Mónica Chuji Gualinga es una indígena Kichwa Amazónica, nacida el 30 de octubre de 1973, en Sarayaku, Pastaza. Licenciada en Comunicación Social por la Universidad Politécnica Salesiana (2000); posgrado en Derechos Humanos y Ciencias Ambientales por la Universidad de Deusto, de España (2002); estudios de Maestría en Estudios Socioambientales por la Flacso, de Ecuador (2006).
Mónica Chuji fue Secretaria General de Comunicación de la Presidencia de la República entre enero y junio de 2007 y asambleísta constitucional de noviembre de 2007 a julio de 2008.
En junio de este año fue llevada ante los tribunales para enfrentar una demanda por injurias presentada contra ella por el ministro de Rafael Correa, Vinicio Alvarado.Durante la audiencia del juicio se presentaron altos funcionarios del gobierno ecuatoriano y el propio presidente Correa. Hecho esto que hizo que el periódico HOY precisara: “Todos contra Chuji, parecía ser la consigna aquel día. Aquello, lejos de ser un acto de solidaridad con el ofendido, resultó ser un exagerado alarde de poder en un escenario totalmente inapropiado, como es un juzgado. A más de la desproporción con su contradictora, una mujer indígena que no goza ni de poder político ni económico que pueda hacer un contrapeso, se siente una frontal presión ante la justicia, en busca de una sentencia que les resulte favorable en toda esta campaña gobiernista montada para acallar todas las voces críticas que puedan surgir en el camino de la llamada revolución”.
En esta ocasión como hace notar el periódico citado no se trata de un periodista el llevado al banquillo de los acusados, sino de una de los excolaboradores de Rafael Correa. En Ecuador, no solo Correa es tan, pero tan delicadito que no se le puede rozar ni con el pétalo de una rosa, sino también sus altos funcionarios.
Al dictarse la sentencia el pasado viernes contra la Chuji, el diario EL COMERCIO expresó: “Esa condena, por haber calificado como nuevo rico a un funcionario, es tan descarada que obligatoriamente conduce al debate sobre cómo interpretar lo dicho por Chuji. Y cuando entra en juego la interpretación, entra en escena el abuso de poder”. Y sentencia el diario relacionando el nuevo fallo judicial con el dictamen en contra del periodista Emilio Palacio, hoy en el exilio en Miami: “La misma Chuji, con su silencio frente al atropello a Palacio, sembró la semilla del abuso que ahora la agobia”.
Mónica Chuji enfrentaba una demanda que exigía por la parte demandante una sentencia a tres años de prisión y al pago de una indemnización de $250 000 a favor de su excompañero de gabinete. Ahora ella misma se define como “una perseguida polírica”
Entrevista a Mónica Chuji Gualinga por Katerine Erazo. EL UNIVERSO
Vinicio Alvarado esperó la sentencia para anunciar que la perdona. ¿A qué atribuye esa decisión, en ese momento?
Me parece que no se esperaron que haya reacciones de adhesión y solidaridad de diversos sectores a nivel nacional, como organizaciones de mujeres, la organización indígena, colectivos de ambientalistas, ciudadanos, a través de llamadas telefónicas, cartas, redes sociales. Y a nivel internacional, las organizaciones con las que me he relacionado en estos quince años en el ámbito de derechos humanos. Toda esta gente empieza a mostrar muchísimo interés sobre lo que está pasando en el país. Me han llamado asambleístas de todas las tendencias.
¿Incluso de PAIS?
Sí, algunos de PAIS también.
¿Qué sintió cuando el presidente Rafael Correa apareció en la audiencia de juzgamiento?
Pensé que no iban a ir ni los ministros, pero cuando vi a Doris Soliz, Alexis Mera, Galo Mora y al mismo presidente, me causó muchísima sorpresa. La sensación que tuve fue de ver a todo el poder contra Mónica Chuji, el movimiento indígena y cualquier ciudadano que se quiera expresar.
Usted ha dicho que los jueces se han sentido presionados.
Esa presencia me hizo pensar que podía haber cierta influencia, cierta intimidación al mismo juez. Pese a eso, todavía pensé que podía tener un fallo justo. Sin embargo, la sentencia muestra claramente que la justicia no es independiente. En este caso está dominada por el Poder Ejecutivo y, al menos hasta este momento, no tenemos garantías para un debido proceso.
¿En realidad tenía la expectativa de lograr un fallo justo?
Sí tenía la pequeña esperanza de que todavía quede algo de integridad en el Poder Judicial, pero, al ver la sentencia, no puedo más que rechazarla porque me parece injusta y eso es una muestra más de que, en esta primera instancia, al parecer se ha respondido a una presión política. No veo por qué fallaron de esa manera, hemos demostrado que en mis expresiones no había calumnia, injuria ni imputación de un delito.
¿Cómo se cumplieron los procesos en su caso? ¿Pudo presentar pruebas o tuvo obstáculos para ejercer su defensa?
Por mis expresiones no debía presentar ninguna prueba. Simplemente los hechos y la información que ya otros medios habían reproducido, en varias ocasiones, es lo que precisamente demostré. Para desvirtuar la acusación que se me hacía logramos conseguir información. No me permití hacer una investigación de otras situaciones. Luego me enteré de que, por ejemplo, ha habido informes preliminares de Contraloría, pero no consideré que debía investigar más porque yo no le he imputado ningún delito al señor Alvarado.
Ha habido otras personas que han respaldado sus afirmaciones de que Alvarado es un nuevo rico y no han sido enjuiciadas. ¿Por qué cree que a usted sí le iniciaron un proceso?
