad que el electorado del país andino ha brindado su apoyo mayoritario a Evo Morales y sus seguidores en más de una ocasión, pero también es cierto que ese pueblo hermano no vacila en plantarle cara al régimen cuando considera afectados sus legítimos intereses. Así sucedió cuando el aumento del precio de la gasolina y con el asunto del TIPNIS; parece ser que algo parecido ocurrirá ahora con el intento evista de controlar el Poder Judicial mediante la reciente votación manipulada.
Ese rechazo de la incondicionalidad es digno de aplauso. Con gestos decididos de esta índole los bolivianos dificultan el camino del Movimiento al Socialismo hacia el control absoluto del Estado, objetivo no confesado de estos nuevos “jinetes del ALBA”.
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