domingo, 3 de abril de 2011

La verdad ofende a los dictadores.

A propósito de la demanda de Rafael Correa  y de la verdad de Emilio Palacio.

Mario J. Viera
Emilio Palacio, editor de Opinión del diario El Universo, concedió una entrevista a la periodista Mónica Mendoza de la Redacción Guayaquil hablando sobre su verdad y la demanda que contra él y otros directivos del diario entablara Rafael Correa. 
Indudablemente, un hombre como Rafael Correa, amigo de los Castro, amigo de Chávez y de Gadafi, no soporta que alguien se atreva a decirle a la cara sus verdades.
Em la entrevista, Palacio defendió el principio de la libertad de expresión. Señaló que la “cárcel por delitos de imprenta está derogado en todos los países democráticos del mundo” y aunque el gobierno de Correa se comprometió ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos a eliminar esa medida y suprimir la figura del desacato no ha cumplido con su compromiso.
Estos tiranuelos de pacotilla, como el Sr. Correa, el que dona guayaberas para un museo de Cuba, quieren emular en todo al ícono de los llamados bolivarianos, Fidel Castro. Debe recordarse que el anciano ex máximo líder firmó un acuerdo de la Cumbre iberoamericana de compromiso con todos los principios de un estado de derecho y luego envió a la cárcel a 75 opositores entre los que se encontraba un importante número de comunicadores independientes, y últimamente, el gobierno del hermanito se ha empeñado en una sucia guerra cibernética y represiva contra los opositores y los blogueros independientes.
Ante la pregunta si no creía que denominar al presidente de dictador es una injuria calumniosa declaró enfáticamente: “Al Presidente le dijeron fascista y se enojó porque lo consideró un insulto, podríamos coincidir que es insulto, pero político. Eso no es un epíteto, es una categoría política consagrada en la sociología y en las ciencias políticas. Injuriar es lo que hace Correa: pitufo, enano, gordita, son atributos físicos. Dictador y fascista no entran en los atributos físicos; puede ser guapo, alto, e igual ser un dictador que es una categoría política”.
Por mucho que haya llegado a la presidencia por el voto, no por ello un gobernante deja de adquiri la categoría de dictador. Dictador es Hugo Chávez con su derecho a dictar leyes sin aprobación parlamentaria o como actúa Correa que, como expone Emilio Palacio, concentra en sí los poderes, sin respeto por los derechos de las minorías y contra la libertad de expresión. “Rafael Correa es un dictador ─ agrega ─, no me puede decir ‘me estás ofendiendo’, es una categoría política”.
La responsabilidad del periodista, tanto el que reporta una noticia como el que escribe un artículo de opinión es ajustarse a la verdad. Cuando se opina, se hace para abrir el debate público, para el encuentro de ideas. El periodista se siente comprometido al opinar con expresar la verdad, aunque sea su propia verdad, lo contrario es amarillismo o cobardía política o simplemente hipocresía.
La responsabilidad social del periodista la define claramente el editor de Opinión de El Universo: “La única responsabilidad que tiene un periodista es decir la verdad, no está comprometido ni con el pueblo ni con el país, ni con los intereses de nadie. El periodismo solo tiene una patria, una bandera, que es decir la verdad nada más”. Es que como dijera el destacado educador cubano del siglo XIX, José de la Luz Caballero, Solo la verdad nos pondrá la toga viril”
En un nuevo artículo aparecido el 3 de abril en El Universo y titulado “Derechos del Presidente”, Emilio Palacio cuestiona a Correa.
Y rechaza el derecho de Correa “a presentarse como Caperucita Roja humillada por el Lobo Feroz. El lenguaje y la forma de descalificar del presidente, todos los conocemos, no es el de Caperucita, incluye desde “pitufo” hasta “ándate a la casa de la v...”. De tal modo que si mis afirmaciones no le gustan al presidente, que me demande, pero no como la última de las once mil vírgenes que nunca existieron sino como uno de los presidentes más falto de educación y cortesía que hayamos tenido”.
Luego agrega: “No tiene derecho a utilizar el aparato del Estado, los canales públicos, las cadenas de medios pagadas con nuestros impuestos, la cadena insultadora de los sábados (pagada también con nuestros recursos), para contestar mis opiniones con insultos y luego demandarme porque supuestamente lo insulté. Que me insulte y me demande, hágase rico a costa de los que disienten, pero sin tomar un solo centavo de las arcas fiscales”.
Al cubano no le es extraño lo que señala Palacio sobre la “cadena insultadora de los sábados” algo muy semejante con las odiosas y aburridas “mesa Redonda” de la TV cubana (o mejo decir, del Partido Comunista) y ese programita ridículo de “Las razones de Cuba”
Y concluye el artículo Palacio:
“Por último, Rafael Correa no tiene derecho a exigirme que le pida perdón. Solo mi familia tiene ese derecho. Solo mi esposa y mis hijos podrán decirme, cuando ya no podamos más, cuando las fuerzas nos falten, que llegó el momento de rendirnos. Estoy preparado para esa posibilidad. Pero soy optimista, porque si ocurre, como en las dos ocasiones anteriores, que se despierta una amplia solidaridad nacional e internacional, si los ciudadanos reaccionan, si se movilizan, si salen a las calles pacíficamente a decir que no quieren que la dictadura aplaste a Juan Carlos Calderón, a Christian Zurita, a EL UNIVERSO, a la radio Arutam, entonces volveremos a ganar, no los periodistas, sino la libertad de expresión”.
En Ecuador aún no todo está perdido, muy diferente a lo ocurrido en Cuba tras el derrocamiento del dictador Fulgencio Batista, cuando por azar se convirtió Fidel Castro en la figura de la revolución triunfante, para iniciar una política de demagógico populismo que ocultaba la brutal represión que emprendería en contra de los opositores, la liquidación de todos los partidos políticos, el control absoluto de los medios de difusión y el establecimiento de un estado totalitario y policiaco. Cuando por fin el pueblo cubano despertó de los efluvios del opio castrista, se encontró que estaba atado de pies y manos y amordazado.

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