Cuando las interpretaciones literales y fundamentalistas de un libro sagrado exacerban la intolerancia, la religión se convierte en algo degradante, deformado, y… hasta criminal.
Extraer conclusiones definitivas y universales de un libro sagrado puede conducir a la intolerancia, a la imposición de normas de conductas extravagantes, a exigencias insoportables. Convertir en normas jurídicas los postulados extraídos de un libro sagrado, escritos en épocas pretéritas, en condiciones sociales muy diferentes a las actuales resulta inaceptable.
Un miembro enmascarado del Talibán azota a latigazos a un carnicero que, según se dice, vendió la carne de animales sin someterlos previamente a ritos. (25/09/2008, Swat valley, AFP)
Este ha sido el error básico de los predicadores actuales del Islam. Ese fue el error terrible de la Iglesia Católica durante el Medio Evo. El resultado de esa convergencia entre conceptos teológicos y normas legales es la intolerancia, el odio al diferente, el fanatismo, el temor irracional ante el pecado, la adaptación anti natural de la vida a normas inconmovibles por estar sustentadas en la palabra de Dios.
En el Siglo XI, las cruzadas lanzadas a tierras árabes respondían a esas interpretaciones jurídicas de la palabra divina. El terrorismo de los extremistas musulmanes, el salvajismo de los talibanes en los días presentes tienen el mismo fundamento.
El antisemitismo, que se elevó a holocausto bajo el nazismo, se justificaba en la interpretación subjetiva de los pasajes del Nuevo Testamento para condenar a los judíos como deicidas.
La sharía como conjunto legal de postulados coránicos es un corsé de hierro que ahoga la vida, que limita la libertad de elección del individuo, que interfiere con su vida privada, que le impone hábitos de conductas que se retrotraen a siglos pasados, que condena gravemente la blasfemia como delito imperdonable. Es la misma regla que el cristianismo imponía en la Edad Media a cada ser humano so pena de sufrir las torturas en las cámaras de la Santa Inquisición y el fin en la hoguera para expurgar los pecados.
En el Siglo XV europeo apareció la Reforma de Martín Lutero con lo que se abrió el camino hacia la liberación del individuo de las normas estrictas de conducta impuestas por el Vaticano; liberación que solo fue posible con el triunfo de las ideas humanistas de la ilustración y con el avance de los movimientos liberales.
El pastor pentecostal Terry Jones, a contracorriente del pensamiento occidental actual, con su mentalidad fundamentalista pretende elaborar una sharía de corte bíblico, con declaraciones de absurdo nacionalismo y furor de profeta. Condena al Islam asumiendo las mismas actitudes que el fundamentalismo islamita.
Terry Jones
Y como un mulá afgano que agita en contra del cristianismo, Jones condena: "El islam no es una religión de paz. Ha llegado la hora de que hagamos responsables de sus actos a esa gente. Reclamamos que nuestro Gobierno tome medidas y se manifieste contra estos actos. Esta gente debe ser llevada ante la justicia". El cree que "ha llegado el momento de que deje de tolerarse a los países dominados por los musulmanes que extiendan su odio contra el cristianismo". Solo le falta predicar el hacer lo mismo que los musulmanes extremistas hacen, pero a la inversa, incendiar mezquitas y degollar musulmanes, prohibir el culto de otras religiones que no sean la suya, y exigir que el Congreso dicte una Ley contra la Blasfemia.
Es justo condenar moralmente los actos barbáricos que se producen bajo la rigidez de la sharía pero no es lícito hacer lo mismo y condenar a todos los musulmanes con el mismo odio que los imanes predican en contra de los cristianos.
Posiblemente sin siquiera haber leído el Corán, Jones condenó el sagrado libro del Islam diciendo que promueve “el mal y la violencia" y contempló arrobado como ardía en las inquisidoras llamas. Ni siquiera este pastor ha leído cuidadosamente la Biblia, ni aquellos pasajes de la misma que promueven “el mal y la violencia”
¿Acaso no son ejemplo de sharía lo que se promulga en Levítico 20: 10-13, según versión bíblica Reina-Valera?
10 Si un hombre cometiere adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán muertos.
11 Cualquiera que yaciere con la mujer de su padre, la desnudez de su padre descubrió; ambos han de ser muertos; su sangre será sobre ellos.
12 Si alguno durmiere con su nuera, ambos han de morir; cometieron grave perversión; su sangre será sobre ellos.
13 Si alguno se ayuntare con varón como con mujer, abominación hicieron; ambos han de ser muertos; sobre ellos será su sangre.
Y en el versículo 9 del Capítulo 21 del mismo libro se lee: Y la hija del sacerdote, si comenzare a fornicar, a su padre deshonra; quemada será al fuego.
¿Qué decir del capítulo 20 de Deuteronomio, versículo 16?: Pero de las ciudades de estos pueblos que Jehová tu Dios te da por heredad, ninguna persona dejarás con vida.
En Josué Capítulo 6, hablando de la toma de Jericó se puede leer en el versículo 21: Y destruyeron a filo de espada todo lo que en la ciudad había; hombres y mujeres, jóvenes y viejos, hasta los bueyes, las ovejas, y los asnos.
No por estos enunciados, obra no de un Dios generoso, sino de la rudeza de la época, se debe condenar la Biblia. La condena solo a quien, atado a la interpretación literal del sagrado libro judeo-cristiano, pretendiera extenderlos como ley de obligatorio cumplimiento en nuestros días.
Nada justifica la reacción criminal de la turba islámica que se ensañó con inocentes que nada tenían que ver con un pastor orate y ciego de odio que no midió las consecuencias que acarrearían su acto.
Si los musulmanes condenan la Biblia, el mundo occidental, en su complejidad de religiosos, creyentes, agnósticos y ateos no debe cobrar ofensa con ofensa, ni ordenar un renovado Indice expurgatorio incluyendo en él los libros que el fundamentalismo condene por herejes.
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