Creo que porque fui una funcionaria que apoyó en los primeros seis meses del Gobierno, desde la Secretaría (de Comunicación) y luego en la Asamblea Constituyente. Pero, además, he sido una de las voces críticas desde adentro, desde cuando estuve acompañando al presidente, y en la Asamblea. Obviamente, después continué con la misma frontalidad y denuncié la serie de atropellos, la política económica, la discriminación, los problemas sobre libertad de expresión. Creo que también hay un matiz por el hecho de ser mujer e indígena. Consideraron que yo no estaba a la altura de otros actores políticos para cuestionar al poder y a uno de los personajes más poderosos políticamente dentro del Gobierno, lo cual tampoco lo afirmo yo, lo han dicho las mismas investigaciones (periodísticas).
Cuando usted dijo que Alvarado es un nuevo rico, señaló que lo decía porque fue parte del Gobierno. ¿Qué constató para que usted lo afirmara?
Insistiendo siempre que mis expresiones no imputaban ningún delito y que reiteraban algo ya reproducido por los medios y que él mismo (Alvarado) había admitido, que es un hombre de negocios próspero y sus negocios son la publicidad. Su empresa hace publicidad y en una de las primeras reuniones me dijo que él (Alvarado) cuidará celosamente la publicidad. Ese fue el punto de la disputa, porque él veía la comunicación como publicidad y propaganda, y yo veía la comunicación como una posibilidad de tender puentes con la sociedad civil, con los medios de comunicación.
¿Cree que en el país hay libertad de expresión, de opinión?
Con este hecho se muestra que hay un alto riesgo de restricción de la libertad de expresión. Se quiere sentar un precedente de que nadie se meta ni a repetir información ni a opinar sobre las gestiones, las actividades y la política del Gobierno. Hay persecución política a quienes opinan diferente.
Alvarado dice que le molesta todo este show sobre el juicio porque es privado, pero el presidente fue a la audiencia, con toda la seguridad que implica su movilización y la atención que captan los actos del mandatario, y opinó sobre el proceso.
Primero se presenta (la demanda) como una acción privada, pero se hace como una defensa de acción pública con todo el aparato del Estado. Fue una muestra de que el poder estaba presente para intimidar incluso al Poder Judicial.
Pero como asambleísta de Alianza PAIS usted sumó votos para una Constitución en la que, entre otros temas, se buscaba controlar desde el Gobierno, no desde el Estado, derechos como la libertad de expresión.
La Constitución tiene una serie de contradicciones. He sido una de las primeras en decir que es muy centralista y que no podíamos hacer una Constitución a la medida de las autoridades. En la Asamblea yo fui solo un voto, pero el resto de los asambleístas oficialistas eran quienes aprobaban. Fue ahí donde se evidenció el papel que jugamos quienes sí hemos sido coherentes con lo que decimos, pensamos y proponemos. Ahí se evidenciaron las grandes diferencias.
¿Como cuáles?
Cuando me propusieron que asuma la Presidencia de la Mesa de Recursos Naturales y Biodiversidad, donde se iban a tratar los temas, petrolero, del agua, etcétera, el presidente de la República se opuso porque ya detectó a quienes éramos asambleístas coherentes y con formación política sólida y quienes llegaron allí solo a calentar el puesto. Este juicio responde a que hay unos que defendemos derechos humanos, colectivos y de la naturaleza, y hay otros que defienden derechos humanos individuales para ser prósperos.
¿Se sintió decepcionada y con ganas de renunciar?
Renunciar a mi lucha, no. Renunciar a Alianza PAIS, lo había decidido en tres ocasiones y Alberto Acosta me decía: “No hay que irse porque la derecha se puede aprovechar”. Pero yo decía que la derecha ya está dentro de Alianza PAIS. En una de las últimas reuniones como presidenta de mesa, en Carondelet, el presidente dijo (a propósito de una movilización en Cuenca): “Si 300 desquiciados ecologistas salen a la calle, yo llamaré a 300 mil ciudadanos para que confronten”. Yo le dije: “Presidente, usted no puede llamar a la guerra civil, usted tiene que gobernar y respetar”. Solo Alberto Acosta me respaldó. La decisión que tomé de irme después de aprobada la Constitución fue la más acertada. Mis excompañeros de PAIS y el mismo presidente me decían traidora. Casi cuatro años después, esos mismos han tenido irse pero porque el presidente les mandó sacando.
A pesar de la decisión de Alvarado, ¿el expediente de su juicio podría ser llevado ante la Corte Interamericana como un ejemplo de cómo se manejan los procesos iniciados por las autoridades del Gobierno en contra de quienes los cuestionan?
Cuando no hay independencia de poderes, sobre todo cuando el Poder Judicial está básicamente infiltrado por el Ejecutivo, no hay garantías para un debido proceso y siempre están las cortes internacionales. Vamos a hacer uso de esas instancias. Y sobre todo el recurso que también nos queda es seguir hablando. Ni los juicios ni la Policía nos van a callar porque no tenemos por qué temer. No he mentido al país, no he robado, no he matado, no tengo vergüenza de caminar en la calle. Pero sí tengo que insistir en que el presidente se entere, a través de esta entrevista, que (su voz se quiebra por unos segundos) no solo Alvarado tiene hijos, que el resto de indígenas, a quienes ha llamado argollas y ponchos dorados, tenemos hijos y nos merecemos respeto, igual que él y todos los ciudadanos.
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