Con la inesperada y emotiva aparición de un anciano y frágil Fidel Castro abrazado a su hermano Raúl, acabó en La Habana el 6º Congreso del Partido Comunista de Cuba, el primero en 14 años. Si alguien esperaba que esta cita tan aplazada pese a los graves problemas por los que atraviesa la isla arrojaría grandes cambios políticos, habrá quedado totalmente defraudado. Un Castro, Raúl, sucede a otro, Fidel, en la secretaría del partido y el nuevo líder promete un «rejuvenecimiento sistemático» de la dirigencia política que se traduce en un neosecretario casi octogenario y en un segundo secretario, José Ramón Machado Ventura, de 80 años ya cumplidos. La gerontocracia que hizo la revolución se mantiene en el poder y sigue el inmovilismo político.
En realidad, el objetivo del congreso no era el de introducir cambios políticos, sino el de profundizar en la apertura económica. O cambiamos o nos hundimos, había dicho Raúl Castro, pero en el diccionario castrista la palabra cambio significa que el sistema económico seguirá basado en la planificación y en la propiedad socialista de los medios de producción, aunque se tomarán en consideración las «tendencias del mercado». Cambio también significa, según el menor de los hermanos Castro, seguir perfeccionando el socialismo y no permitir el regreso del capitalismo a Cuba.
Ningún modelo político ni económico ha emergido del cónclave. Más bien una serie de paños calientes para intentar atajar el hundimiento de un sistema estatalizado que ya no puede garantizar el pleno empleo ni las cartillas de racionamiento que dan de comer a los cubanos. No se ha optado por el modelo soviético de la perestroika y la glasnost, es decir, reestructuración económica acompañada de transparencia política. En La Habana solo ha habido un poquito de lo primero y nada de lo segundo. Ni se ha optado por el modelo vietnamita, que en poco tiempo transformó el país, ni por el chino, que ha tenido como resultado un crecimiento económico espectacular bajo la preeminencia del PC. «Gato blanco, gato negro, qué importa si caza ratones», dijo el padre de la liberalización económica china, Deng Xiaoping. En Cuba, los gatos no cazan ratones y los viejos siguen ronroneando.
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