Nos enteramos por una nota aparecida en Hoy.com que hay dos personas detenidas y acusadas por ofender al intangible Correa, uno de ellos acusados nada menos que de rebelión y atentado contra funcionarios públicos.
Cualquiera que lea tal acusación puede pensar que se trata de un siniestro conspirador preparándose para arrancarle la vida al presidente que se han echado arriba los ecuatorianos, armado con explosivos y dispuesto a volar en pedazos como hacen los terroristas islámicos.
Pero nada de eso. No hay tal confabulación magnicida. Se trata de la delicada aspereza del furibundo Correa que es capaz de demandar con millones de dólares y pedir la prisión a cualquier periodista que le haga cualquier desplante.
¡Imagínese Ud! Alguien con algunos tragos de más se atreva a espetar, una falta de respeto, ciertamente, una fuerte expresión al paso del mandatario durante una visita de este al cantón Salcedo, en la provincia de Cotopaxi, "Para qué reciben a ese corrupto hijo de puta".
La pobre señora no tiene culpa que su hijo sea tan… ¡Bueno, ya se sabe qué!
Los insultos contra cualquier persona no son válidos, se debe respetar a las personas aunque sea un presidente que se caracteriza por insultar a su oponentes; pero de ahí a convertir al que lanza el epíteto mal sonante en un peligroso y rebelde conspirador ya es demasiado.
¡Hombre! Tan pronto escuchó Correa que le llamaban con el nombre con que, estoy seguro que muchos ecuatorianos le nombran, aunque a soto voce, saltó furioso, lanzó los rayos desde su olímpica majestad y ¡Claro está, el hombre tenía que pagar por su osadía!
El supuesto “terrorista” dicen que se llama Édison Germán Ponce Ortiz, que tiene 39 años de edad y que tendrá que aguantar 30 días de prisión preventiva.
Pero no es Ponce el único agresor a la majestad del delicadísimo presidente de Ecuador, también una mujer fue detenida luego que el mandatario, o tal vez el manda más, la acusara de haberle hecho un gesto obsceno. La pobre Irma Parra, que así se denomina la irreverente dama de 46 años alegó que lo único que había hecho fue bajar el vidrio de su carro y hacer la señal de no al paso de Correa. ¡Señora, por Dios! ¿Cómo se le ocurre mostrarle el NO al que quiere el Sí, como gloria de su poder próximo al totalitarismo de los Castros.
Es tan delicado, tan delicadito Correa que no se le puede rozar, como a las damas, ni con el pétalo de una rosa
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