Si alguien de la oposición en Ecuador se hubiera atrevido a lanzar un montaje fotográfico como el que realizara la republicana de Orange, California, Marilyn Davenport, donde ridiculiza con marcado racismo la figura del Presidente de los Estados Unidos, pero referido al intocable Rafael Correa, arderían los Andes.
Correa lanzaría rayos, atacaría, se abriría la camisa y gritaría “si quieren matar al presidente aquí estoy” y agregaría, al canalla que se atrevió a insultar mi alta representación lo demandaré con mil quinientos millones de dólares, pediré para él cadena perpetua.
Cerraría periódicos, lanzaría a la calle a sus fuerzas leales clamando que se está fraguando un golpe de estado en alianza con el imperialismo.
Por supuesto, hay que anotar. Un tipo de montaje como este de mostrar al presidente como hijo de un par de chimpancés es un insulto vulgar, que debe ser condenado moralmente. No puede ser aceptado ni aun tratándose de Correa, que en definitiva fue electo por el voto de sus conciudadanos.
Pero es válida la comparación. Lo grande que es el derecho de opinión que existe en el “imperio” en contraste con los ataques a la libre expresión que se agita en Ecuador desde la silla ejecutiva, como es usual en Venezuela, como es propio del régimen castrista
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