Wilfredo Domínguez Olivera
Me imagino la felicidad infinita que sienten Fidel y Raúl Castro cuando, desde lo alto del trono, contemplan extasiados cada nuevo desliz de la ya de por sí lastrada oposición. Tal parece que cada nueva jugarreta que se le ocurre al régimen es ocasión propicia para que la oposición deje al descubierto los males que la aquejan.
Algunos han argumentado que no debemos andar criticando a aquellos que valientemente luchan contra el régimen. No obstante, no me parece que la complacencia sea el camino correcto. La valentía de Payá, Biscet, Darsi, Yoani y todos aquellos que se sacrifican por nosotros servirán de muy poco si los argumentos flaquean y la desunión es la regla.
Entonces, es obligación de aquellos que pretender guiarnos el aceptar la crítica y responder a los reclamos de aquellos a los cuales pretenden representar.
La complacencia, el egocentrismo, la prevalencia de intereses personales, el desprecio por los esfuerzos de aquellos que no rinden pleitesía a nuestras ideas y los intereses políticos dan al traste con los esfuerzos de gente muy valiosa. Es deber de todos nosotros poner freno a tales actitudes y es obligación de aquellos que aspiran a ser nuestros líderes el poner a un lado los intereses personales a favor de la integridad nacional.
Payá y el “Proyecto Varela”, Biscet y sus “Diez Puntos”, Yoani, los blogueros y una interminable lista de voluntades loables y diversas con un solo objetivo, liberar a Cuba de cincuenta años de totalitarismo, harían de la oposición dentro y fuera de la isla una fuerza pujante imparable si no fuese por las contradicciones internas que plagan al movimiento.
Tales deficiencias salieron a la luz nuevamente durante la más reciente visita del ex presidente Carter.
Para comenzar, es necesario poner las cosas en contexto. El paso de Jimmy Carter por la isla no es mucho más que una nueva maniobra cosmética del régimen para consumo internacional. Ciertamente, la encrucijada en la que se encuentra el sistema en estos momentos obliga a Raúl Castro a dar pasos y tomar decisiones que, eventualmente, conduzcan a su propia caída, pero nada de esto debe deslumbrarnos.
La cautela se impone en cuanto a los propósitos de Raúl Castro. No es la primera vez que el gobierno de la isla navega aguas peligrosas. Ha sucedido en ocasiones anteriores y las maniobras emprendidas para evadir los escollos han sido parte de un plan bien diseñado para salvar el régimen.
Ocasionalmente, a las fuerzas contrarias al castrismo, por convicción o por definición según el abreviado diccionario revolucionario, se les ha permitido coger un soplo de aire fresco para, inmediatamente, volver a cerrarles la puerta en la cara.
Volviendo a la reciente visita del ex presidente Carter, es necesario apuntar que el evento, aunque de significación muy limitada, fue una oportunidad extraordinaria que la oposición tuvo para demostrar su calibre y relevancia en la escena nacional e internacional. Lamentablemente, falló otra vez.
Por supuesto, es notable que el ex presidente se haya reunido con miembros de la oposición activa en la isla, pero decir que “Carter otra vez tiene el valor, casi excepcional, de reunirse con nosotros”, como afirma Oswaldo Payá en “Todos cubanos: el cambio es liberación”, constituye una afirmación ingenua y desvía la atención de las cuestiones claves.
El intercambio con el ex presidente norteamericano se presentó como la ocasión perfecta para que las fuerzas opositoras fijasen una posición común y de entendimiento, y así lo expresaran en una declaración conjunta. Sin embargo, todo lo contrario ha sucedido.
De hecho, el documento firmado por Payá no sólo sorprende por su ligereza. A diferencia del “Proyecto Varela”, “Todos cubanos” no contribuye mucho a lo que debe ser el objetivo fundamental de la oposición, la unión de todas las fuerzas.
Desde mi punto de vista, la proclama de Payá contiene referencias y apuntes que debían haber sido mejor pensados. El lenguaje utilizado puede originar controversias y deja en entredicho las intenciones del Movimiento Cristiano Liberación.
Al afirmar que “el gobierno se empeña en fabricar una falsa oposición y en desatar la infamia y la represión para confundir a muchos y compensar la cobardía de otros, pues necesita con urgencia una alternativa a la oposición pacífica por la democracia”, Oswaldo Payá, de seguro inadvertidamente, cae en una trampa muy bien utilizada por el régimen para desacreditar a la oposición.
Uno de los más manidos argumentos que utiliza la oficialidad para restar importancia a la oposición se refiere a la distancia insalvable y cada vez mayor entre la oposición tradicional y las más recientes manifestaciones contestatarias de los blogueros.
Tras el fallo táctico de no haber promovido una declaración conjunta a raíz del encuentro con Carter, el presentar un documento con una referencia tan clara al tradicional movimiento oposicionista y muy poco sobre las nuevas fuerzas no me parece un paso acertado.
El daño que puede causar el total desentendimiento entre las diferentes fuerzas comienza a notarse desde ya. En la prensa y los medios, en general, aparecen a menudo afirmaciones como la siguiente: “Mientras la bloguera cubana Yoani Sánchez obsequiaba al ex presidente Jimmy Carter una cajita de maníes “hechos en casa” y le daba las quejas de que no podía navegar en Internet ―y eso era muy importante para ellos, estar conectados a la Red―, el disidente Oswaldo Payá le hablaba sobre la necesidad de celebrar en Cuba elecciones libres y democráticas y no la reunión del Congreso del Partido Comunista, que tendrá lugar en los primeros días de este mes de abril”. (Cuba: elecciones si, maníes no)
Lamentablemente, la posición de Payá parece ser compartida por, entre otros, Darsi Ferrer, quien en su más reciente escrito, “Blogueros alternativos: mal menor para los Castros”, descuidadamente parece querer descalificar a los blogueros al minimizar su impacto por “elitista” e insinuar que podrían ser presa fácil de la inteligencia política del régimen.
Al afirmar que “no es difícil dilucidar que se proponen desviar la atención de la comunidad internacional del verdadero foco de peligro, la oposición tradicional, la que gana espacios dentro de la sociedad plantando cara en el terreno”, Darsi Ferrer, una de las más voces más valientes de la oposición, comete el mismo error que empaña la proclama de Payá, a saber, acentúa la significancia de la oposición tradicional, resalta el valor relativo de los blogueros, pero no dice cómo va a aunar las fuerzas dispersas en un frente común.
Darsi Ferrer y Oswaldo Payá, al hacer uso del derecho que les asiste como genuinos representantes de la oposición en Cuba, asumen la obligación moral de mencionar nombres y apellidos en cada una de sus proclamas, llamar a la unión y lograr, definitivamente, que, blogueros y oposicionistas tradicionales sean uno.
Dar cabida a la especulación y la división puede ser un error costoso.
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