jueves, 7 de abril de 2011

Esa veleta loca llamada Rafael Correa.

Mario J. Viera

Puedo decir sin ningún tipo de preocupación lo que opino de ese extravagante presidente que no se merece Ecuador. Un privilegio que no poseen los periodistas ecuatorianos, a mí no me amenaza una demanda  millonaria por decir lo que de Correa opino. Vivo en un país donde la opinión se respeta por encima de cualquier interés gubernamental.
Sería un suicidio civil para todos los ecuatorianos si ganara el SI en el supuesto referendo popular que impulsa el Correa. Significaría entregar todos los poderes del Estado al impulsivo mandatario y se impondría un totalitario control sobre el ejercicio del periodismo. Censurar a la prensa es el elemento básico que define a cualquier estado totalitario.
Como señala el analista político Andrés Oppenheimer con la propuesta de diez preguntas, el objetivo “no tan disimulado (de Correa) es reducir aún más la libertad de prensa en su país, y eliminar cualquier forma de crítica contra el gobierno”.
Correa es tan prepotente, tan explosivo, tan ególatra que salta furioso ante cualquier leve crítica que se le haga. Si pudiera, decapitaría a cualquier osado que se atreviera a dedicarle algún insulto político, por suerte todavía no se ha aprobado la pena de muerte por decapitación en Ecuador.
Con respecto a la expulsión de la embajadora de Estados Unidos, Heather Hodges nos dice Oppenheimer: “Mientras algunos ecuatorianos bien informados me dicen que Correa es un líder errático que actúa por impulsos, otros me dicen que la muy publicitada expulsión de la embajadora Heather Hodges es una maniobra de populismo barato del presidente, destinada a aparecer como un defensor de la soberanía nacional, y subir en las encuestas antes del referéndum”.
Muy acertadamente considera el comentarista político Oppenheimer que dentro de las diez ya famosas preguntas existen algunas que actúan como gancho para captar el sí de algún despistado: “Una de las preguntas "anzuelo" dice: “Con la finalidad de evitar la muerte de un animal por simple diversión, ¿Está usted de acuerdo en prohibir....los espectáculos públicos donde se mate animales?”.
En opinión de Oppenheimer la expulsión de la embajadora de Estados Unidos no es lo más preocupante. “Correa tiene una historia de tomar decisiones impulsivas, y luego dar marcha atrás. En 2008, Correa expulsó al embajador de Colombia, y a los dos años volvió a normalizar las relaciones con ese país. Correa también expulsó a la gigantesca empresa constructora brasilera Odebrecht, para después silenciosamente volver a recibirla en el país”.
Lo que realmente importa es, a juicio del comentarista, “el plan de Correa de convertir a Ecuador en un país autoritario sin un sistema de pesos y contrapesos. Eso sólo servirá para aumentar la corrupción, ahuyentar la inversión y crear más pobreza”.
Como todos los bolivarianos, Correa es un manipulador al que solo le interesa el ejercicio del poder, que se cree un nuevo César, un mesías divino,  un elegido por la historia. Cuando en realidad es un imbécil con cierta cultura.  Su ídolo es Fidel Castro pero ni siquiera tiene los epidídimos de aquel que al menos tuvo el coraje de asaltar un cuartel en Cuba y fue capaz de resistir los piojos y las ladillas de su campaña en las serranías orientales de Cuba.

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