viernes, 1 de abril de 2011

Desde mi rincón en Florida.

Mario J. Viera


Huyendo del desastre en que ha devenido la ciudad y el condado de Miami Dade, donde las rentas se elevan terriblemente y un efficiency de 2 por 3 metros exige $500.00 mensuales como renta, vine a refugiarme en este casi bucólico pueblo de Port Charlotte en el condado de Charlotte.
Tranquilo lugar, poblado parcialmente por jubilados que vienen todos los años desde el norte de la Unión y aun hasta de Canadá. El tránsito no es la locura que existe en Miami, se conduce con tranquilidad por sus calles. Los comercios quedan casi al alcance de la mano. Sus habitantes son amables y siempre dispuestos a darte un saludo cuando te cruzas con ellos.
Esperaba confiado en que la situación económica que vive el país mejorara, que el índice de desempleo fuera bajando sensiblemente, que todo volvería a los niveles de antes del 2005.
Se anunciaba la celebración de las elecciones para elegir gobernadores, representantes y senadores. El Tea Party rugía con su previsible carga de racismo, etnofobia y delirios de una América viviendo el puritanismo del pasado en la era de los avances tecnológicos.
Cuando se acercaba el momento de ejercer el voto no tenía muy claro el historial de la candidata por el Partido Demócrata para el puesto de Gobernador. No tenía duda ninguna en el candidato republicano. Un recién llegado a la política llevado en brazos del dinosaurio del Tea Party, un empresario con un sospechoso historial de fraudes al Medicare, un hombre que no quería que se elevaran los impuestos a sus colegas, esos que ganan más de medio millón de dólares al año.
Confié en la sabiduría del electorado que se decidiría a favor de cualquier otro candidato que no fuera el Sr. Rick Scott; pero me equivoqué y salió electo el calvo aspirante, que no sabe nada sobre gestión política y que cree que el estado se gobierna como se dirige una empresa privada.
El gobernador de La Florida

Ahora, ya no vislumbro mejoras en la situación económica de la Florida. Comienzan los recortes para balancear el presupuesto, haciendo sacrificios sin que se toque ni delicadamente a los grandes intereses económicos.
Ahora, según el Nuevo Herald, el “presupuesto del Senado elimina 5,000 empleos pagados por el estado, muchos de ellos puestos ocupados actualmente. Exige a los empleados estatales que paguen más por su seguro de salud. Disminuye su sueldo en un 3 por ciento para ayudar a financiar sus planes de jubilación. Elimina incentivos financieros de la jubilación y aumenta la edad de retiro para policías y bomberos”.
Aunque el estado tiene un déficit  de $3,750 millones, los republicanos, junto al gobernador no quieren aumentar los impuestos a las grandes corporaciones, es preferible afectar los programas medioambientales los departamentos de salud pública y las tasas de reembolso Medicaid para hospitales y centros de cuidados. Claro está esos republicanos en el congreso estatal tienen un buen seguro de salud y qué pued importarle que vayan al diablo los ciudadanos de bajos ingresos. Lo importante es garantizar que todos los potentados sigan viviendo tranquilamente con recortes impositivos.
Uno de los senadores republicanos, Don Gaetz lo ha dicho sin ambages: “Hospitales, centros de cuidados, escuelas, todo el mundo: nadie ha quedado inmune”. Bueno, sí, los que han quedado inmunes son los poderosos, ¡el pueblo que vaya al diablo! Aunque el pobrecito gobernador empresario tendrá que hacer su sacrificio: su escolta de seguridad se está reduciendo a la mitad.
No quieren aumentar impuestos, pero aumentan lo que tienen que pagar por la matrícula los estudiantes de College, que los ciudadanos paguen más por la electricidad y que las primas de Citizens Property Insurance se eleven.
Ahora hasta las cárceles se convertirán en empresas privadas, en lucrativos negocios; se necesita tener un gobierno pequeño, quizá, si se sigue esta línea ideológica, un día se privatiza la policía y se privatizan los bomberos.
A decir verdad no todos los republicanos son tan obtusos. El Nuevo Herald reporta que el senador Mike Fasano, republicano de New Port Richey, trató el jueves inútilmente de detener el plan de privatización, calificándolo de “amenaza a la seguridad pública”. Claro está que Fasano es una honrosa excepción porque los partidarios del plan de privatización, de acuerdo con El Nuevo Herald, dijeron que la medida no presentaba problemas de seguridad y reduciría los gastos de la región por concepto de cárceles en un 7 por ciento. Genial ¿verdad?
Estamos en la antesala del desastre de la Florida y todavía el nuevo gobernador y su reluciente congreso republicano aún no han cumplido un año en el gobierno.


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