domingo, 10 de abril de 2011

OPINION

De Descartes es la frase, “Pienso, luego existo”. La condición de la existencia humana es precisamente el pensamiento, el ejercicio del criterio propio, la formación de un estado de opinión sobre determinados o temas. La mente no puede ser aprisionada, es libre, es creativa, es incontenible.
La opinión que forjamos puede ser equivocada o cierta; puede ser justa o injusta; pero es un derecho natural del ser humano expresarla sin ambages, sin hipocresías, sin temor. Nuestra opinión puede herir susceptibilidades y ser molesta y hasta hiriente pero puede ser contrastada con otra opinión diferente; enfrentada en un debate abierto, replicada su incorrección o contestada si es injusta; pero no puede ser reprimida, ni amordazada.
La opinión periodística se manifiesta en el ejercicio de la expresión, y como bien apunta Pablo Lucio Paredes de la redacción de EL UNIVERSO de Ecuador, la “libertad de expresión no es solo poder expresarse, sino desechar cualquier amenaza del poder público sobre el comunicador”; porque “el derecho a la libertad de expresión y a la libertad de opinión ─ como expresa Nila Velázquez, de la misma redacción ─, define la esencia de la condición humana”.
La opinión personal que se forja sobre algo es, parafraseando a Nila Velázquez, asunto muy propio; es el resultado de la reflexión, de la manera que una persona tiene de “ver la vida, de percibir los hechos y a las personas, y por eso, no puede otro, coartarla”.
El gobernante que ha sido electo por el voto democrático está investido con un mandato delegado por la voluntad mayoritaria y, por tanto, sujeto al escrutinio público, a la crítica de su gestión. Es un funcionario público y por tanto expuesto a la opinión de los gobernados. Puede el funcionario electo replicar la opinión que considere desacertada o injusta, pero con argumentos, con su propia opinión y no con insultos y mucho menos con acciones punitivas.
Si el gobernante ataca, ofende, agrede, amenaza al que le critica falta al mandato recibido, deja de ser un gobernante legítimo se transforma en la negación de los fundamentos de una democracia. La honestidad de un gobernante se mide por su capacidad de soportar las críticas aun hasta las más injustas. En las democracias la soberanía no es propiedad de los que gobiernan; la soberanía reside en el conjunto multifacético, plural de toda la sociedad.
La Sociedad Interamericana de Prensa durante la reunión que celebró en San Diego, California expresó que la libertad de prensa, y por tanto la libertad de opinión, decayó gravemente en los últimos seis meses en casi todo el continente americano, "particularmente en Argentina y Ecuador". Sobre Argentina se destacó críticamente el bloqueo a la distribución de periódicos “protagonizado por sectores afines al gobierno”.
La declaración de la Sociedad Interamericana de Prensa criticó al presidente Rafael Correa señalando haber apretado "el acelerador en su carrera de cuatro años contra el periodismo independiente o crítico”. Afirma también el documento que en Argentina, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Guyana son frecuentes y reiteradas las campañas de desprestigio de los presidentes contra medios y periodistas, y destaca la distribución arbitraria de la publicidad oficial y el empleo de los organismos de control fiscal para frenar las críticas son moneda corriente en Argentina, Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Guatemala.
Como bien afirma Ricardo Trotti, de la redacción de EL NUEVO HERALD, los ataques de los gobiernos contra los periodistas y medios de comunicación son cada vez más ingeniosos y sutiles, una táctica a la que recurren “consiste en llevar a los medios al terreno fangoso de la política, como si fueran contrincantes electorales. Ahí, la retórica insolente les sirve a las autoridades para victimizarse y distraer la atención sobre sus obligaciones constitucionales: rendir cuentas, ser transparentes, permitir acceso a la información pública, respetar la disidencia y garantizar la libertad de prensa”.
José Martí decía que el periodista tenía algo de soldado y esta opinión del Apóstol de la independencia cubana se convierte en una realidad actual. El periodista, con su opinión decidida, con su crítica a los manejos gubernamentales, con su enfrentamiento a las campañas de descrédito que se les lanza desde las esferas del poder, con su enfrentamiento a las leyes que coaccionan la opinión, es como un soldado que defiende una posición avanzada, dentro de una trinchera de ideas el acoso de todos los enemigos de la democracia y de la libertad humana.

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